“Justicia, la malquerida”

Aquella a la que se le “soba” con el agasajo institucional, casi siempre interesado; aquella que es objeto de jornadas, seminarios, conferencias (y debates y su continuación lúdica) en aras del conocimiento y lo académico, con tanta frecuencia interesado. Aquella a la que se le premia y condecora cual amasijo sin orden y con raros casos argumentados en pro del reconocimiento, casi siempre, también, interesado. Aquella a la que, incluso, se le espía, sin duda por espurio interés, pero lo que de verdad importa, eso que la hace verdaderamente efectiva y justa, adolece de recursos, al menos parcialmente. No es la primera movilización de jueces y fiscales, no es la primera huelga general. Independientemente del techo político que haya habido a lo largo de muchos años, sea de derecha o de izquierda, la reivindicación es la misma, la respuesta es la misma, el problema es el mismo: medios humanos y técnicos, retribuciones e independencia. Y si no todo lo que se viene pidiendo es factible a corto plazo, todo es razonable. La Justicia está detrás y delante de todo en la vida de una sociedad, por el contrario, si así no fuera, no habría Derecho. No habiendo Derecho, no hay auténtica democracia y así, la libertad se adultera.

Cuando todas la asociaciones de jueces y fiscales, conservadoras o progresistas, están de acuerdo, reman hacia la misma orilla, es que la razón les impulsa y el objetivo es incuestionable. Así debe entenderse ya que el fin perseguido no puede ser otro que el ciudadano, objeto único de la Justicia. Políticos, particulares o empresas acuden a ella con la esperanza del beneficio de su ejercicio y para que esta se imparcial y justa necesita sanear su estructura, sin “atajos”.

Todo el mundo quiere la imparcialidad, la independencia (para incluso que ella misma sea quien depure objetivamente a quien lo merezca de su gremio, que en todas las casas cuecen habas, como es natural), pero quienes tienen la posibilidad y la obligación de procurarla (la política parlamentaria y el ámbito de poder) suelen dejarse llevar por la corriente del paso del tiempo. Hay demasiada política en la Justicia, cuando lo que debiera haber es mucha de la primera para mejorar la segunda, pero cada una en su casa, cada una sus normas. En convivencia y sin connivencia.

Si se vuelve a ver y sentir esa imagen de jueces y fiscales a las puertas de sus instalaciones en huelga bajo los servicios mínimos (cuesta trabajo digerir el minimizar una prestación básica), será consecuencia de la enésima propuesta de negociación fracasada del Ministerio correspondiente que no habrá hecho mas que intento de dilatar un problema que no muere de viejo, sino que se agrava en su longevidad.

De la confusión en el amor viene el malquerer. El agasajo y la loa no compensan lo necesario y verdadero. De ahí que a la Justicia se le sigue malqueriendo. Es sólo una opinión.

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