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¿Quo vadis Melilla?

Melilla viene asistiendo desde hace años -incluso antes de los actuales gobiernos local y nacional-, a un estado de grave y progresivo deterioro social y económico, que llevado a la terminología sanitaria se puede calificar como de pronóstico infausto, y que de no remediarlo sólo puede acabar en funeral; al menos como la ciudad española y europea, de población multicultural y crisol de convivencia que conocimos, en especial los que ya pasamos el cabo de la buena esperanza en nuestras vidas, y sin que ello signifique que hayamos perdido la ilusión -todo lo contrario-, porque ello no suceda e incluso estemos dispuestos a apoyar las fórmulas que lo eviten.

Sin embargo, ni los síntomas-datos subjetivos- ni los signos -resultados de las pruebas hechas al «enfermo»- llevan al optimismo, y lejos de los datos macro y microeconómicos existentes, que apoyan este pesimismo extendido entre la ciudadanía, hay hechos menos técnicos pero más contundentes, que lo confirman por reflejar la realidad diaria de los melillenses.

Nuestros jóvenes no ven ya futuro en nuestra ciudad, no sólo los que tienen cierta cualificación profesional -más notoria ante la falta de salida para su perfil, y por aquí empieza la ruina de una sociedad-, sino también de los menos o nada cualificados, porque Melilla cada vez tiene menos volumen de actividad para absorber el ingente volumen de éstos, ya que todos no se pueden dedicar al «nuevo yacimiento de empleo»(!?) que constituye la llegada de MENAs a Melilla, según un inopinado disparate más del gobierno local, desorientado sobre la realidad de Melilla y sus necesidades colectivas, por ello descoordinado en sus acciones y ejerce como un reino de taifas.

Si faltara algo, se le une el que muchos de los funcionarios venidos desde el resto de España, ya no quieren permanecer en Melilla más del tiempo preciso, y en ningún caso cuando sus hijos vayan a entrar en la educación secundaria, por eso incluso se van de Melilla durante la Primaria. Las causas de este éxodo sólo cabe relacionarlas con el paulatino deterioro del nivel educativo de nuestra ciudad -salvado por los centros concertados, de momento- a pesar del esfuerzo rayando en el sacrificio de los docentes, pero también y sobre todo, con la alteración de los parámetros de convivencia, que fuera otrora santo y seña de Melilla, debido a una pérdida brutal de valores que la hacen inviable.

No hay duda de que no es un problema exclusivo de Melilla, ya que la legislación estatal está en su génesis, mantenimiento y gravedad progresiva, pero en nuestra ciudad -por la concentración en sus 12 km. cuadrados de 100.000 personas-, se percibe de forma más agobiante, y empuja a tomar drásticas y dolorosas decisiones, como lo es marcharse de Melilla, que cuestiona su futuro.

A ojos no profesionales, las medidas que pueden resolver esta deriva, cabe enmarcarlas en diferentes esferas, que van desde la económica donde el gobierno de España debe de dotar y ejecutar -pasó el tiempo de estudios-, un plan para la recuperación socioeconómica de Melilla, sin duda ligado a la inclusión (sin letra pequeña) de Melilla en Europa, hasta el imprescindible pacto social de los representantes políticos, siendo imprescindible el recambio de los interlocutores que ya han fracasado en ello a lo largo de los años trascurridos.

Si con el cierre de su frontera, Marruecos ve una debilidad -incluso vital- de Melilla, no la reabrirá, por lo que hay que plantearlo como una posibilidad necesaria por vital, para abrir otras vías de supervivencia que en nuestro caso deben de mirar al norte. Y ello no significa que cerremos de forma definitiva la puerta al Marruecos próximo, pero la disposición mutua debe de ser desde la colaboración, y no desde la dependencia.

La CEME hizo un diagnóstico hace unos años, con su lema «Melilla se muere», el paso del tiempo y de otro gobierno -tanto nacional y local-, sólo ha empeorado las cosas, y así cabe entender el nuevo lema de «Melilla está muerta» de su último comunicado, usado para resumir la situación. El malhadado gobierno local, que consiguió el poder por la máxima del cambio es necesario, no supo traducir el mandato dado por la ciudadanía, porque ¡el cambio no era a peor!

N.A.- ¿Y de la epidemia qué? Debemos de ser optimistas en cuanto a que el control de su evolución, tanto en Melilla como en el resto de España, nos permitirá normalizar cada vez más nuestras vidas, y como hemos tenido Fallas tendremos Semana Santa -y Ramadán-, y hasta vacaciones de verano, salvo que una cepa mutante o la guerra de Putin, nos lo impida; pero hasta su control definitivo, deberemos de ser disciplinados y observar las normas de las autoridades sanitarias.

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Redacción

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