Sublime, extraordinarios, magníficos y todos los adjetivos positivos que a cada cuál se les ocurran. Aún no he tenido tiempo de leerlos detenidamente y al completo los tres documentos de hoy en La Gaceta Local de M.H, algo más el reportaje-documento y maravillosas fotografías de aquel Barrio Polígono …
…(aún no había llegado al resto de contenidos mencionados, pero no me dejaré un párrafo o renglón sin leer) que entre otros variados y recordados lugares emblemáticos acogía al Rastro, ese lugar de compra-venta y cambios que todos los melillenses de antaño y sobre todo nuestros padres recorrían y visitaban para adquirir productos variados.
Gracias Farid qué bonitos recuerdos en esos lugares de mi niñez, adolescencia y juventud (sólo pude disfrutar de nuestra Melilla en los años 50 y 60).
En otra ocasión, también elogié aquel gran reportaje tuyo de la desaparición de muchos bares con el transcurrir del tiempo. Ahora mencionas otros que recuerdo pero algunos tengo que reconocer que no. Recuerdo el Sótano H, Bar Gallo, Bar Goya y cine Goya (qué foto tan entrañable), el Sr. Isidro Villanueva era vecino de mi familia en el Monte María Cristina dos casas más arriba en la misma calle. Mi familia se ha calzado siempre en calzados Villanueva en calle Margallo, mi madre pagaba en invierno lo comprado en verano y al revés.
El domingo 29 de septiembre de 2013 Melilla Hoy publicó un amplio escrito mío titulado “El agua de Trara y sus fuentes” incluyendo un par de fotos de archivo de esas bonitas fuentes, una de ellas de aquella entrañable Fuente del Bombillo (inaugurada en 1916 he podido leer) donde acudíamos muchos vecinos con garrafas, cubos y cántaros y aquellos camiones cuba que las distribuían por diferentes barriadas.
En la cuesta que subía hacia Cabrerizas recuerdo dos tiendas de ultramarinos regentada por musulmanes, mi madre y muchas vecinas les compraban a granel legumbre variadas como lentejas, garbanzos, arroz, habichuelas (en Melilla siempre las hemos denominado así, ahora son judías), las servían en unos cartuchos de papel (las bolsas de plástico apenas se usaban). Por encima del Rastro, otra característica especial era con perdón “el barrio de las putas del Polígono”. Éramos unos críos, pero, en grupitos dábamos unas vueltas por allí para ver el panorama. En algunos bares de esa zona predominaba la visita de nuestra tropa (luego en las cartas a sus novias peninsulares, todos eran castos y puros), no hacían ascos a carantoñas y toqueteos preliminares entre botellín y botellín. Algunos más mayores de nuestro barrio también eran esporádicos visitantes y en ocasiones nos pedían acompañamiento para custodiar sus billeteras con la documentación y algunas perras sobrantes. Cuando una vez acabada “la faena” les pedíamos detalles, “qué raro”, casi ninguno “había hecho nada”, recuerdo a una muy famosa que la llamaban “la sevillana”.
Recuerdo esa tienda de especias morunas y otras, Kif-Kif en García Cabrelles, así como el taller de bicicletas y surtidor de gasolina, uno de los hijos (el gasolina le llamábamos) del dueño corría en aquellas confrontaciones ciclistas Avenida abajo y arriba girando por la Plaza España y también en aquella especie de plaza donde se encontraba la Perfumería Levantina y Tagore. Eran famosas las primas en cada llegada.
Repito, gracias Farid por recordarnos con tantos detalles esos rincones de antaño, como en esta ocasión Polígono y Rastro. Sigo leyendo La Gaceta y por encima ojeo el tercer capítulo de Crónicas de Artillería que publica Isabel Mª Migallón. Todos esos artilleros nacidos en muchos rincones de nuestra Patria, que dieron su vida por Melilla y lo que es lo mismo por España, enterrados en ese glorioso y grandioso Cementerio de Melilla, sí, ese al que las autoridades (gobierno) de la Ciudad Autónoma le niegan el nombre de “Cementerio Nacional de Héroes de España”, ¿Será por no satisfacer a ese excelente colaborador de M.H. nacido en Melilla, llamado Juan José Aranda y que lo viene reclamando con justicia años ha?
Precisamente, para terminar, también echo solo un vistazo (tanto el anterior como este los tengo pendiente de lectura completa) a otro documento/reportaje naval, precisamente de Aranda, titulado “La tragedia de la Concha” conteniendo diferentes historias y batallas navales de aquellos buques torpederos de nuestra “flamante flota” de aquellos años.
Gracias a los tres mencionados y cuando deje de escribir, son las 15,30, si el sueño reparador de la siesta me lo permite abordaré dicha lectura. Para terminar, mi condena más absoluta a esos energúmenos por llamarlos de forma suave que agreden a médicos y enfermeros, los cuales, suelen cumplir generalmente para que nuestros males sean curados. Señores del gobierno melillense, esas y otras fechorías hay que erradicarlas de Melilla y ya tardan.
