Los que peinan canas, y ya ha pasado medio siglo por sus osamentas, recordarán aquél caballito hecho de madera, o de “cartón piedra”, que un señor con guardapolvos color tierra, y una caja con una manga, encima de un caballete: “dí-pa-ta-ta”, hacía fotos en la plazoleta interior del Parque Hernández, que yo tengo la suerte de poseer una que me hizo junto a mi padre a finales de los cuarenta. Bueno, pues resulta que ese mismo caballito, ya restaurado, pero mal conservado, lo pueden admirar en la Asociación de Estudios Melillenses. El Presidente de la AEM, señor Benito, tuvo la deferencia de acompañarnos, en su propio vehículo, a mi esposa y a mí, a visitar los locales; y la verdad es que quedamos impresionados. En sus anaqueles se puede ver el tesoro bibliográfico que poseen; tienen hasta un librito que yo escribí en 2002, “Breve Cronología de Melilla”, que mi buen amigo José Blasco López, en la larga época en que fue su Presidente lo colocó junto a los distintos autores de temas de la ciudad, que él recopiló en esos años. Hay también gran variedad de objetos, donados por asociados que, por su antigüedad, tienen un gran valor sentimental. Muchos son de recuerdos y patrimonios privados de muchos melillenses; como algunos que son recuperados antes de ser arrojados a los contenedores. Existe una maqueta del antiguo Cargadero del Mineral, una verdadera obra de arte de ingeniería a pequeña escala, una verdadera joya, que solo le falta una mano de limpieza por manos expertas. Claro que también pude percibir la falta de mantenimiento de muchos objetos, siendo su conservación muy precaria, sobre todo en las depauperadas paredes desconchadas por el salitre; y todo, creo yo, por la falta de jurdó. Porque si dentro de esas sólidas murallas centenarias, existe un patrimonio que pertenece a todos los melillenses, pienso que la autoridad civil que manda en el cotarro cultural, debiera desviar, aumentando, algún aporte dinerario; ya que los técnicos restauradores, aunque cobren lo mínimo, algo cuestan. Debo comunicar a Eduardo y Benito, como no podía ser de otra forma, según el experto en santos, iglesias, vírgenes y beatas, José Luís Blasco, que la campana herrumbrosa que está depositada en un rincón de una de las salas, lleva por nombre: “Jesús, José y María”. También he podido contactar en Melilla, lo que mucha gente, en muy mal sentido, o sea con mala leche, critica que en la AEM hay muchos militares, y yo digo: bueno, y qué cojones importa, porque también hay civiles, sin cobrar un céntimo; pero claro como criticar peyorativamente no cuesta un duro, pues “Ancha es Castilla”. Ante eso creo, más bien, que hay falta de decisiones de esta gente; porque si tu crees que puedes aportar algo a esa asociación, que es patrimonio de tu ciudad, debes contactar con sus dirigentes, asociarte por solo 25 euros al año, (dos euros mensuales) y exponer tus razones, que te escucharán, pero debes hacerlo con la coherencia y la humildad propia de un demócrata. Estoy seguro que todos te recibirán con los brazos abiertos; pero ¡ojo!, si alguno de ellos te observara por encima de su hombro, solamente hay que decirle: ¡zape!, y al carajo con él. Desde estas líneas quiero felicitar a Eduardo Sar Quintas, infatigable historiador, escritor, bibliógrafo, uno de los dos “alma máter” de la AEM, que junto a su Presidente, señor Benito, ambos llevan adelante la ingente tarea de culminar una obra patrimonial, como es la que ellos administran sin cobrar nada, como antes lo hizo mi buen amigo José Luís Blasco López, que en su larga trayectoria como Presidente, también aumentó en gran medida ese patrimonio, en concreto el bibliográfico.
Yo creo que para que se pueda apreciar el tesoro patrimonial que existe en el Torreón de San Juan, solo hay que cruzar el charco desde esta otra orilla peninsular; porque la verdad es que algunos residentes, ignorando lo que poseen, lastimosamente, no le dan la importancia del verdadero valor que tiene.
