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Columna abierta

Cambiar nuestras ciudades pasa por la movilidad sostenible

El cambio a mejor de nuestras ciudades, en términos de salud, igualdad de género, reducción de impactos ambientales y de justicia social, no solo pasa por políticas sociales justas, sino también y muy necesariamente por políticas ambiciosas de movilidad sostenible, orientadas a reducir nuestra dependencia hacia el uso del automóvil. Habiendo transcurrido ya dos años desde las últimas elecciones … …municipales, caracterizadas además por la llegada a muchos ayuntamientos de fuerzas políticas que se autoproclamaban “del cambio”, Ecologistas en Acción exorta todos los Ayuntamientos a que materialicen en lo que queda de legislatura todos esos cambios necesarios y estructurales, la mayor parte de los cuáles no han pasado hasta el momento de las “palabras” y los “gestos”.

La Semana Europea de la Movilidad (CEM) lleva celebrándose 17 años. Su objetivo es reivindicar la viabilidad y necesidad de transformar la movilidad de nuestras urbes, haciendo que se reduzcan los viajes en coche y se incrementen los realizados a pie, en bicicleta y en transporte público.

Y de nada sirve realizar gestos cosméticos durante una semana al año mientras los restantes 358 días restantes se actúa impulsando políticas urbanas y de movilidad opuestas. Es decir, lo que ha sido la tónica habitual en los ya 17 años que lleva celebrándose la SEM y que parece seguir siendo en la mayor parte de los municipios españoles tras el tímido esfuerzo realizado el año pasado, en el que algunos municipios se atrevieron a impulsar algunos cortes de tráfico más ambiciosas de lo habitual.

Por esta razón, Ecologistas en Acción exorta a los ayuntamientos a que no caigan en la inercia de la inacción que conlleva plegarse nuevamente a las lógicas e intereses que durante décadas han diseñado nuestras ciudades, como consecuencia del miedo a la reacción popular que se promueve y sobredimensiona desde fuerzas políticas y grandes medios de comunicación reacias al cambio y vinculadas a tales intereses.

Habiendo pasado ya la mitad de la legislatura parece ser el momento de no demorar más la puesta en marcha de las ambiciosas medidas de movilidad urbana que los retos sociales y ambientales actuales y venideros reclaman; y en particular los ayuntamientos del cambio, todos los cuales las llevaban incorporadas en sus programas electorales. Queda por tanto tiempo para materializar todo lo que hasta el momento no han sido más que “palabras” y “gestos”. Es decir, poner en marcha las medidas que suponen una transformación real y estructural de nuestras ciudades, y lograr así mitigar nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, adaptarnos mejor al previsible agotamiento del petróleo, y conseguir además ciudades más habitables, menos contaminadas, ruidosas y socialmente más justas.

Así, esta SEM podría ser un buen momento para que más allá de ver a nuestros alcaldes y concejales paseando en bicicleta, charlas y mesas redondas, se comprometieran a realizar antes del fin de la legislatura medidas ambiciosas para poner fin a las autopistas urbanas, reducir la velocidad y poner los 30 km/h como velocidad media en toda la ciudad, aprobar planes de prioridad residencial, eliminar plazas de aparcamiento, mejorar el transporte público, facilitar el uso de la bicicleta o extender las zonas peatonales; entre otras. Medidas que en definitiva impliquen una drástica reducción del uso del automóvil en nuestras áreas urbanas y metropolitanas, mientras se impulsa la marcha a pie, en bicicleta y en transporte público.

Y lograr este objetivo requiere de compromiso y voluntad institucional, poniendo fin a las caducas recetas del pasado, cuya única finalidad pasaba por diseñar nuestras ciudades en función de los intereses de una élite económica vinculada al ladrillo y la construcción de infraestructuras; parte de cuyos beneficios permeaban a su vez a la clase política mediante la correa de la corrupción.

No parece sin embargo que los problemas de salud, las desigualdades sociales y de género, y los impactos ambientales provocados tras más de 50 años en nuestras ciudades por tales “recetas” hayan visto su final y aceptación entre los técnicos y concejales municipales que orientan los designios de nuestras ciudades. Y así, todavía el motor de la especulación urbanística sigue estando visiblemente detrás de las políticas urbanas y de movilidad que rigen nuestras ciudades, con todas sus ramificaciones más vivas que nunca: macroeventos turísticos, nuevos planes urbanísticos, planes para la ampliación y construcción de nuevas carreteras o infraestructuras, o extensión de las grandes superficies comerciales. Medidas que de seguir manteniéndose e impulsando impedirán todo cambio real y necesario en nuestras ciudades.

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