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El Torreón del Vigía

Construyamos puentes

La llegada del Papa Francisco a Panamá para participar en la Jornada Mundial de la Juventud ha supuesto un revulsivo a la desilusión por la realidad que no entendemos. Cuando tanto se habla de líderes políticos y de un materialismo que degrada a la persona humana, el Santo Padre es capaz de congregar por Cristo a cientos de miles de personas y denunciar los abusos sexuales, el aborto, las migraciones, la violencia de género, el racismo, los refugiados y la contaminación del planeta. El Papa dijo que ese camino de dolor se prolonga “en la angustia de rostros jóvenes, amigos Nuestros que caen en las redes de gente sin escrúpulos -entre las que también se encuentran personas que dicen servirte, Señor-, redes de explotación, de criminalidad y de abuso”. También nos cabe reflexionar ante esas personas que encubiertas en una falsa amistad se afanan en juzgar a otros, destruir sembrando odios y rencillas, como único pretexto de una vida vacía, sin sentido, profundamente egoísta y que denotan una maldad sin límites ante el dolor de un hermano. Ante esto Francisco dice que “fácil es caer ante bullying, el acoso, la intimidación, del encarnizamiento con el débil”, “el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior”. Sumar, construir, perdonar, creer, comprender y practicar la misericordia, son máximas de la religión católica que puesto a diario en nuestras vidas da como resultado una existencia mejor donde la felicidad combate al rencor y a la exclusión. La cultura del encuentro y de construir puentes ante “el calvario de nuestros días donde Él padece ante el sufrimiento de tantos rostros ante la indiferencia satisfecha y anestesiante de la sociedad que consume y que se consume”. Ante la soledad y el sufrimiento, Francisco dice, “quisiste abrazar Señor a todos aquellos que muchas veces consideramos no dignos de un abrazo, de una caricia, de una bendición, o peor aún ni nos damos cuenta que lo necesitan, los ignoramos”. Por eso pedía el Santo Padre que la Iglesia quiere ser aquella que sabe decir ¡Aquí estoy! en la vida y en las cruces de tantos cristos que caminan a nuestro lado. Y volvió a reivindicar el Sí de María en la familia, en el trabajo y en la sociedad, rescatando del miedo y de la desesperación. Se mostró perplejo “ante un mundo cambiante y cuestionador” y dirigiéndose a los jóvenes, Francisco les dice “caminar con Jesús, será siempre una gracia y un riesgo”.

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