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Ventana abierta

Política, poder y corrupción

“El poder tiene tendencia a corromperse y el poder absoluto a corromperse absolutamente”. Genial frase citada siempre en contexto de corrupción, de Lord John Emerich Edward Dalberg-Acton, profesor de historia en Cambrigde. No se sabe si por pesimismo o por realismo también afirmaba: “Mi dogma es la general maldad de los hombres de autoridad”. No otra cosa pensaba Kant cuando decía metafóricamente: «somos un leño torcido del que no se pueden sacar tablas rectas». En otras palabras, en el ser humano hay una corrupción básica que se manifiesta en sumo grado en los portadores de poder. ¿Por qué precisamente en ellos? Nadie mejor que Thomas Hobbes para respondernos en su «Leviatán» (1651): “destaco, como tendencia general de todos los seres humanos, un perpetuo e inquieto deseo de poder y más poder, que sólo termina con la muerte. La razón de esto reside en el hecho de que sólo es posible mantener el poder buscando todavía más poder”. Existe, por lo tanto, una relación estrecha entre poder y corrupción. Ya lo decía Montesquiu: “la corrupción raras veces comienza por el pueblo”.

Corrupción es la acción y efecto de corromper, depravar, echar a perder, sobornar, pervertir y dañar. Por lo tanto, puede tratarse de una depravación moral o incluso simbólica. Es la práctica que consiste en hacer abuso de poder, de funciones o de medios para sacar un provecho económico o de otra índole. Se entiende como corrupción política al mal uso del poder público para obtener una ventaja ilegítima. A la corrupción se encadenan otros delitos, ya que el corrupto suele incurrir en la práctica para permitir o solicitar algo ilegal. El tráfico de influencias, el soborno, la extorsión y el fraude son algunas de las prácticas de corrupción más comunes.

La corrupción dificulta que un país mejore en su economía, ya que favorece evita la competencia y la libre concurrencia entre proveedores en igualdad. Aumenta la sensación de injusticia y crea desafección de los ciudadanos a un sistema que pueden llegar a percibir como contrario o desapegado a los intereses generales. La corrupción política es una realidad mundial; su nivel de tolerancia o de combate evidencia la madurez política de cada país. No es un problema reciente porque ya, Catón sobre la corrupción en Roma afirmaba: “estamos poseídos del lujo y de la avaricia, en público la pobreza, la opulencia en privado”.

Y qué decir de la corrupción política en nuestro país, España, ¿por qué hay tanta corrupción política? Recientemente se han hecho público los últimos datos del CIS y aparece en segundo lugar, después del paro, la corrupción como lo más preocupantes para los españoles. En España, existe un número muy alto de cargos de designación política en las instituciones nacionales, autonómicas y locales. En cualquier ciudad de España, puede haber cientos de personas, cuyos salarios dependen de que el partido “tal o cual” gane las elecciones, o lo que es lo mismo, Miguel Delibes, escritor español decía: “Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad”, también nos queda Chesterton en una genial frase suya que afirmaba “si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político”.

No han sentido ustedes la curiosidad de que porqué el inglés sea necesario para ser camarero y no para ser presidente del gobierno. Quizás debido a esto, el escritor británico Robert Louis Stevenson afirmó: "la política es quizá la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación". Si la victoria electoral es la meta, es proclive que se toleren con más facilidad, los comportamientos ilícitos, como otorgar tratos de favor a cambio de financiación ilegal. También podemos detestar la proliferación de promesas inverosímiles, porque el político es eso, lo que decía Nikita Jruschov: "los políticos son siempre lo mismo, prometen construir un puente aunque no haya río." Por eso no iba mal encaminado William M. Ramsay al afirmar: “vota al hombre que promete menos, será el que menos te decepcione”
¿Por qué los problemas tienen su raíz en la abundancia de cargos de libre designación?, quizás esté relacionado con la facilidad del “manejo” de los mismos, porque como decía Joseph Fouché: “todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es”. Sólo hay una regla para todos los políticos del mundo: “no digas en el poder lo que decías en la oposición”.

Uno de los principales problemas de la corrupción, no solo en política, se debe a cuando se ostenta demasiado tiempo el poder. Hemos podido comprobar a lo largo de nuestra corta historia democrática, gobiernos sobre todos autonómicos y locales durante décadas gobernados por los mismos, y como consecuencia de ello, los casos de corrupción han sido innumerables en muchas comunidades autónomas, ciudades y pueblos de toda la geografía española y de todos los colores políticos. ¿Han vistos ustedes a muchos políticos dimitir por corrupción? A Nicolás Salmerón no le faltaba razón cuando decía que “todo lo que en las condiciones de la vida no se renueva o transforma, o se corrompe o es foco de corrupción”. Como tampoco le faltaba ni un ápice de lucidez al genial político inglés Winston Churchill en su frase: “la alternancia fecunda el suelo de la democracia”. Es curioso que todo aquél que entra en política, pocos quieren salir, y el clérigo y escritor francés Jacques Benigne Bossuet lo vaticinó hace más de cuatro siglos con su frase: “la política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”.
¿Cómo superar la corrupción?, tiene difícil solución, pero para empezar, confiar-desconfiando siempre del ser humano, porque nunca es inmune al abuso del poder, nada de dar cheques en blanco, después, evitar la concentración de poder. La división de poderes fue pensada para evitar la posible corrupción. Luego, control por parte de la sociedad, utilizando principalmente los medios de comunicación. Exigir siempre transparencia en todos los procedimientos. Por último, castigar a los políticos corruptos con fuertes penas por haber cometido un delito especialmente grave: hacer daño a la colectividad, porque como dijo Abraham Lincoln: “se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.

Cierto es también que no podemos meter a todo el mundo en el mismo saco y por eso me quedo con la frase del político estadounidense, Kissinger: “No es cierto que todos los políticos sean corruptos, sólo lo son el 90 % de ellos”.

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