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Nota En Libertad

Luces y sombras de las nuevas tecnologías de la información

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Hoy en día es difícil vivir ajeno a los cambios tecnológicos, que nos rodean e invaden en todos los ámbitos de la vida. Si echamos la vista atrás, a tan solo unos 15 años, probablemente dos de las cosas cuya ausencia es más visible –y tal vez agradecida– son los móviles e Internet, que, si bien ya existían, no eran tan ubicuos como hoy. Y es que los teléfonos móviles y el acceso permanente a Internet a través de ellos han transformado profundamente la creación, difusión, y asimilación de la información en nuestra sociedad. El pasado lunes 31.03.14, en el madrileño Hotel Wellington, tuve la oportunidad de asistir a un interesantísimo coloquio titulado “El poder de la sociedad de la información” que, organizado por la Fundación Wellington, abordó la cuestión de las nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs), centrándose en particular en sus efectos sobre el periodismo y el poder. No en vano dos de los ponentes y el moderador son importantes personalidades del mundo de la prensa, y, la tercera ponente, una política de gran relieve actual. Estamos hablando de Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid; Edurne Uriarte, catedrática y columnista en ABC; Ángel Expósito, periodista y exdirector de ABC; y Alfonso Rojo, quien moderó, fundador y actual director de Periodista Digital.

La discusión fue francamente interesante, por la variedad de temas abordados y lo distinto de las posiciones mantenidas por los ponentes. Uno de los debates más interesantes fue el que se refirió a los efectos de las redes sociales sobre el periodismo tal y como lo conocemos. Las redes sociales, como Twitter o Facebook, constituyen mundos abiertos en los que cualquiera puede opinar sobre cualquier tema, sin límite ni control, ni que por supuesto nadie pida credencial alguna. La facilidad con la que los mensajes se pueden propagar por estos medios, y el hecho de que el que con la televisión o la radio era un mero receptor del mensaje ahora pasa a ser emisor, ha multiplicado exponencialmente la cantidad de información disponible.

Pero esta multiplicación hace que nos planteemos una serie de cuestiones: ¿es positiva esta sobreabundancia de datos no contrastados? ¿puede sustituir la cacofonía de las redes al periodismo serio e informado? Edurne Uriarte y Ángel Expósito fueron bastante críticos al negar valor informativo o periodístico a la inmensa mayoría de los mensajes que se intercambian en las redes sociales. Alertaron de los efectos nocivos de las mismas por la constante aparición de información falsa –con el ejemplo reciente y preocupante del “avión” amerizado frente a las costas de Gran Canaria, que resultó ser un barco–, por el tratamiento superficial y carente de análisis y por la ocultación del emisor que puede lanzar injurias y calumnias desde la opacidad e indefensión del ofendido. Ante la actual impunidad: ¿será posible que algún ente llegue a tener autoridad para identificar a los “anónimos” a los que exigir responsabilidades?
Los efectos de esta pérdida de análisis y celeridad con que se mueven las noticias, en este tsunami informativo de profundidad limitada, pueden ser graves. Aunque Uriarte y Expósito consideraron, de forma optimista, que el periodismo serio pervivirá, incluso en formato papel, porque el público quiere análisis, lo cierto es que las TICs, con Internet y las redes sociales a la cabeza, influyen en el gusto del público. De hecho, esto ya parece estar ocurriendo entre los más jóvenes, para quienes resulta difícil mantener la concentración más allá de unos pocos minutos. En efecto, si el público pierde la capacidad de asimilar información compleja, ¿por qué no iban a perder su posición los que se dedican a elaborar y comercializar ese tipo de información?
Interesante y más esperanzada fue la reflexión de Alfonso Rojo, quien consideró que en países de libertad de prensa limitada, las redes pueden erigirse en alternativas informativas imprescindibles. Casos como Cuba, Venezuela, o el Egipto de Mubarak, son ejemplos de cómo la sociedad busca cauces al margen de los medios tradicionales controlados por el poder para hacer que se oiga su voz. Sin embargo, comentó que los periódicos digitales no son buen negocio, actualmente.

Respecto a los posibles efectos políticos de esta movilización 2.0, a través de las redes, también hubo discrepancias. Edurne Uriarte negó todo valor organizativo y movilizador a las redes, acusándolas de una falta de profundidad que limitaría toda organización seria a través de ellas; sin embargo, como contrapunto a esta idea, Cristina Cifuentes defendió su valor al permitir un contacto muy directo e inmediato entre los políticos que se han zambullido en el mundo de las redes, y sus representados. Los efectos de las TICs sobre la política merecen una reflexión seria y pausada. Por ahora, aunque algunos los nieguen, son ya muy fáciles de percibir. Algunos son indirectos, a través por ejemplo de la mayor difusión y alcance de la información entre la sociedad, o, fruto de la avalancha informativa, la rapidez con que mueren los escándalos, sin que nadie se pare a reflexiones profundas. Otros efectos pueden ser más directos, como la relevancia de las campañas políticas en Internet (véase Barack Obama), o las campañas organizadas en las redes sociales para desacreditar o criticar, que pueden cambiar la perspectiva de un poder público sobre un tema concreto, sin que los medios de comunicación tradicionales intervengan más que al final, cuando ya se ha lidiado el toro.

CONCLUSIÓN: El mundo está interconectado y las TICs permiten conocer, casi inmediatamente, lo que pasa hoy en Madrid, en el resto del planeta. Desde un punto de vista de la libertad de información y de comunicación, cabe hacer dos valoraciones: la primera, que es positivo que cualquiera pueda expresar su opinión, llegando su voz a quien quiera escuchar. El beneficio de esto supera con creces el riesgo de que ciertas personas hagan uso fraudulento o anónimo de las redes o las usen para injuriar o calumniar. Ante la actual impunidad cabe pensar que en algún momento surgirá algún mecanismo jurídico para identificar a los emisores de ofensas y plantear responsabilidades. La segunda reflexión es más compleja: ¿nos llevan Twitter, los móviles, la Wikipedia, Facebook, etc., a un mundo en donde parar y reflexionar es un lujo al alcance de muy pocos? Esta aceleración del tiempo y ubicuidad de la información son fenómenos que, sin duda, definirán en los próximos años a las sociedades modernas, y mientras tanto, son muchas las oportunidades empresariales y tecnologías.
(www.clubliberal.org)

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