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El rincón de Aranda

La honorabilidad del muy honorable

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No sé a ustedes pero a mí, ver a Jordi Pujol y a su esposa, zancajeando y tropezando por las empinadas callejuelas del pueblo donde pasan sus vacaciones, me enternecen un montón, porque unos jubiletas como ellos, que han gobernado Cataluña durante más de 20 años, creo que lo tienen muy merecido, por el “agotador” currelo que han mantenido. Pero claro que cuando Joan Maragall, antes de la “visita” que le hizo el doctor Alzheimer, le dijo en febrero de 2005, en plena sesión plenaria del Parlamento de Cataluña, desde su escaño, al entonces jefe de la oposición, Arturo Más: “Su problema se llama 3%”. Se refería a que alguien distraía por la jeró el 3% en comisiones. Y no me vean cómo se le echaron encima los “tiburones”, por injurias y calumnias. El caso es que los Pujol nos tenían embaucados a todos los españoles: a los que hablamos castellano, y a los que parlan el catalá; e incluso más a los que en Cataluña padecen el síndrome de Estokolmo, como son los descendientes de inmigrantes de toda España, que en los años 50 y 60 peyorativamente llamaban: “Charnegos”. Como anécdota curiosa, en aquéllos años, a Cornellá del Llobregat recuerdo que le llamaban: “Charnegolandia”, por la cantidad de andaluces, murcianos y gallegos que vivían allí.

Yo, como españolito normal, y con el derecho al pataleo, le dedico a ese matrimonio, vástagos incluidos, del supuesto 3%, lo que D. Francisco Quevedo y Villegas, hacía en defensa del Pedo; si señor, ha leído muy bien: ¡del glorioso Pedo!. Aseguraba D. Francisco que lo del pedo es un asunto tan delicado, que se podría asegurar que es de cuerpo flaco y enjuto, entendiendo lo estrecho y reducido de la puerta de la habitación por donde sale a tomar el aire……. Su idioma o lenguaje, todos lo oímos, y nadie entiende. Decía el gran dramaturgo que existen seis clases de pedos: Brutal, Disminuido, Almibarado, Albardado, Musical, y Tímido. Como seguramente, y en el caso de que los encuentren culpables, esta gente no va a devolver ni un puto duro, yéndose de rosas de pitiminí, yo solo les deseo que, constantemente, escuchen el sonido del Pedo Brutal, el que se parece a un escopetazo, el que sale por la puerta de su habitación con tal violencia, que se podría jurar que arrancan las junturas, o pliegues, del esfínter, como si rasgasen a la vez varios metros de vieja lona. Este es el que no deja indicio alguno en el lugar por donde pasa, y podría compararse con la nota Do, de un trombón bajo de varas, o con la trompeta de un órgano. Así que va por ellos.

Hace unos días se ha visto en la televisión los fastos de la batalla del 11 de septiembre de 1714, sobre el “soberanismo” catalán. Y además lo han hecho muy pintoresco, con las vestimentas de la época, cañonazos de rigor, y toda la pesca. Cuenta con unas ochenta actividades, bajo el lema: “Viure lliure”, o sea: “Vivir libre”. Lo que no dicen es que toda esa parafernalia independentista, así como el que no quiere la cosa, les va a costar a los catalanes unos tres millones de euros. Estos señores: Más y adláteres, dicen que la conservación de las libertades, privilegios y prerrogativas de los catalanes, que sus antecesores ganaron a costa de su sangre gloriosamente alcanzaron, ellos creen deber mantener, las cuales no fueron tomadas en consideración ni en Utrech, ni en Hospitalet. El cronista Francesc de Castellví tras la firma del Convenio de Hospitalet, decía que un clima derrotista se apoderó de Barcelona, donde por las noches se podían oír cantos en catalán: “Carlos e Isabel al fin nos han dejado”, o “Ingleses han faltado, portugueses han firmado, holandeses firmarán y al fin nos colgarán”. El historiador catalán, Ferrán Soldevila, en “Síntesis de la Historia de Cataluña”, dice: “La defensa fue tan heroica que suscitó el estupor y la admiración de toda Europa, ganándose el respeto de sus adversarios en sus figuras más dignas. El Consejo Municipal, que encabezaba Rafael de Casanova, -con calle en el Ensanche barcelonés-, fue el alma de la resistencia…”. Varios historiadores afirman que Casanova consiguió ocultarse, y pocos años después, incitado por sus familiares, se acogió al perdón real, y residió hasta su muerte sin que nadie le molestara en San Baudilio de Llobregat -San Boi-. Yo creo que ahora vendrían muy bien los versos de Machado: “Que lo que sucedió no haya pasado, cosa que al mismo Dios es imposible…..”, que traducido al lenguaje vulgar, se expresaría, hoy, en una canción moderna, más o menos así: “Lo que pasó pasó, entre tú y yo, fue lo nuestro un impulso…..”. Pero lo más grandioso es que en nuestra ciudad existe una calle en El Tesorillo, con el nombre “Voluntarios de Cataluña”, que para saber los motivos de colocar ese letrero sería menester varias páginas de la Historia de nuestra ciudad, o leer en la pág. 369 de “La Historia de Melilla a través de sus Calles y Barrios”, que editó la Asociación de Estudios Melillenses en 1997. Pero como aperitivo deben saber que intervino en el Sitio de Melilla (1774-1775), en la Expedición de Argel en 1775, en el bloqueo a Gibraltar en 1779, y en 1781 en la conquista de la Isla de Jamaica. O sea que fueron unos buenos españoles: ahí, con dos cojones.

Y ahora Napoleón, que aún sigue en nuestro callejero, con su mano en el pecho, como un falso prócer de nuestra ciudad. ¿Cuándo lo retirarán?. Si algún día, aunque sea con nocturnidad y de esquinilla, quitasen la placa, por favor: háganlo saber por medio de la redacción de este periódico. Les prometo que guardaré un sepulcral silencio como agradecimiento.

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