Por Jacinto Montes
Hace unos 15 años, en un crucero por los Países Bálticos, conocí a un matrimonio asturiano, Toto y Pacha, él gran conocedor de la historia del comunismo me explico los pormenores de un mamotreto de edificio en Tallin,-me recordaba a los monumentos de Corea del Norte- que los rusos no habían terminado, empezado a construir en época de Stalin.
Desde entonces mantenemos una relación fluida y en una de nuestras comidas, se suelen alargar por más de 6 horas, entre copa y copa, que habían atravesado un par veces el Océano Atlántico en barco en un crucero en otoño. Me prometí que lo haría cuando me jubilara.
Inicié mis gestiones en verano y había prereservado uno que se dilataba 16 días. Una invitación a un cumpleaños de un viejo amigo de profesión, motivo para cambiar las fechas y el itinerario.
Me decidí por uno de 11 días con destino a Nueva York que realizaba Norwegian Prima Cruise Line que partía de Barcelona.
El viaje se iniciaba el día 20 de noviembre, lunes, por lo que tuve que pernoctar la víspera en la capital catalana y disfrutar de su rica gastronomía y de buenos paseos.
La Ciudad Condal posee un muelle exclusivo para cruceros, alejado de la Plaza de Colón. Un autobús te puede acercar, pero es mucho más cómodo un taxi, medio de transporte que utilicé.
Después de sortear una cola inmensa para realizar el chekin, dos horas, pasé al barco, una vez tomado un vino con unos amigos.
