Y llegó el Viernes Santo, noche de luna llena fría que invitó al recogimiento y a la pasión. Una noche donde la Semana Santa de Melilla esperaba ansiosa su procesión oficial: el Santo Entierro.
La Real Cofradía y Hermandad Franciscana de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, representó, de forma sobria y elegante, la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret, a través de sus tres pasos.
Puntuales y bajo la atenta mirada de multitud de personas que esperaban la salida de los Titulares, a las diez menos cuarto de la noche, asomaba, por la puerta de la Plaza de Toros, el Santísimo Cristo del Socorro, portado por 45 chicas, todas muy jóvenes, que estuvieron conducidas por la campana de trono de Kiya Hernández, única capataz mujer de la Semana Santa melillense.
Tras el crucificado, aparecía uno de los pasos más esperados del Viernes Santo, el Santísimo Cristo Yacente. Un trono de gran envergadura, llevado a hombros por un grupo mixto de 180 portadores, bajo las órdenes de Antonio Guerrero.
Cerrando la procesión del Santo Entierro, Mª Santísima de los Dolores en su Soledad, una imagen de candelero, muy hermosa y antigua, de importante valor histórico y artístico; vestida con gusto exquisito por José Pedro Cobrero, que portaba un tisú muy utilizado en la Semana Santa sevillana, este año por “La Hiniesta”, en parte cubierto por una mantilla negra en señal de luto, que procesionó en un paso sevillano, recogido y austero de maderas nobles, realizado por Paulino Plata y adornado con flores blancas.
Los tres pasos estuvieron arropados por un gran cortejo de nazarenos, músicos, mantillas, representantes militares y autoridades locales.
