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Feliz Navidad

Por diversas circunstancias familiares estaré fuera de España durante los próximos días. Además, el próximo día 25, Navidad, los periódicos no salen y los periodistas descansan e intentan disfrutar tranquilos de la Nochebuena. Así que, en principio, me despido de todos ustedes, queridos lectores, hasta el próximo año, 2023, deseándoles todo tipo de venturas en el final de este 2022 y en los primeros días de un 2023, un año que tendrá en España -Melilla incluida- un marcado carácter electoral, con elecciones municipales y autonómicas a finales de mayo y con elecciones generales antes de que termine el año próximo, por obligación legal, o cuando quiera convocarlas, siempre dentro de ese año, el presidente del Gobierno.
El panorama general no es para alegrarse demasiado, pero no hay que rendirse. Leyendo muchos artículos es difícil que uno llegue a asombrarme, pero eso es lo que me ocurrió el domingo pasado con un artículo de Ignacio Camacho en ABC, de título “Democracia fracasada” y subtítulo “Las democracias fracasan cuando sus leyes se convierten en la expresión arbitraria de una autoridad desviada”. Ese es el paradigma al que se ha ido deslizando el sanchismo, concluye.
El artículo termina citando a Thomas de Quincey, cuya imaginación subvirtió sistemáticamente la lógica y el buen sentido burgués británico del siglo XIX. Camacho recuerda que Quincey ironizó sobre la banalidad del mal diciendo que se empieza por cometer un crimen (uno de sus libros fue “Del asesinato considerado como una de las bellas artes”) y se acaba por faltar a misa de precepto o por no ceder el paso a las damas. Sánchez lo hizo al revés: comenzó plagiando una tesis y al ver que nadie le daba importancia ha seguido normalizando el fraude hasta perpetrar la falsificación de la democracia”, a la que está convirtiendo en una “democracia fracasada”.
No debemos rendirnos. La Navidad, que fue el comienzo de una nueva era, nos debería recargar de esperanza. La de que nuestra democracia no fracase, por ejemplo. Que alguno de los socialistas históricos o presidentes socialistas de algunas Autonomías y Ayuntamientos consigan corregir el rumbo de un partido que, como está ocurriendo también en Melilla, camina hacia su desaparición. O que, como no pocos españoles manifiestan, despierte de una vez Alberto Núñez Feijóo, o, en caso contrario que vuelva a Galicia y que alguien como Isabel Díaz Ayuso, o ella misma, ocupe la dirección de un partido que, guste más o menos, es el único que en estos tiempos puede apartar al sanchismo del poder, pero no actuando como si España fuera la Galicia que Feijóo tan bien presidió en vez de la actual democracia sanchista, la democracia fracasada en la que Sánchez está convirtiendo a España.
Siempre digo que Melilla es una apasionante ciudad laboratorio, en la que los problemas básicos, irresolutos, tienden a repetirse una y otra vez. El pasado jueves, en nuestra habitual sección de la página 2, recordábamos que hacía 30 años el PP, entonces presidido por Jorge Hernández Mollar, pedía al PSOE que efectuase con seriedad las convocatorias de diálogo. También recordamos que hacía 25 años, el 15 de diciembre de 1997, el PSOE melillense elegía a Román Dobaño como nuevo Secretario General y éste declaraba, como política fundamental de su partido, su “absoluto respeto a los medios de comunicación”. Un respeto que hoy, desde el partido más numeroso del ya moribundo Gobierno de Melilla, CpM, brilla por su ausencia -como lo demuestra el incumplimiento de los acuerdos con los medios de comunicación locales por parte de los mismos que lo propusieron, Dunia Almansouri y su jefe, Mustafa Aberchán- como ocurrió con el PSOE de Julio Bassets durante los primeros 25 años de vida del MELILLA HOY.
Publicamos el jueves pasado: “El PP pide a la Ciudad un Plan de Medios de Comunicación y ve inadmisible la incertidumbre que (el actual Gobierno) les provoca”. El PP asegura que busca evitar esa situación a los medios de comunicación locales y a sus trabajadores y que no les suceda como a otras empresas que, “por los tres años y medio de abandono del Gobierno, han tenido que cerrar y despedir a sus plantillas”. Es verdad que el PP podría haber hecho eso que ahora pide -con acierto- durante sus años de gobierno, pero eso, que ahora lo pida el PP, no debería de ser obstáculo para que lo que se debería haber hecho antes -por el Gobierno del PP o por el Gobierno actual- no se haga ya, como sucede en todas las democracias consolidadas.
En fin, termino como empecé: deseando, como acostumbra hacer nuestro colaborador dominical Gonzalo Fernández, ¡Gloria a Ucrania! y a la lucha de su pueblo por la libertad. También, ¡Gloria a Melilla!, que va a necesitar mucha lucha para que los peligros que sobre ella se ciernen no se conviertan en una pesadilla insoportable. Feliz Navidad y próspero Año Nuevo, melillenses todos.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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