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El rincón de Aranda

Carta desde la Purísima XLV

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La “Carta” de hoy, la escribe un soldado salmantino, que por lo que relata, referente a la Historia, es merecido que se lea con mucha atención, y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo, Pelegrín Aparicio de Arriba, y soy Soldado del Bon. de Arapiles nº 9. Tengo 21 años, y aún permanezco soltero. Nací en Los Santos, un pueblecito de la provincia de Salamanca; muy cerca de Fuenterroble de Salvatierra, y Valdecasas.
El 27.07.1909 los moros me mataron, en el Barranco del Lobo, de varios disparos en el pecho, y desde entonces permanezco en el Osario del Panteón de Margallo, donde les estoy escribiendo. Tengo a mi lado a Pascual de Pablos Constanza, Maestro de Primeras Letras; tiene 20 años, y es soltero, como yo. Pascual viene de vez en cuando a visitarnos, desde el lugar donde reposan sus restos, en la Iglesia de la Concepción. Este muchacho, me dice que, debido a las necesidades que había en La Plaza, por el hambre que padeció, cogió la enfermedad de la tisis, muriendo, el 16.01.1852. Entre los dos comentamos, que Marcos Ruano López, reservista de mi mismo batallón, con casi treinta años de edad, se presentó voluntario, para reincorporarse a luchar, como uno más de sus compañeros. Algo muy parecido hizo el señor, Mariano Romero Campos, que vino de Águilas, en la provincia de Murcia, presentándose en La Plaza, para saber datos de su hijo, que prestaba sus servicios en un regimiento de Infantería. Ignorando la suerte que corrió su vástago, éste buen hombre, que tenía la profesión de practicante, se ofreció voluntario a las autoridades militares, para prestar sus conocimientos médicos en el Ejército. Se sabe que estuvo un tiempo, como practicante-sanitario en el Hospital de Sangre en el Cuartel de la Alcazaba. Pero lo más doloroso para los de mi batallón fue, lo que le ocurrió al compañero; el soldado, Cándido Morato Vadillo, que era natural de La Granja de San Ildefonso, en la provincia de Segovia. Resulta que durante la refriega, cuerpo a cuerpo, que tuvo que librar contra varios kabileños, en una ladera del Barranco del Lobo, y cuando al fin logró zafarse de ellos, y pedir ayuda a gritos, se dio cuenta de que había perdido el habla y el oído.

Esta hazaña la escribió en un papel, el 31.07.1909, dirigida a nuestros superiores, quedando éstos muy impresionados, como muchos de los compañeros que le ayudaron entonces, al observar también, que el pelo se le había vuelto gris.

Deben disculparme si les he entretenido con estas historias; pero deben saber que son tan verídicas como la vida misma. Reciban un fuerte abrazo, y como dice la leyenda: ''Una flor, se marchita, una lágrima se evapora, pero una oración, siempre la recoge Dios''. Por favor: Recen por nosotros. Muchas gracias”.

El Cementerio de La Purísima, por los soldados enterrados en sus panteones, y civiles en sus sepulcros, es un lugar perfecto, entre el mar y la antigua Rambla del Agua (Castelar), para encontrarse en paz consigo mismo. También me hace recordar, ese mismo sol, vestido de azul, que los alumbra, cuando de niño, tantas veces me acarició, con el viento, mientras correteaba por esos patios silenciosos y María, mi madre, y su hermana Virginia, limpiaban, y rezaban ante la tumba de su padre, mi abuelo.

Y para tener encendida la llama de mi perenne petición, repito que el Cementerio de La Purísima, debe denominarse: “CEMENTRERIO NACIONAL DE HÉROES”.

También si desean leer el “Pedimento de la Virgen de la Victoria”, solo deben escribir: http://.pedimento.blogspot.com.es/.

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