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Una fundación afín al PSOE dice que el Gobierno rompió la neutralidad activa en la relación con Marruecos y Argelia

«La cuestión de la integridad territorial de Marruecos y su posición hacia Ceuta y Melilla continúan siendo un escollo en las relaciones entre España y Marruecos», advierten, incidiendo en que sigue pendiente «la apertura de las aduanas»

La relación de España con Marruecos y Argelia nunca ha sido sencilla, creando un complicado triángulo en el que mantener el equilibrio y no provocar el enfado de Rabat o Argel era clave. La carta que envió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a Mohamed VI apoyando el plan de autonomía marroquí para el Sáhara rompió la tradicional «neutralidad activa» y generó nuevos desafíos a los que España tendrá que hacer frente, entre ellos la inminente sentencia del Tribunal de la UE sobre los acuerdos comerciales con Marruecos.

Algunos de estos desafíos los analizan los profesores Alfonso Casani y Beatriz Tomé, del Grupo de Estudios sobre las Sociedades Árabes y Musulmanas (GRESAM), en un informe elaborado para la Fundación Alternativas, afín al PSOE, bajo el título ‘El Marruecos de hoy y el triángulo España-Marruecos-Argelia en un contexto de triple crisis’.
Con la carta de Sánchez, en la que se señalaba que el plan de autonomía marroquí es «la base más seria, creíble y realista» para resolver el conflicto del Sáhara, «se rompía así la tradicional ‘neutralidad activa’ entre Argelia y Marruecos, caracterizada por la búsqueda de un equilibrio que permitiese la prevalencia de los intereses energéticos con el primero y los migratorios y de seguridad con el segundo».
En opinión de los autores, el cambio de postura del Gobierno, además de buscar una mejora de las relaciones que dejara atrás la crisis desatada por la acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en España, «está motivado por el interés en reducir la presión migratoria en las fronteras y por la voluntad de promover la percepción de estabilidad en la frontera sur de Europa frente a la UE ante la inestabilidad de la frontera oriental».
Además, se produjo en un momento de creciente asertividad de la política exterior marroquí y en el que «la cuestión de la integridad territorial de Marruecos constituye el eje central de su política nacional, regional e internacional». El reconocimiento por el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, de la soberanía marroquí del Sáhara envalentonó a Rabat y ha llevado al reino alauí a intentar que otros países avalen esta tesis.
También en clave del Sáhara hay que interpretar su regreso a la Unión Africana en 2017, con la vista puesta, según los autores, en tratar de influir la postura de la organización y sus miembros a su favor y, «en última instancia, lograr la, poco probable, expulsión de la RASD de la organización».

Nueva etapa con España
En realidad, lo que Marruecos quiere con la suma de nuevos apoyos a su causa es «legitimar la política de hechos consumados» para resolver así la cuestión del Sáhara, lo que a su vez hace «improbable» que haya «avances en la vía multilateral propuesta por Naciones Unidas».
A raíz de la carta, España y Marruecos han iniciado una nueva etapa en la relación, que ha tenido su máxima expresión en la Reunión de Alto Nivel (RAN) del 1 y 2 de febrero. «Esta conciliación no ha estado exenta de concesiones y continúa enfrentándose a elementos de tensión», destacan Casini y Tomé.
«La cuestión de la integridad territorial de Marruecos y su posición hacia Ceuta y Melilla continúan siendo un escollo en las relaciones entre España y Marruecos», advierten, incidiendo en que «la apertura pendiente de las aduanas» con las dos ciudades autónomas y «la cuestión migratoria traducen sobre el terreno estas tensiones».
Por otra parte, llaman la atención de que la previsible publicación de la sentencia por el Tribunal de Justicia de la UE sobre los acuerdos comerciales entre la UE y Marruecos antes de que acabe el año, «que seguramente excluya a los territorios del Sáhara occidental» de los mismos, constituirá «el primer desafío serio» para España en esta nueva etapa, toda vez que coincidirá con su Presidencia de turno en el segundo semestre.
«A pesar de la postura favorable hacia Marruecos mantenida por España, la sentencia obligará a una renegociación de los acuerdos comerciales en un contexto marcado por la creciente intransigencia marroquí con respcto a esta cuestión», alertan. La reacción que tenga Rabat, que hasta ahora con las sentencias previas ha sido bastante moderada, tendrá a buen seguro impacto en España, dado los lazos comerciales que hay entre los dos países y los intereses en juego.

Crisis con Argelia
Respecto a Argelia, su reacción a la carta de Sánchez fue la retirada de su embajador de Madrid y tres meses después la suspensión del Tratado de Amistad. Desde entonces, ha optado por privilegiar «la vía italiana de suministro energético a Europa frente a la española» en un momento en que la UE busca alternativas a Rusia como suministrador.
Los autores consideran que «en el corto plazo, es difícil prever una conciliación» entre ambos países dado que «ninguno de los dos ha realizado gestos conciliatorios». «El momento actual de crisis energética y la revalorización de Argelia como exportador de gas y petróleo fortalece su posición internacional y permite prever una mayor asertividad de su política exterior», auguran Casini y Tomé.

Rivalidad entre Marruecos y Argelia

El informe también dedica especial atención a la situación regional y en particular a la inexistente relación entre Argelia y Marruecos, que rompieron relaciones diplomáticas en agosto de 2021. Los autores la enmarcan «una dinámica de competición regional entre ambos países y a las fluctuaciones en la percepción de asimetría o debilidad que cada uno tiene del contrario».
Los dos países han intentado erigirse en mediadores en su convulsa región, en particular en los conflictos de Libia y Malí, y también han llevado en los últimos tiempos su rivalidad al plano energético. Las oportunidades de comercio para Argelia, «proveedor tradicional de gas» se han visto incrementadas con el conflicto en Ucrania, mientras que Marruecos «avanza posiciones en el contexto de la transición energética», ya que trata de convertirse «en líder africano de ‘energía verde'».
Así las cosas, los autores alertan de «dos cisnes negros» en el horizonte. En primer lugar, «un posible escenario de revuelta popular, consecuencia del empeoramiento de los niveles de vida y el impacto económico de las sucesivas crisis», en referencia a la pandemia de COVID-19 y ahora al impacto del conflicto en Ucrania, entre otros.
Aunque ven «improbable» una réplica de las protestas que se produjeron en 2011 en Marruecos, advierten de que el país «se enfrenta a un amplio descontento social con la situación económica». En este sentido, ven probable que haya un aumento de la conflictividad social, pero no a nivel nacional, sino a nivel local y regional.
En el caso de Argelia, «ha superado con dificultad un importante ciclo de protestas desde 2019», que llevó a un cambio de presidente y una nueva Constitución, pero también existe el riesgo de conflictividad social en el futuro. La reacción de ambos regímenes, «ya sumidos en una dinámica de regresión democrática, comprometería las relaciones con la UE (…) y podría plantear mayores presiones securitarias para Europa».

El segundo sería la eventualidad de que un deterioro en la relación entre Marruecos y Argelia lleve a «un conflicto bélico» entre ambos. «Aunque improbable, este tendría un fuerte efecto desestabilizador en la región, incrementando una carrera armamentística ya latente» y debilitando aún más la escasa integración que hay en el Magreb.

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Europa Press

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