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Vida Universal

Mis obras acompañarán algún día a mi alma

No deberíamos dejarnos engañar por las beaterías hipócritas de las que se leen en más de un epitafio y que dicen cosas como estas: “Reposa junto a Dios” o “Ya ha hallado la paz”. No crea tampoco en los sonoros sermones del sacerdote que ante la tumba ponen el teatral punto final, diciendo: “Dios ha devuelto a Fulano al Hogar”. En el Apocalipsis de San Juan está escrito: “Luego oí una voz que decía desde el Cielo: dichosos los muertos que mueren en el Señor. Desde ahora, sí, dice el Espíritu, que descansen de sus fatigas, porque sus obras les acompañan”. Pero ¿cuáles son esas obras que acompañan al alma? En muchísimas ocasiones son los malos actos que están esperando ser purificados. Es así de sencillo: ¡tras el fallecimiento, el alma es lo que antes fue su ser humano! No se ha vuelto divina tan sólo por fallecer.

Tras el fallecimiento del cuerpo físico las obras del ser humano permanecen en su alma como correspondiente impronta, a menos que la persona haya reconocido a tiempo su comportamiento negativo, muchas veces bestial y sus vicios y los haya remediado dando los pasos que Jesús de Nazaret indicó: “Ponte en seguida a buenas con tu adversario mientras vayas aún de camino con él, no sea que te entregue al alguacil y este al juez, y termines en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo”.

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