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"Mi hijo se hizo adicto al trankimazin porque lo venden en la calle a tres euros"

melillahoy.cibeles.net fotos 1781 trankimazin

Una familia melillense denuncia que su hijo se volvió toxicómano como consecuencia de poder comprar en la calle, al precio de dos o tres euros, pastillas de trankimazin, un ansiolítico que si se usa sin necesitarlo, puede generar y trastornos de conducta con agresividad, desinhibición y agitación psicomotora. Estos padres piden a las autoridades que retiren las pastillas y que se administre la medicación vía inyectable al paciente que lo necesita. El Ingesa, que anima a denunciar ante la Policía cualquier foco de venta de drogas y medicamentos psicotrópicos, señala que el trankimazin no puede inyectarse. En las calles de Melilla es fácil conseguir 'pirulas' de trankimazin o de tranxilium al precio de poco más de dos o tres euros la unidad. Las pastillas están al alcance de cualquiera, del joven que quiere 'experimentar cosas nuevas' o el que intenta huir de la realidad y del que al que se las han recetado pero por motivos varios, prefiere sacarle otro rendimiento que el farmacológico.

Consecuencias
La consecuencia de ello es que no son pocos los jóvenes, especialmente adolescentes melillenses, que experimentan con las pastillas rosas y las blancas. Los efectos de bienestar y sensación de felicidad o paz que provoca ingerir este ansiolítico, esconde todas una serie de consecuencias negativas para el que ingiere una medicación que no precisa, por lo que además de la adicción, existen otros daños colaterales que conocen bien las familias afectadas.

El trankimazin es un medicamento que perfectamente administrado, supone una importante ayuda para las personas con trastornos de angustia, pero cuando se usa de forma lúdica, mezclándolo con alcohol, cannabis o cocaína, todo cambia, y es que puede llegar a producir un estado comatoso, que en algunas ocasiones puede dar lugar a una intensa depresión respiratoria y la muerte.

En los casos no tan graves, la mezcla con alcohol produce una destrucción neuronal importante, que a su vez origina pérdida de memoria, confusión y desorientación temporo-espacial y trastornos de conducta con agresividad, desinhibición y agitación psicomotora. "Es decir, un medicamento que bien utilizado mejora sustancialmente una dolencia, puede llegar a ser altamente dañino para la salud. Pero la culpa no es de la sustancia, sino del uso inadecuado de la misma", indican los especialistas.

Drama familiar
Esta realidad la conocen a la perfección un matrimonio melillense que prefiere quedar en el anonimato pero que, aún así, da la voz de alarma sobre el grave problema de la venta callejera de este tipo de ansiolíticos. Su hijo era un buen estudiante. Finalizó el instituto y empezó a estudiar un grado superior, pero "empezó a cambiar". Dejó de ser esa persona amable, educada y sonriente, para convertirse en un desconocido amargado, maleducado y violento. "El cambio fue poco a poco, pero como madre te das cuenta que algo pasa. Al final, nos lo contó. Consumía trankimazin que compraba en la calle a los camellos a tres euros. Él y otros amigos han caído también, han dejado de ser niños normales para ser drogadictos", se lamenta esta madre. Su hijo, de 22 años, ha empezado un tratamiento de desintoxicación en Proyecto Hombre, por lo que tienen puestas sus esperanzas en que se recupere y vuelva a ser la persona que era.
"Nuestro miedo era que con las pastillas pudiera hacerle daño a alguien y no se diera cuenta y lo perdiéramos por culpa del trankimazin", expone el padre. El cansancio y la desesperación se reflejan en el rostro cansado y los ojos apagados de este matrimonio melillense que alertan a las familias de Melilla que no bajen la guardia. "Cuando has criado a tu hijo, sabes cuando está bien o cuando algo le pasa, porque lo has tenido desde el minuto uno en tus brazos. Mi hijo era buen estudiante. No trasnochaba. Se reía. Pero poco a poco se convirtió en otra persona. Llega tarde. Fuma porros y ya no es respetuoso".

Proponen estos padres que para evitar que el trankimazin pueda seguir en la calle, que las personas a las que se les recete, que no se las den en pastillas, sino en inyectables. "Ahora no hay control de las pastillas, por lo que proponemos que no den receta, que no den pastillas, sino que le inyecten en el centro de salud el medicamento a la persona que lo necesite. Así se evitará que haya quien las venda en la calle. Algo hay que hacer, porque se pueden conseguir en cualquier parte de Melilla", denuncian.

Ingesa aconseja denunciar
Desde el Ingesa se señala a este Diario, que el problema en cuestión "no es un tema exclusivamente sanitario, así pues la respuesta puede darse desde varias ópticas". Desde el punto de vista asistencial, se recomienda a la familia que detecta la situación que acuda "a su médico de familia y expresar su caso y, si así lo considera el facultativo, se remitiría (al joven consumidor) a la Unidad de Salud Mental".

En cuanto a la posibilidad de retirar las pastillas por inyectables, se informa que la administración por esta vía "sólo es posible en fármacos que tengan esta presentación y con la indicación del facultativo, de acuerdo a la estrategia terapéutica y el trankimazin no la tiene".

Se apunta que existe un control de los pacientes en tratamiento con trankimazin, que es el que ejerce el facultativo a través de las revisiones en consulta y análisis si son pertinentes. Desde Ingesa se reseña que, en cualquier caso, la venta de psicótropos "es un hecho denunciable ante las fuerzas y cuerpos de seguridad ciudadana", por lo que se recomienda denunciar cuando se detecte este hecho: la venta de pastillas o psicotrópicos en la calle.

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Jesús Andújar

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