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La soberbia es un lujo que se paga caro

Por Francis Aguilera

Vaya por delante que, bajo ningún concepto, escribo estas líneas para dañar el deporte que más quiero en esta vida, no en vano, fui entrenador de estos jugadores en la década de los 90 y me ligan muchas amistades al mismo, pero no puedo permanecer callado ante la situación resultante, que no es otra que la derrota en una fase ad hoc que, para colmo, se disputaba en Melilla.
El Melilla Baloncesto Sport Capital en silla de ruedas ha quedado fuera de la final a cuatro de la fase de ascenso a 1ª División tras su catastrófica derrota ante el Discaesports mallorquín por más de 30 puntos de diferencia, y que, a pesar de la victoria ante el Girona Básquet, dejaba un triple empate en el que los melillenses quedaban fuera de la lucha por el ascenso antes de la disputa del último encuentro.
La reflexión a la que voy es para el Club Melilla Baloncesto, que debería preguntarse en manos de quién tiene la gestión de un equipo al que se le van jugadores amateur como Faroc, o que prescinde de la ayuda gratuita de uno de los hombres que más sabe de baloncesto en silla de ruedas en España, como es el caso de “Manolito” Pérez Luna.
Tanto la ausencia de Faroc como la de Manotilo han sido debidas a discrepancias con la misma persona, que parece impartir justicia con rodillo, olvidando que toda la ayuda es poca en cuestiones deportivas, donde la humildad es un tesoro difícil de valorar.
Dejar fuera del equipo, con una plantilla tan corta y tan poco trabajada a dos personas muy importantes, una en las rotaciones y otra en la dirección, ha sido un lujo que se ha pagado muy caro, ya que, al menos la fase final estaba al alcance de la mano.
El Club Melilla Baloncesto y la consejería de Deportes deberían reflexionar por qué se llega a la fase de grupos con solo seis jugadores en plantilla y por qué se prescinde de una ayuda GRATUITA en el banquillo.
Que el proyecto ha salido gracias a la política es de todos sabidos, pero que no ha estado en las mejores manos, es del todo demostrado con las gestiones realizadas, como el fichaje fantasma de un iraquí que residía en Bilbao y jugaba solo los partidos o la desaparición por “discrepancias” de un jugador tan importante como Faroc, por no decir ya, el desprecio a un hombre que, gratuitamente, los que de esto sabemos un poco, ha aportado mucha luz en las pocas semanas que estuvo en el equipo en el que le dejaron trabajar.
Si realmente la Ciudad y el Melilla Baloncesto –del que emana el gasto de este proyecto retraído de su propia subvención- quieren tener equipo de baloncesto en silla de ruedas en nuestra ciudad, creo que deberían plantearse seriamente en manos de quién ponen el proyecto.

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