Lo que el alma porta en sí como positivo y negativo, conforma su cuerpo físico y se manifiesta en él. Tanto lo noble y puro del alma como lo impuro, lo brutal de un hombre egoísta, se hace visible dentro y fuera del cuerpo. Su cuerpo, es por tanto su alma, es decir la expresión de aquello que está activo en el alma y no lo que yace en ella. Lo que está todavía latente en el alma, tanto lo positivo como lo negativo, puede traer sus consecuencias después de muchos años o decenios, bien en los ámbitos de las almas o en otra vida terrenal. Por ejemplo un hombre joven con un cuerpo joven, o una persona bonita no tienen que tener precisamente un alma pura. Así como la naturaleza se adorna en la primavera, así se muestra también el cuerpo terrenal, es decir cuando el alma está todavía pura o cuando lo impuro todavía no se ha manifestado. La primavera se adorna con un bello traje. En verano la naturaleza se muestra en plena hermosura.
En otoño trae la madurez de los frutos que mostraron su flor en la primavera, y el invierno trae la pobreza donde los árboles están desnudos. Durante el invierno en el ambiente reina el frío, los días son cortos y las noches largas, el sol da calor a otro hemisferio más cercano a él. Esta imagen puede trasladarse a la vida del hombre, es decir, que la vida humana se puede comparar con la naturaleza. ¡Pero que pronto puede cambiar en la existencia humana el buen tiempo! La hermosa figura del cuerpo puede ser alcanzada en poco tiempo por el invierno. Entonces el carácter frío emerge. El interior, que quiere empezar a salir, va marcando ya el ánimo del hombre, no importa si es joven o mayor. Así un cuerpo joven y bonito se puede trasformar y ser marcado por el sufrimiento y la enfermedad por lo negativo sin resolver que yacía en el alma y que se manifestó según la ley de siembra y cosecha.
También a los hombres que están en plena madurez de su vida, que han tenido que soportar pocos sufrimientos, cuyos rasgos son regulares y hermosos, cuyo ambiente es armonioso y que poseen todo para embellecer su vida diariamente, les puede sorprender el destino si en el alma está presente una carga que ha de tener su efecto. En una vida llena de alegría, confianza y esperanza en lo material, un repentino golpe del destino puede de repente ensombrecer y enturbiarlo todo. ¡Lo que estaba todavía latente en el alma se volvió efectivo y lo alcanzó! Así la persona puede perder de repente todos los bienes adquiridos con esfuerzo. Lo que queda de él puede ser un hombre decepcionado, cuya resignación estropeará sus bellos rasgos y cuyo cuerpo envejecerá en poco tiempo.
Por otra parte un hombre puramente intelectual y racional no posee la inteligencia, la fuerza de la conciencia despertada, en él todavía está oculta en su mayor parte la inteligencia divina, el Logos que sabe de todo, que eleva al hombre a la sabiduría verdadera y a la ética y moral elevadas, a la vida desinteresada. En esta vida a unos les afecta el destino, mientras que otros caminan aparentemente por la vida terrenal sin preocupación, sin que les afecten las causas que quizás todavía yacen en sus almas. Esto hace que un hombre a pesar de su alma ensombrecida, puede poseer en esta vida todo lo que desea y pueda satisfacer todas sus apetencias en la creencia de que los buenos espíritus están de su lado, lo que no significa que esto sea así.
Un hombre que por el momento no padezca los efectos de las causas que descansan latentes en su alma, puede sin embargo trasformar su vida de forma provechosa para el desarrollo de su alma, esto es si vive y actúa según el mandamiento del amor desinteresado. Lo bueno que realice y cumpla, se reflejará como luz en su alma y podrá iluminar muchas sombras que yacen todavía en la profundidad del alma, e incluso podrá disolverlos parcial o totalmente. Este hombre ya no tendrá que sobrellevar ni sentir todos los efectos que surjan.
