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El Señor de Melilla reina en la gélida noche del Miércoles Santo arropado por el calor de su pueblo

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(Autor: Guerrero)

El Nazareno, el Señor de Melilla, no faltó a su cita del Miércoles Santo, para relatar a un pueblo expectante la promesa divina de la pasión, muerte y resurrección del Hijo del Hombre. Si su salida fue majestuosa, desde el interior de la Plaza de Toros, no lo fue menos la aparición y recorrido procesional de María Santísima de los Dolores, la Virgen de las Lágrimas, portada en paso sevillano por una cuadrilla experimentada y sufrida que ofreció con sus chicotás, algunos de los momentos más bellos de esta triste velada, en la que música volvió a ser un aliciente más, gracias a la Banda de Cornetas y Tambores del Nazareno, La Cofradía decana de la ciudad cumplió con creces con las previsiones y recibió a cambio el apoyo y compañía del pueblo melillense. Alejada la amenaza de lluvia, el Miércoles Santo no se libró, como es habitual en Melilla, de la presencia del viento de poniente, consiguiendo refrescar esta noche de luna llena. Esto no impidió, ni siquiera el éxodo vacacional, que un más que nutrido público se echara a la calle y que, fiel, no sólo arropara la salida de los pasos de la Cofradía del Nazareno de la Plaza de Toros, sino que los acompañó a lo largo de todo el recorrido, en señal de respeto y apoyo a los portadores, hasta su llegada a la carrera oficial en la Avenida.

Nazareno
Bajo un anochecer más invernal que primaveral, perfumado de incienso, se iniciaba, a las ocho y media de la noche, la salida procesional de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores. A la hora prevista el silencio se adueñaba de la Plaza Velázquez y de las gargantas de los melillenses que se dieron cita junto a la Plaza de Toros para presenciar la salida procesional de los santos titulares de la Real Cofradía y Hermandad Franciscana de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, la hermandad más antigua de la ciudad comandada por Francisca Muñoz, su entregada hermana mayor.

El camino se inició con la Cruz de Guía, y segundos después el tres veces centenario cristo Nazareno. De nuevo el Señor de Melilla salió a la calle no en su trono tradicional que precisa de una necesaria restauración, sino en el adquirido con motivo del 350 aniversario de la primera salida procesional documentada, que le permite cumplir con su estación de penitencia con el paso malagueño. Hombres y mujeres, por igual, hombro con hombro, portan al magnífico Nazareno acompañado por sus ángeles cirineos y flanqueado por los hermanos mayores.

Nuestro Padre Jesús Nazareno en su dulce nombre, (obra anónima del siglo XVII con influencias del imaginero José de Mora según recoge la propia Cofradía), reposado en un manto de flores rojas, estuvo custodiado por los penitentes ataviados con sus túnicas y capas oficiales. Caballeros legionarios lo guardaban, así como los alumnos de la Escuela de Policía Nacional de Ávila. Detrás, la Banda de Música del Nazareno.

La Virgen
Una vez el Cristo en la calle, volvió la expectación entre los presentes, que observaron con emoción la salida del paso de la Virgen de los Dolores, la Virgen de las Lágrimas, que se incorporó al recorrido saliendo desde la puerta de las cuadrillas de la Mezquita del Toreo. La talla lució su tradicional manto de luto confeccionado en los años 40 y pudo salir a la calle bajo su correspondiente palio y su candelería encendida. Una cuadrilla de 35 hombres la llevaban con el paso sevillano, imprimiendo de esta forma una cadencia especial en sus movimientos, que contribuyó a dar mayor realce y belleza.

La cuadrilla de la Virgen demostró con creces que lo vivido en la noche del Lunes Santo, con La Sentencia, no fue algo accidental, sino que la cadencia de los movimientos del paso, al ritmo de las notas de la banda, y la perfecta simbiosis de trono y música, es el fruto de los muchos meses de ensayos de cara a esta Semana Santa, demostrando clase, responsabilidad y fe.

Una vez iniciada la procesión, la Virgen se situó detrás de su hijo, siguiéndole con la discreción y respeto que sólo los grandes poseen. Le acompañó, además de la Banda de Música Ciudad de Melilla, el tintineo de las bambalinas de su palio de luto. El público no dudó en aplaudir y vitorear a la virgen en cada levantada de sus hombres de trono, premiando así el esfuerzo realizado por la Cofradía del Nazareno. María estuvo acompañada por sus penitentes, vestidos en esta ocasión con túnica negra y capirote blanco, y los mandos, capas negras y capirotes y túnica blanca; y volvió a estar escoltada por el Regimiento de Artillería de Campaña RACA 32 y por la Banda de Música Ciudad de Melilla que demostró su profesionalidad y calidad artística. Los penitentes del Nazareno vistieron con túnica y capirote morado, y los mayordomos, capa blanca.

Procesión
Pasadas las diez de la noche la Cruz de Guía y los tronos de los santos titulares de la Hermandad del Nazareno hicieron su aparición por la Avenida de Juan Carlos I, donde recibieron el respeto y admiración de los allí congregados, entre ellos los responsables de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa. Isabel Navarrete, volvió a ser la voz que cubrió de saetas el cielo nocturno de la Semana Santa melillense.

En el recorrido oficial se incorporó el vicario episcopal, Roberto Rojo, que a la altura de la tribuna de autoridades, dedicó una corta oración al Nazareno, que concluyó con un Padrenuestro: "Cristo, has cargado con todas nuestras miserias y nos lo haces ver al pueblo de Melilla, en esta Avenida, para que sintamos tu misericordia, tu paz y tu amor, para que verdaderamente también nosotros actuemos con misericordia y sepamos entregarnos, con nuestro sacrificio, a hacer un mundo nuevo, diferente, porque tú estás vivo y resucitado y eres nuestro salvador".

A pesar de que la noche refrescó por el relente, el público melillense siguió arropando el desarrollo del Miércoles Santo.

¿Qué conmemora el Miércoles Santo?
El Miércoles Santo es la antesala de los días más importantes para los cristianos y es por ello que este día está dedicado al perdón. La Iglesia se reserva este día para la penitencia, para prepararse ante la Pasión y Muerte de Cristo. El objetivo no es otro que el de prepararse con mayor interés para vivir mejor los días del Triduo Pascual.

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Jesús Andújar

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