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El respeto al prójimo, la receta para lograr un mundo en paz según Francisco Cuenca

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(Autor: Guerrero)

Francisco Cuenca, al que todos conocen como Fran, es un joven malagueño de 25 años de edad, de Vélez-Málaga concretamente, que se encuentra en Melilla para dar testimonio de fe, dentro de las visitas que con ocasión del Día del Seminario llevan a cabo los seminaristas andaluces en toda la diócesis. Se encuentra ya en su quinto año de seminario, a uno de ser ordenado sacerdote y asegura que cada día de estudio se acerca más a Dios y se siente más feliz, constatando así que la llamada del Señor que le hiciera cuando cumplió los 16 años, esa llamada interna y sonora a pesar de un mundo sordo de estridencias, sigue siendo un camino acertado.

  • ¿Cuándo recibiste la llamada del Sacerdocio?
  • Tenía 16 años, estudiaba primero de Bachiller y sentí que le faltaba sentido a mi vida. No sabía qué hacer, pero sí que mi camino era ayudar a los demás, por eso fui voluntario de Cruz Roja, fui corresponsal juvenil del Ayuntamiento, participé en asociaciones, fui catequista en mi parroquia y ayudaba a mucha gente, pero me seguía faltando un sentido, hasta que un día me planteé buscar ese sentido desde mi fe. Me puse delante del Sagrario y le pregunté a Jesús qué quería de mí, qué esperaba de mí y poco a poco, a través de la oración y con el acompañamiento de un sacerdote trinitario fui descubriendo que Dios me llamaba para ser sacerdote.

Estuve con los trinitarios en Granada, donde hice el postulantado, después el noviciado en Antequera y tras hacer mis votos como religioso en Granada mi provincial me envió a Proyecto Hombre. Allí fue donde empiezo a descubrir las miserias del hombre, pero no las de los otros, sino las mías propias, mis defectos. Ves que no eres tan bueno como piensas y entonces entro en una crisis personal por la que me tomo una excedencia de un año para replantearme realmente mi vocación, si Dios me llamaba, o si era una huida lo de la vocación. Pero tras seis meses de reflexión tenía claro que el Señor me llamaba a ser sacerdote. Así entro en la Diócesis de Málaga donde encontré una realidad que no conocía y donde me sigo formando.

  • ¿Cómo reaccionó la familia ante esta decisión?
  • Mi familia, que es cristiana practicante, no se lo tomó mal del todo pero tampoco me animaban. Mi hermano me dijo que si era lo que quería, que me apoyaba, pero que me daba poco tiempo como cura. Mi madre me dijo que siempre estaría a mi lado, pero que ella no lo terminaba de ver. Mi padre igual. La familia piensa que si eres cura vas a estar solo, no terminan de ver el sacerdocio como algo que dará sentido a tu vida, piensan que te va a faltar algo. A día de hoy noto en ellos que ven mi alegría, que ven que estoy feliz y ellos me animan.
  • ¿Cómo reaccionaron los amigos?
  • Ahí sí que hubo de todo, pero sólo una persona me dijo: 'yo te apoyo aunque no lo comparta'. El resto, que si estaba loco, que si no sabía lo que iba a hacer, etc. A mí lo que más me gustó es que una persona dijo: yo te apoyo pero no te animaré. De hecho me sigue preguntando si estoy seguro.
  • Vivimos en un mundo donde impera el odio, la persecución, los extremismos y los fanatismos. ¿Cómo reaccionar ante todo ello?
  • Por mi formación, tras haber estado en la orden Trinitaria, lo que hago es rezar por los cristianos que son perseguidos y por sus perseguidores, pero claro que te duele. Aquí en Melilla, una de las cosas que me llevo es que pueden convivir distintas religiones, y pueden ser amigos, que pueden compartir una mesa y compartir la fe sin que haya peleas. Cuando veo eso, las guerras, la persecución hacia los cristianos y hacia los propios musulmanes, me duele, porque con lo fácil que es convivir… Si yo saco lo mejor de mí y tú lo de ti, no vamos a coincidir en ideas, pero sí en lo básico, en valorar a la persona y a incidir en el respeto.
  • Cuando acudes a los colegios a dar testimonio, ¿escuchas siempre las mismas preguntas o alguna te sorprende?
  • Suelen preguntar lo habitual, por qué no se casan los curas y que si es malo tener una mujer. Entonces les explicas que no hay nada malo en no tener mujer, sino que el celibato es una decisión libre que tomamos para tener más libertad en el servicio a los demás. ¿Las preguntas más peculiares? Pues por ejemplo hoy un niño me ha preguntado que ya que los curas no pueden tener hijos, si no podemos adoptar. Por lo demás, se sorprende de lo mucho que hay que estudiar para ser sacerdote, y que no basta sólo con rezar, sino que son seis años intensos y que la formación es fundamental.
  • ¿A qué puede deberse la escasez de vocaciones?
  • Creo que el motivo principal es que la sociedad no te invita a pararte a reflexionar. El segundo, es que la opción religiosa en general, no sólo el sacerdocio, no te lo ofertan y hasta está mal visto. Cuando un joven cristiano dice que va a misa provoca que te miren raro. Por eso a la gente le sorprende no que haya sacerdotes, sino que haya seminaristas. En estos momentos somos 23 en el seminario de Málaga, una cifra escasa para toda la diócesis. La gente joven debe entenderlo, y aunque a lo mejor ellos no vayan a ser sacerdotes, sí que necesitamos de su oración para que haya más sacerdotes, y si no lo hacemos los cristianos, mal vamos.
  • Entonces, tenéis una difícil misión, la de conseguir nuevos seminaristas.
  • Tenemos un duro trabajo para darnos a conocer. Es un duro testimonio el que hay que dar porque la sociedad no lo exige, pero es necesario que siga habiendo curas. Creo que ahora más que nunca la Iglesia tiene que ser testimonio de que otro mundo es posible y de que Dios existe, en especial su amor. En este año de la misericordia, debemos entender que ese amor incondicional existe, te envuelve y perdona todo. Esto es lo que la sociedad necesita: amor y perdón, aunque muchos no lo busquen y hace falta ser testigos de ese amor.
  • ¿A dónde te gustaría que te llevara el sacerdocio?
  • Allá donde Dios me mande. Sí que me gustaría que en un principio no me enviaran a una gran ciudad, porque todo está hecho, sino a un lugar pequeño donde pueda forjarme como cura. ¿Dónde me gustaría ir? Donde el Señor quiera, eso lo tengo claro.
  • En una sociedad donde impera lo terrenal y el interés personal ¿cómo se oye la llamada de Dios ante tanto ruido mundano?
  • Lo primero que hace falta es pararse. La sociedad nos lleva a ritmo acelerado y nos exige más y más a un ritmo de desgaste. Muchos caen en la droga y en el alcohol por seguir ese ritmo de vida. Lo siguiente, tras pararte, es mirar a tu alrededor, ver cuál es tu contexto histórico, quién eres tú y cuál es tu realidad y después, te pones delante del Señor sabiendo todo eso. Entras en ti, ves tú realidad y tus dones y te preguntas qué hacer. Si eres realmente cristiano y ejercer tu fe, el Señor te irá iluminando. No será algo mágico ni rápido, pero sí que se dejará ver. En mi caso, el termómetro para saber si llevo el camino del Señor es la alegría. Cuanto más me acerco y me configuro en el Ministerio, al final del día, más alegre acabo. Al terminar el día, tras tantas horas de estudio, llegas cansado, pero estás contento sabiendo que esa alegría te la da el saber que esto es lo mío.

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Jesús Andújar

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