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Triste realidad

Me preocupan nuestros ancianos, nuestros mayores, los índices, tantos por ciento creciendo, aumentando el estado de soledad en que muchos de ellos se encuentran. Durísimo es vivir y sentirse solo. Muchas voces acreditadas nos alertan sobre el incremento-realidad al alza y acentuada durante esta maldita pandemia, un 6% más de mayores que viven solos demandando entre otras más atención, “acompañamiento”.
Una de las nuevas olas “invisibles” asola a este sector de población , un 19% del total , en ese viaje inevitable a la llamada senectud. Verdad es y lo aplaudo, aumenta el asociacionismo contra la soledad, las experiencias muy loables para atenderlo, muchas de ellas por iniciativa ciudadana consciente, solidaria y responsable, igualmente desde instancias de proximidad municipales, actuaciones en los barrios y comunidades, pero siguen siendo necesarios más medios, más partidas presupuestarias ad hoc, más cobertura poblacional, en una visión interdisciplinar que ha de mover la pesada losa de un tiempo que acorta el camino de quienes lo merecen todo y disfrutar de sus últimos años en las mejores condiciones.

Clave es la detección a tiempo, la prevención y el acompañamiento, la sensibilización que aminore las situaciones y su difícil casuística y complejidad ante lo que caben ni excusas ni relajamiento. En casos extremos, ningún mayor debe verse en la circunstancia de dimensionar en soledad. Ha de paliarse el sentimiento de abandono en muchos casos irresponsabilidad y dejadez egoísmo de quienes con consanguineidad próxima eluden la atención que merecen. Deberían establecerse “incentivos” más allá de la voluntariedad para con aquellos que dedican parte de su tiempo a ciudad y atender a quienes lo necesitan y demandan. Ser hijo implica sentirlo y ejercer de ello agradeciendo lo que han hecho por nosotros.

Somos el país cuarto del Mundo en longevidad. Según el INE en 2.020 más de dos millones de mayores de 65 años vivían solos, de ellos casi un 70% de mujeres un 40% viudas. Muchos de ellos, crónicos, con falta de movilidad, “ dependientes” y lo más preocupante, ancianos que silencian su “estado de necesidad” resistiéndose a reconocer sus déficits, su autonomía cada vez más debilitada . Ante ello no entiendo la actitud del Gobierno de coalición de no acelerar las medidas contempladas en el pacto- acuerdo para desarrollar la teórica “ Estrategia frente a la soledad no deseada”, más que necesaria en esta especial coyuntura. No caben excusas, ralentizaciones ni “ solo palabras ” ante tema tan vital y sensible. Y es que los mayores no pueden esperar pues las esperas se les hacen irremediablemente largas y desmotivadoras y ante ello, hechos, esperanzas que dulcifiquen el estado del alma, sentirse arropados. No hay mayor gozo que el seguir sintiéndose útiles, a su manera desde sus limitaciones sin menoscabar el derecho a seguir soñando.

Un mayor debería poder ser atendido cuando lo necesita en su domus pues es donde emocionalmente mejor se encuentra siempre que sea factible y en su defecto, la garantía de atención en residencia geriátrica al alcance de su realidad económica y en esto la garantía constitucional de su igualdad de oportunidades.

De manera colateral pero no por ello menos importante, mi preocupación ante el incremento de la equivocada y dañina auto medicación, en concreto aquella que disfraza los síntomas depresivos y de ansiedad, medicación que no cura pues la raíz del problema está en las causas que han de emerger y poder superar. Frente a ello un triste panorama, la falta de atención psicológica desde la Atención Primaria, donde en verdad se ayuda a manejar y cambiar para bien las situaciones. No al circunstancial ansiolítico y menos a su abuso. No a anestesiar los síntomas y el sí a una atención cualificada con todo respeto no propia del generalista .Pero claro eso son “pelas” y apostar por ello sin ambigüedades y con decisión. Seis psicólogos por cada 100.000 habitantes no creo sea avanzar hacia la urgente solución, doce puntos por debajo de la media europea (UE).

Quiero mostrar mi agradecimiento al maravilloso y profesional personal que desarrolla su inestimable trabajo en pro de nuestra tercera edad. A ellos mi sincero reconocimiento pues me consta dan mucho más de lo que les corresponde, necesitando de más medios humanos y presupuestarios.

Estas son algunas de las preocupaciones de este jubilado y el privilegio de poder expresarlo y compartirlo. También mis excusas por puede que alguna involuntaria inexactitud. Salud, amigos y mil perdones por mi vehemencia, cosas de la edad.

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