Una muestra evidente del desastre de las actuales pistas es que la lluvia del domingo por la noche impidió, porque las pistas no drenan, que la jornada del lunes, ya con la fase final del torneo masculino en juego, empezara a la hora prevista, las diez de la mañana, a pesar del espléndido sol que iluminaba nuestra ciudad. Cutrez inexcusable.
Empieza el día el domingo, 18 de octubre, por la mañana. Magnífico día, desde el punto de vista climatológico, no desde la perspectiva de las instalaciones públicas que el tenis tiene (quizás sería mejor decir, padece) en Melilla. Con aspecto del abandono típico de casi todas las instalaciones públicas. Loable el esfuerzo de traer a nuestra ciudad un torneo internacional de un deporte, como el tenis, tan importante en el mundo (en Melilla también lo fue hace años, ahora ya no), pero más que criticable el estado de las instalaciones en las que ha de celebrarse el torneo. Desde hace más de cuatro años se está hablando de una imprescindible reforma de las pistas tenísticas. Prometidas desde entonces, y probablemente desde mucho antes de ese entonces, las pistas de tierra, que fueron una de las señas de identidad del tenis local y que desaparecieron para no dar trabajo de mantenimiento, parece que, por fin, se van a convertir en una realidad, quizás a principios del año próximo. Cuesta creerlo, después de tantas promesas incumplidas, pero esta vez parece que sí, que va a haber unas pistas de tierra en las que las rodillas sufran menos. Es posible que, con ellas, vuelva a verse a niños melillenses aprendiendo, primero, y compitiendo, más tarde. No como ahora, un ahora que muestra cómo Melilla ha desaparecido, a todos los niveles, del más mínimo nivel competitivo. Sin unas instalaciones mínimamente presentables (como está ocurriendo ahora con el golf) es imposible que haya escuela y es hasta un milagro que exista una cierta afición. Una muestra evidente del desastre de las actuales pistas es que la lluvia del domingo por la noche impidió, porque las pistas no drenan, que la jornada del lunes, ya con la fase final del torneo masculino en juego, empezara a la hora prevista, las diez de la mañana, a pesar del espléndido sol que iluminaba nuestra ciudad. Cutrez inexcusable. El tenis, en el nivel de alta competición, en el que Melilla no existe, a pesar de los Felicianos y Moyas -por citar sólo dos casos- que antes existieron, es un deporte muy, muy duro. Las dos jugadoras que el pasado domingo jugaron la final femenina, dos luchadoras como Estrella Cabeza y María José Luque, lo demostraron. Ganó la favorita, Estrella Cabeza, tras dura lucha, y sustituyó así en el podio a Lucía Cervera, ganadora el año pasado y compañera de entrenamiento, con Gala León, de mi nieto Francisco. El acto de entrega de premios, presidido por el nuevo Consejero de Deportes, Antonio Miranda -que tiene una labor muy difícil, con mimbres poco sólidos en los que apoyarse-, resultó algo deslucido, como el nivel del tenis melillense. Esperemos, porque desear deseamos, que el futuro próximo sea mejor y que Pablo Martínez, presidente de la Federación local, pueda disponer de más apoyos para cambiar la actual mala situación. El día de tenis al que me refería en el titular termina el lunes a las doce y media de la mañana. A esa hora, y en medio de un sol de nuevo espléndido, todavía no se habían secado las pistas, de manera que no había siquiera podido empezar los primeros partidos del día, los de las diez horas. Cutrez, ya lo decía antes.
