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¿Cómo debería ser el presidente de Melilla?

Las 6 de la mañana del jueves, 9 de febrero de 2023. Me despierta una pregunta: ¿Cómo quiere que sea el próximo presidente/a de Melilla? La pregunta me sobrevino acompañada de una propuesta de acción: que nuestro periódico, el MELILLA HOY, le hiciera esa pregunta a los melillenses. Así que, como es habitual en mí, me pongo a la tarea, y empiezo haciéndome la pregunta a mí mismo.

Ya casi despierto del todo, el que me hace la pregunta -el sueño al principio, el semisueño después, un yo ya totalmente despierto- me aclara que debo insistir en que la pregunta que haremos será CÓMO debería ser el presidente/a de nuestra ciudad, no QUIÉN debería ser. O sea, no se trata de hacer una encuesta, que necesita unos requisitos -muy diferentes de los que utiliza el CIS del malvado súbdito Tezanos, por cierto- muy distintos de los que precisa una pregunta como la que propongo, que vamos a realizar entre nuestros amigos y conocidos, a melillenses por las calles, a políticos en ejercicio, a los melillenses en general.

Dicho de otra manera: no vamos a preguntar -y, espero, a publicar respuestas e identificación de los autores de esas respuestas- si desean esos melillenses interrogados que el presidente de Melilla sea Juanjo Imbroda, el que Mustafa Aberchán designe como candidato de su partido, Gloria Rojas o José Miguel Tasende, por citar solo tres ejemplos con representación ahora en la Asamblea de Melilla. Lo que vamos a preguntar a los melillenses es qué características fundamentales cree que debería tener el presidente, o la presidenta, que resultara elegido/a en las ya próximas, y fundamentales para la maltrecha Melilla, elecciones locales del 28 de mayo.

Caben infinitas respuestas, sin duda, pero ya lo iremos viendo y leyendo. Supongo que una de las respuestas puede ser si se prefiere a un hombre o a una mujer como presidente/a de la Ciudad (si se lo preguntáramos a Elena Fernández Treviño, por ejemplo, nadie dudaría de la respuesta). También, creo, podría haber respuestas a favor de un presidente vago en vez de demasiado activo, por aquello de que, como creen los italianos, el mejor Gobierno es el que menos interviene en la vida de los ciudadanos. O respuestas prefiriendo a un presidente que, aunque robe, sea eficaz en la tarea de mejorar el nivel de vida general de los melillenses. O alguien antipático pero honesto. O alguien mentiroso pero desafiante a la hora de defender en Madrid, ante el Gobierno de España, los intereses de nuestro pueblo. O que se parezca más a Groucho que a Karl Marx. O que prometa colocar al familiar del que responda. O a alguien de su misma religión. O a una persona que sepa algo, en vez de a un ignorante bienintencionado. O a alguien que emocione y prometa mucho, aunque haya demostrado que no cumple lo que promete. Y etc, etc.

Como, efectivamente, caben muchísimas respuestas a ese “CÓMO debiera ser la persona que presida el Gobierno de Melilla”, lo importante es abrir las puertas -del periódico, en este caso- a las intenciones, a los deseos y las necesidades de los melillenses. Es muy posible que muchas de las respuestas nos sorprendan. Es deseable, en cualquier caso, que el sacar de la oscuridad el sentir de los ciudadanos, los presididos, ayude a votar, a elegir mejor a los que pretendan presidirnos.

Un canto a la libertad

Lo que es indiscutiblemente deseable es defender la libertad, siempre tan amenazada. “Nadie está a salvo si no somos todos libres”, dijo Mario Vargas Llosa en su toma de posesión como Académico de la Academia Francesa. Ligó la libertad a la literatura y, al final de su discurso afirmó: «Una vida sin literatura sería horrible, siniestra, despojada de las experiencias más ricas y diversas de la vida, una rutina intolerable, llena de obligaciones que se repetirían cada día como un conjunto de compromisos sin promesa de remisión». Una vida sin libertad sería lo mismo.

No cesan en el mundo los intentos de cercenar o al menos coartar una de las libertades fundamentales: la libertad de expresión, sin la cual no hay Libertad (con mayúsculas), ni literatura, ni economía creadora de riqueza. Los que vivimos en Melilla padecemos intensamente esta falta de libertad, este aplastamiento de lo privado por parte de lo público, este intento de coartar/eliminar la libertad de expresión. No nos vencerán.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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