Me pide mi buena amigo José Luis presidente de la Casa de Melilla en Toledo a la que el que suscribe pertenece y con los que he descubierto en varios viajes Melilla, que escriba como pregonero de la Semana Santa Toledana una letras como melillense de adopción, título que me adjudico por considerarme unido a esa ciudad insólita, de una belleza tranquila, …
…mediterránea, españolísima, con una historia que se hace presente en ocasiones también en esta ciudad de Toledo, donde placas y recuerdos nos unen en tantas ocasiones.
Pregonar la Semana Santa de Toledo, como si de Melilla también se tratara, supone un reto dentro de las experiencias que uno ha tenido como pregonero en otras ocasiones. En ésta es algo especial, tanto que a uno le pide el cuerpo hacer algo nuevo, singular, muy personal. Después de la lectura de los últimos pregones en los que se han exaltado estas fiestas santas, desde tantos enfoques y con tanta belleza, el resultado, fruto de la meditación y los paseos nocturnos por la ciudad, unido a las experiencias como cofrade, ha sido un pregón construido con tres soportes entre bíblicos, históricos y vivenciales. El primero nos centramos en el protagonista de la Pasión que no es otro que Cristo Jesús el de Nazaret aquel que siendo de naturaleza divina se quiso hacer como nosotros, el Jesús judío y su mundo familiar. Madre y parientes judíos, amigos, discípulos y seguidores judíos, en un escenario de la Pasión centrado en Jerusalem, haciendo un paralelismo entre aquella ciudad santa y Toledo. Ambas ciudades parece que nacieron en la misma familia, casi en el mismo paisaje, con las mismas piedras e igual o parecida carga cultural y religiosa. En Toledo se entiende mejor la Pasión del Señor, conociendo la pasión de los judíos que sufrieron también en esta ciudad la intolerancia, después de etapas históricas donde parecía que se había superado lo que hoy llamaríamos opción religiosa. Ciudad donde habían convivido como hoy ocurre en Melilla, varias culturas religiosas pacíficamente. Pero las etapas de intransigencia dieron al traste aquellas luces y caímos en las sombras de las persecuciones y la intolerancia, mortificando y marginando a los hebreos toledanos. Jerusalem se hace presente también en lo estético de nuestra ciudad y en lo espiritual. Las calles del entramado semita y la carga de austeridad castellana de nuestras manifestaciones de fe, nos llevan a entender mejor los escenarios y al personaje central.
En segundo lugar están los protagonistas hoy, los que conmemoran, recuerdan, celebran , reflexionan sobre los relatos evangélicos: los cristianos y aquellos que en estos días repletos de ritos y símbolos se agrupan en cofradías y hermandades y proclaman su fe como lo hicieron sus antepasados, cada uno a su manera y en su tiempo. Las calles de Toledo se convierten en una catequesis impartida por los agentes de la evangelización por el bautismo que son los laicos. Es la manifestación de la fe de un pueblo que se trasmite con unas dimensiones de penitencia, festivas o creativas que llamamos religiosidad popular que se nutre de los sentimientos que algunos persisten en no respetar, para intentar llevar al ámbito de lo privado lo que para el cristiano no puede sustraerse de la profesión pública de la fe en la calle, en la iglesia o donde su voluntad y su libertad le lleve.
Por último, la Semana Santa toledana con su variedad y antigüedad iconográfica, se traduce y se enmarca dentro de las celebraciones ascéticas, austeras, sobrias de penitencia y oración. Así es nuestra Semana de Pasión. En general sin aditamentos prestados, sin influencias ajenas a nuestra identidad. Somos una ciudad milenaria, con acusadas tradiciones vivas y renovadas; monumental, curtida por los vientos de la Historia, genuinamente castellana y consecuente con la espiritualidad que emana de las enseñanzas evangélicas de la Pasión vividas en nuestras calles. Más o menos, así podrá ser el pregón de un amigo de Melilla en Toledo.
