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El rincón de Aranda

“Limpiaculos real e himno anal”

La verdad es que en Internet, y en revistas de prestigio, como en “Muy Interesante”, se pueden leer informaciones tan insólitas e increíbles, pero ciertas, de cosas que ocurrieron hace siglos, que muy bien pueden ser trasladadas a la actualidad; hipotéticamente hablando, claro está. Pero lean y comprueben gran parte de lo que he transcrito del cuadernillo de la revista…

… “Muy Interesante”, de mayo de 2005, donde se puede leer bajo el título: “Himno Anal”, que en 1686, Luís XIV de Francia, fue sometido a una terrible operación debido a una fistula anal. Por lo visto la herida tuvo que ser abierta dos veces sin ninguna anestesia pero, según el personal del palacio de Versalles, el rey aguantó estoicamente. Hombre, algún gritito lanzaría el pobrecillo. Entonces unas monjas del claustro de Saint-Cyr se hicieron eco de la recuperación del monarca y lo celebraron componiendo una canción que titularon: “Grand Dieu Suavez le Roi”. Un viajante inglés que oyó la melodía, la copió e hizo una versión que se convirtió en el himno británico: “God Save the King”.

En este mismo país de Gran Bretaña, por raro que hoy nos pueda parecer, el puesto de ‘Groom of the Stool‘, que si lo traducimos quiere decir: “Novio del Taburete”, o “Limpiaculos Real”, como le llamaríamos nosotros fue, desde su instauración en el XVI, uno de los más cotizados de la corte real británica. Suerte tenías si te tocaba un rey campechano y comedido en su alimentación, pero si era amante de las comidas abundantes y picantes, el trabajo podía ser, nunca mejor dicho, un auténtico marrón.

Fue Enrique VII, el primer monarca que sintió la necesidad de que alguien se encargase del mantenimiento y limpieza de su ano, de sangre azul. Pronto el cargo adquirió importancia, dado que el “mozo de las heces” pasaba largos ratos, en intimidad con el Rey, asistiéndole a retirarle sus pesados ropajes, para que pudiese hacer de vientre de forma relajada y decorosa, como Dios manda.

El puesto requería andar todo el día entre toallas, cuencos y palanganas llenas de agua, acarreando la pesada silla de cagar por los pasillos, y salones de palacio, como las antiguas tronas, con boquete en el asiento abatible. Tengo que decir que yo tuve una de chico, donde nos criamos mis hermanos y yo, que fui el último, y también mis amigos, los hermanos Antonio (Añoño) y Rogelio Jiménez. También debía monitorizar la dieta y horarios de comidas del Rey, y organizar su agenda, en base a los hábitos de su tracto digestivo. Además era necesario tener cierta educación, porque había que darle conversación al soberano en sus, a veces, apretados momentos de relax y desahogo. Así que se solía otorgar el currelo a jóvenes de la aristocracia. De hecho las familias que pretendían medrar ansiaban tener a uno de sus miembros a cargo del culo más importante del país. Si los chavales eran buenos trepas, sacaban una generosa paga, y se les regalaba la ropa usada del monarca y podían hasta convertirse en secretarios personales del Rey; y qué mayor confianza con el que te limpiaba el ojete. Se desconoce si durante el proceso de selección, se tenía en cuenta la suavidad de la piel de la palma de las manos del candidato, dado que el papel no abundaba en aquéllos tiempos. Más bien sería como las actuales lijas del “000”, que los ebanistas aplican en las maderas finas, para barnizar.

Durante los cuatro siglos de existencia del puesto de “Limpiaculos del Rey”, (se abolió en 1901, bajo el reinado de Eduardo VII), se produjeron pocas incidencias destacables. Henry Norris, por ejemplo, fue ejecutado por orden de Enrique VIII, tras ser acusado de prestar una atención especial a la “sonrisa vertical”, de la Reina Ana Bolena. ¿Fue complot político, ataque de “cuernitis” aguda, o que tenía las manos tan ásperas, como una basta lija del “0”?. Jorge III (1760-1820), que el pobre estaba como una chota, usó durante su reinado nada menos que a nueve mozos “limpiaojetes”. Existe una película de la vida de este monarca: “La Locura del Rey Jorge”, de 1994, protagonizada por Nigel B. Hawthorne. Uno de estos “limpiaojetes”, John Stuart, llegó a ser Primer Ministro Británico, lo que demuestra que la creencia popular de que cuidar y limpiar bien ciertos culos te puede ayudar a ascender. Al menos en la política británica de entonces tenía una base real.

Aquí, en nuestro país, en la actualidad, cualquier insignificante “estómago agradecido”, pertrechado de un cepillo “limpiacaspa”, puede prestarse a ese currelo, aunque lo desempeñe con el órgano muscular móvil, llamada la “singüeso”, que lo mismo tiene funciones digestivas, respiratorias, sociales e incluso sexuales; la que los más osados, e irreverentes volterianos, suelen denominar: “Lameculos”.

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