- Oye, tú que lo sabes todo…
- Llevas razón. Lo sé todo, porque en realidad no sé quién soy. Si lo supiera, al menos sabría algo… Y entonces ese todo pues… ¿Qué es lo que quieres?
- ¿Tú me puedes decir, porque hay vacas blancas y negras?
- ¿Y tú me puedes decir, porque te tengo yo que aguantar a ti esta mañana?
- Venga. Déjate de cachondeos y contesta.
- Hombre ya que te pones así, pues te diré, que hay vacas blancas y negras, porque hay dos Españas.
- ¿En una sola?
- En una sola vaca. Su parte negra es, la parte del fraude. Del dinero fácil. De los negocios sucios y las manos limpias. La prepotencia y la mentira. Y los amigos buenos y los contrarios malos. Esa España está contenida en la parte negra de la vaca. Es una España que no tiene claridad propia, porque no hace otra cosa, que crear confusión, encarecimiento y especulación con el trabajo ajeno. Y además de comerse el mejor pasto y beberse la mejor leche, quiere también, que el que la cuida le diga: ¡Qué bonita eres ¡Ese color apenas tiene futuro, porque lo tiene tan oscuro que ni ella misma es capaz de verlo. Por eso solo suele mirar solamente, a su establo presente.
Después esta la otra parte del color de la vaca. El blanco. Que corresponde a la España del trabajo y el servicio. Del artesano y del obrero. De la familia. Las amas de casa. Donde la mayoría suelen convertir el poco dinero que reciben, en una continuidad de vida y utilidad. Esa España de nuestras tradiciones y recuerdos, mantenida en esos pensionistas, que mas allá de sus pensiones empobrecidas, nos ponen imágenes enriquecidas de un ayer joven de entrega y progreso. Y ejemplos. A familiares y amigos y personas de bien. Esa es la parte blanca de la vaca, que tiene luz propia, y esa misma luz alumbra no solo su futuro, sino también, un establo mejor para el rebaño. Por eso, si observas bien, veras que la vaca tiene más blanco que negro.
- Y tú… ¿Cómo sabes eso?
- ¿Yoo? Yo no lo sabía. Lo que pasa es que se me ha ocurrido así de pronto.
- Buenos días y perdonen.
