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El escándalo del siglo del FC Barcelona. La naturaleza del hombre no es tan buena como defendía Rousseau.

Una de las grandes cuestiones de la filosofía es la de si el ser humano nace bueno y luego se hace malo o algo de maldad ya nace con nosotros. Para poder saber cuál es la verdadera naturaleza humana tendríamos que encontrarnos con un ser humano en estado de naturaleza, un ser precivilizado, cosa imposible porque el ser humano es un ser social. Existen dos posturas opuestas sobre cómo podría ser el ser humano salvaje o no civilizado:

Por un lado, Hobbes –inglés, siglo XVII– afirmaba que, en aquel supuesto estado de naturaleza, “el hombre es un lobo para el hombre” y que en ese estado precivilizado lo que impera es la guerra de todos contra todos. ¿Por qué? Porque el ser humano es agresivo y egoísta: si quiero algo y tú lo tienes, yo te lo voy a quitar. No hay ley, ni hay límites que lo impidan, de modo que si para conseguir lo que quiero te tengo que matar, te mato. Para Hobbes, el ser humano es malo por naturaleza.

Por otro lado, Rousseau –suizo-francés, siglo XVIII, precursor del movimiento prerromántico– defiende que el estado de naturaleza lo pueblan buenos salvajes, que el ser humano es bueno y empático, porque si uno de esos salvajes ve a otro sufriendo, siente una inclinación natural a auxiliarle. Lo que hace al hombre malo, lo que despierta su agresividad es el momento en que otro le dice “esto es mío”, la propiedad. Porque el otro puede decir/pensar que “yo también lo quiero”. Así se inician la competencia, la envidia y la agresividad.

Ante dos posiciones tan enfrentadas, hay un término medio cuyas teorías dicen que la naturaleza humana contiene la potencia o facultad tanto de ser bueno como malo. Lo sabemos porque somos capaces de hacer tanto el bien como el mal. ¿De qué depende? Freud decía que el ser humano está dirigido por dos instintos básicos, eros y tánatos: amor y muerte u odio, y que lo que hacemos estaría determinado o motivado por cualquiera de los dos instintos.

No es fácil inclinarse por una de las tres teorías antes mencionadas (cada uno se inclinara por una de ellas, por todas o por varias mezcladas), pero es evidente que la más alejada de la realidad es la de Rousseau.

Si ya los niños, con menos de 2 años de edad, muerden a otros niños en la guardería por quitarles un juguete o para que les hagan caso; si los que tienen mucho aspiran a tener más y están dispuestos a emplear todos los medios que sean necesarios (incluido matar física, moral o económicamente a sus adversarios) para conseguir sus fines; si hay personas que violan (algo ahora, por desgracia, mucho menos costoso penalmente por la cabezonería de una cabeza hueca como la ministra Montero y sus socio consentidor, Pinocho), explotan o abusan de otras; si hay políticos que dicen una cosa y hacen otra (Pinocho a la cabeza, aunque aquí en Melilla también los hay…); si hay que personas que roban y matan (aunque tengan hermanos y/o hermanas que, habiendo vivido en el mismo entorno, no lo hacen) provenientes de todos los estratos sociales; etc. No parece que el hombre sea bueno por naturaleza, más bien parece que hay algunos que nacen con algo malo en su  interior, otros que cambian para peor con el paso de los años y algunos (muchos) que se sienten arrastrados (por interés, falta de personalidad o necesidad) por erróneas corrientes sociales imperantes. En cualquier caso, parece evidente que la interacción con otros individuos influye de forma decisiva en las acciones de todos nosotros.

Es una pena que la sociedad actual asista inactiva/inerte a todo tipo de tropelías, las justifique, mire para otro lado e incluso las aliente. Todo es justificable para obtener un fin que alguien, agresivo y/o egoísta, pretende. Algunos ejemplos: 1) Peleas callejeras que se organizan por internet; 2) Difusión de videos de malos tratos y bulling en los colegios; 3) Justificación de acuerdos con asesinos y partidos que quieren romper España, para mantener el sillón en la Moncloa; 4) Persecución a los rivales políticos con todos los medios al alcance y también a los medios no afines; 5) Mentiras y medias verdades, con fines electorales, para enmascarar la penosa situación de la economía española/melillense; 6) Justificación del escándalo en el FC Barcelona con argumentos como: “todo el mundo lo hace” o “ nos quieren desestabilizar ahora que estamos bien deportivamente”; etc.

En resumen: la sociedad actual promueve algunos “valores” que hacen que los “seres humanos buenos y empáticos” tengan una inclinación por la agresividad, el egoísmo, la mentira y por hacer lo que les dé la gana (aunque ello provoque mal a otros).

Escándalo en el fútbol

El escándalo deportivo de alcance mundial (toda la prensa internacional se ha hecho eco, con mucha mayor dureza, curiosamente, que la empleada por los medios de comunicación en España) que se ha producido en el FC Barcelona, por el pago, en un periodo de 15 años, de más de 7 millones de euros a una empresa propiedad de José María Enríquez Negreira, en aquella época vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA), para que los árbitros fueran “neutrales” con el Barcelona, ha dejado por los suelos la imagen del equipo catalán y amenaza con hacer lo mismo con el fútbol español.

Los pagos a DASNIL 95 SL, empresa de Enríquez Negreira, se remontan al año 2003 y habrían finalizado en el verano de 2018 (con lo que implican a Gaspar, Rossell, Laporta y Bartomeu), coincidiendo curiosamente con la salida del exárbitro del Comité Técnico de Árbitros como consecuencia de una reorganización de la entidad. Todo el mundo se pregunta: ¿Qué influencia real tuvo este hecho en el juego? ¿Fue determinante para los éxitos del Barcelona? ¿Se escapará el Barcelona, como en los muchos escándalos anteriores, sin sanción deportiva y/o económica?

Probablemente no le pase nada al Barcelona (tampoco lo permitirán los socios nacionalistas de Pinocho), pero, por mucho que Laporta (otro vende humos) quiera hacernos creer que hay una persecución contra su equipo, nadie se cree que se paguen las cantidades abonadas para recibir informes verbales. Bien haría Laporta, por el bien del Barcelona y del fútbol español, en dimitir y reconocer lo que casi todo el mundo intuye (incluida la prensa internacional, ¿también confabulada contra el Barcelona?): pagaron a un juez arbitral en activo para salir beneficiados (como demuestran los datos de penaltis, expulsiones, etc. de la época de los pagos).

“La interacción con otros individuos influye de forma decisiva en las acciones de todos nosotros”.

“Es una pena que la sociedad actual asista inactiva/inerte a todo tipo de tropelías, las justifique, mire para otro lado e incluso las aliente.”.

“Bien haría Laporta, por el bien del Barcelona y del fútbol español, en dimitir y reconocer lo que casi todo el mundo intuye”.

J.B.

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