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Ventana al mundo

Prospectiva, Reformas y Planificación de la Educación

XI.- LOS OBJETIVOS EDUCATIVOS
En los años sesenta y setenta se empezó a propugnar la educación global y permanente al servicio del hombre total. Sin embargo, en la práctica terminó imponiéndose en muchos casos el «continuismo», pasados los primeros entusiasmos, lo que ha diluido no pocas veces las innovaciones más audaces. La propia realización cultural y, sobre todo, la preparación para la vida del trabajo, para la profesión, ha sido la finalidad más extendida, dando por supuesto un marco de realidades económicas y sociales bastante estables, al que en todo caso se debía adaptar cada uno en caso de ruptura imprevista.

Hoy en día el hombre se enfrenta, de manera pasiva o de forma acuciante y reflexiva, a su propia supervivencia física, a la búsqueda de su plena identidad cultural, al dominio del conocimiento de la información y de la tecnología, entre otros aspectos, pero sobre todo a la integridad de su dignidad humana, amenazada por el desempleo, por el hedonismo, por la escasa solidaridad y justicia social o por las numerosas formas existentes de recortar la libertad. La educación de los próximos años y décadas debería poder reconquistar para el hombre sus mayores esperanzas en medio de las transformaciones sociales, culturales y políticas en curso. Para ello, la reflexión sobre los nuevos objetivos debe partir de problemas reales y del hombre inserto en culturas concretas gracias al estudio profundo de la crisis actual de los valores y de las instituciones.

Los nuevos objetivos o finalidades de la educación se establecen a partir de una reflexión sobre el hombre concreto, aquí y ahora, reconociendo las diferencias culturales de los países y la singularidad de la persona en su dimensión biológica y espiritual. Es preciso formar al sujeto para que sea libre ante el poder económico y político, pero que sea a su vez sujeto social y adaptativo, cuidando la educación para la información y para la capacidad crítica en una sociedad democrática. Ello conlleva la sensibilidad ante las desigualdades y las injusticias sociales, con sentido de las prioridades y de los mínimos necesarios frente a la sola aspiración de una mejor calidad de vida. Por otra parte, la integridad moral y la apertura del hombre a la trascendencia deben ser respetadas siempre. Los objetivos de la educación se centran así en devolver el sentido de la vida.

Entre los valores que parecen formar parte del núcleo de valores universalmente aceptados, aunque no siempre practicados, se pueden señalar: La colectiva supervivencia humana; la primacía de la vida humana y su protección; la compasión por el prójimo; la preservación de la naturaleza; la dignidad humana; la justicia, la libertad y la equidad. Entre las normas instrumentales de estos valores se pueden enumerar: La solidaridad; la erradicación de la pobreza; la innovación; la creatividad; la responsabilidad; la propia ayuda. Y todo ello en un clima de honestidad, democracia y participación.

El objetivo constante de toda educación debe ser ayudar a hacer hombres y mujeres verdaderamente libres, es decir, que no sean esclavos de sí mismos ni de otros y que sepan entregarse al servicio de los demás, imbuidos de valores fundamentales y en el contexto histórico contemporáneo, es decir, tecnológico, de socialización y pluralista.

Desde esa perspectiva se concretan las siguientes funciones múltiples de la educación: adquisición de conocimientos; estructuración de la inteligencia y de las facultades críticas, así como desarrollo de la sensibilidad individual para una participación responsable en sociedad; desarrollo del conocimiento propio; visión personal y originalidad; superación de los impulsos negativos y destructivos gracias al desarrollo de valores éticos; aprendizaje de la comunicación; continuo despertar de las facultades creativas y estéticas, así como de la imaginación de cada persona; capacidad de adaptación para el cambio; adquisición de una visión global del mundo.

En la práctica, estos valores y objetivos se pueden cumplir gracias a la delicada relación directa y diaria entre los alumnos y los educadores (familia y profesores), y de todos éstos con su entorno social, religioso y cultural, incluidos los medios de comunicación social, cuya influencia es cada vez más creciente.

En todo caso, existe un consenso generalizado de que la educación debe preparar para aprender a vivir, a conviviryatrabajar. Tales exigencias pueden ser alcanzadas solamente gracias al cultivo de valores éticos a través del ejemplo, de la disciplina y del esfuerzo sostenido, junto con un espíritu de generosidad hacia los demás y la exigencia hacia uno mismo. La dignidad de la condición humana exige ante todo cultivar los valores del espíritu y de la cultura para vivir en plenitud. También necesita cultivar los valores e instrumentos sociales para convivir eficazmente en sociedad. Pero el hombre y la mujer no se sentirán nunca tales si no dominan los conocimientos y las destrezas que les permitan ejercer un puesto de trabajo o una ocupación, es decir, una oportunidad para participar en sociedad y poder ser plenamente uno mismo.

En síntesis, se trata de construir una educación para el hombre: Hombre hecho de barro, que hunde sus raíces en su entorno, y de espíritu, que se eleva por encima de egoísmos y apetitos cuando está movido por el sentimiento de lo más noble o por la última convicción de lo trascendente y eterno.

Hombre y familia, versión humana de lo eterno, merced a esa especie de supervivencia que se hace realidad gracias al amor. Amor, afectividad si se prefiere, que es el componente esencial de todo proceso formativo y la cualidad indispensable para todo verdadero educador y, desde luego, para los padres a fin de cooperar en la educación de sus hijos a lo largo de toda la vida y no sólo durante la edad temprana. Hombre cada vez más en medio de los hombres, a pesar de sentirse tantas veces solo, con sus múltiples afanes individuales y comunes: Afanes de política que lo dignifique; afanes de trabajo que lo redima; afanes de cultura que lo ennoblezca.

Tales son las coordenadas de esa opción defuturo a cuyo servicio se requiere más y mejor educación. Teniendo en cuenta el contenido de los anteriores apartados parece necesaria una revisión prospectiva de las estructuras vigentes de los sistemas educativos, reconociendo que la educación informal y la no formal constituyen, de hecho, parte de los mismos. Incluso aparece urgente el reconocimiento e incorporación de la educación prenatal y perinatal, que incluyen la formación sistemática y generalizada de los padres, así como los estímulos precoces perinatales, entre los que destaca la ternura familiar y la dieta apropiada.

De hecho, un armónico desarrollo emocional y psicológico requiere el apoyo familiar y aun comunitario (la ciudad educativa). El reconocimiento creciente del papel primordial de la educación preescolar, por su efecto compensatorio en edades cruciales del desarrollo mental, induce a plantear incluso su integración como parte de la educación básica gratuita. La educación básica es la encargada de inculcar valores, actitudes, hábitos y métodos de aprendizaje, junto con la progresiva adquisición de conocimientos para leer, escribir, contar, comunicarse y razonar sobre el pasado, presente y porvenir, incluyendo la enseñanza de la pretecnología moderna, los idiomas extranjeros, así como las bases de la informática, la formación artística y el desarrollo físicodeportivo. Estas enseñanzas básicas suelen ser impartidas normalmente hasta los doce o catorce años, pero tienden a extenderse hasta los dieciséis años de edad. A partir de ahí surge la alternativa de ofrecer una formación profesional gracias a cursos acelerados sobre técnicas específicas, o bien dar enseñanzas medias diversificadas (al modo de las comprehensiveschools o bien de las politécnicas medias) aunque de eficacia cada vez más dudosa en la adaptación a la cambiante demanda de personal especializado y en su inicialmente pretendida igualdad de oportunidades. Hoy en día se puede asegurar, como nunca antes, que la mejor formación vocacional/profesional es una sólida formación general básica, secundaria y superior. De ahí que las enseñanzas medias o bachillerato se hayan configurado últimamente más bien como la oportunidad para consolidar una cultura equilibrada humanísticocientífica, incluida la introducción a las nuevas tecnologías, a los principios de la economía y del comercio, así como a las relaciones laborales y a la organización de los procesos productivos, para ofrecer posteriormente la oportunidad de una formación profesional acelerada del nivel superior o bien continuar (en alternancia o no con la iniciación al trabajo) un primer ciclo de educación postsecundaria o superior que complete la «plataforma cultural» a un nivel más adecuado para las exigencias de las tecnologías de punta actuales.

Este nivel de formación global permite la posterior formación profesional en técnicas superiores o bien el acceso a carreras profesionales superiores que exigen una interacción de la investigación con la docencia, especialmente en departamentos interdisciplinares e intersectoriales, aún muy escasos en la práctica docente e investigadora. La formalización del nivel posgrado, con las especializaciones y maestrías en todos los campos del saber, así como con los cursos de doctorado y el reciclamiento posterior periódico (que algún día llegará a ser obligatorio), cierran la formación formal, a la que se suma la educación no formal de adultos, incluida la formación de la tercera edad.

En resumen, la estructura del sistema educativo debería abarcar los siguientes niveles y modalidades: Educación prenatal para los padres; estímulos perinatales del feto y durante el parto; educación informal infantil hasta los tres años de edad; educación preescolar hasta los seis años de edad; educación básica, a ser posible hasta los quince o dieciséis años de edad; educación secundaria hasta los dieciocho años de edad.Y, como alternativas: educación técnica media o bien formación profesional acelerada; educación postsecundaria, bien' sea de educación profesionalizadora superior, incluida la formación profesional acelerada para técnicas concretas, el master y la especialización.O bien la educación universitaria, propiamente dicha, para la investigación y la docencia, seguida del doctorado, así como el posgrado y el reciclaje en todos los casos.

Esta estructura debe conllevar el principio y la práctica de la educación permanente en cuanto intervengan: La educación informal de los padres y de los agentes culturales y sociales del entorno; la educación de adultos para la alfabetización funcional de los marginados, como primer paso en la incorporación al proceso de aprendizaje en una «segunda oportunidad», cultural y profesional; y la educación para la tercera edad ante las jubilaciones cada vez más tempranas y con una expectativa de vida prolongada.

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