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El rincón de Aranda

A vueltas con la Ojana

En enero de 2014 escribía yo sobre la palabra “ojana”, con el título: “Tesis sobre la Ojana”. Fue debido a que un amigo me preguntaba, más bien casi me “reprendía”, diciéndome que cuando en algún artículo introducía esa palabra, mucha gente creía que era un sinónimo de “mierda”.

Yo le decía que no se refería a eso; pero le hacía constar que si alguna vez me pedía el cuerpo decirle a alguien que se fuera a la mierda, que no tuviese duda alguna, que lo haría, y además en plan Fernando Fernán Gómez, cuando le dijo a un tío muy pesado: “¡Váyase, a la mierda!,… ¡A la mierda!”. Y créanme que me quedaría tan pancho.

Sobre el significado de esa palabra: “ojana”, la aprendí de un venerable anciano, que había hecho su servicio militar en Sevilla, allá en 1923. Alguna que otra vez le escuchaba decir: “Ese es un dandy de ojana”; y si era referente a alguien que había hecho un trabajo facilón, dándose mucha importancia, empleaba el diminutivo, “ojaneta”: “Eso lo ha hecho ese, de ojaneta”, decía.

Leyendo a Javier González Hurtado: “… La ojana, es una cualidad adquirida por cualquier tipo de persona que le gusta aparentar. El ojanoso suele encontrarse en Sevilla, siendo su hábitat más normal, la Feria de Abril o el Rocío, aunque puede ser identificado en cualquier momento o lugar, por su alto grado de pamplinismo. El ojanoso, en sus grandes ocasiones, suele vestir de forma bastante llamativa, aunque en el día a día pasa desapercibido. Es muy importante que se sepa que no todos los que visten así son ojanosos. Al ojanoso le gusta quedar bien con todos, ya que necesita amigos para poder posar, o fardar, en diferentes cofradías, como en círculos de divertimento y culturales, (también algún que otro meapilas que escriba como Dios le da a entender, y con faltas ortográficas incluidas). Es fácil de identificarlo, por su manera de andar y de reír, que lo hace bastante estirado y moviendo de manera peculiar los brazos; o en reuniones, despotricando y descalificando a los que saben más que él, y no están titulados, siendo éstos más prudentes. Los grados de ojana son los siguientes: Ser un pamplinas por excelencia, es aquél que nada más cruzarte con él, lo primero que se te viene a la cabeza: “este es tonto”, (por no decir gilipollas, claro). Aparentan ser gente adinerada, cuando en realidad están más tiesos que una mojama, (aunque algunos, vistiendo como los muñecos de tarta de boda, piden prestado y luego no pagan). El ojanoso moderado, es el que derrocha señoritismo por donde va, aunque no tiene comparación con los anteriores, y además come con la boca abierta. Suele mostrar más su ojana cuando está borracho, o “matipé”, (otra palabra de aquél anciano: “matipé”), que son sinónimos, pero mientras no lo está, suele ser muy reservado. Con la llegada de la crisis, como muchas otras cosas, esta especie está en peligro de extinción, pero no debemos preocuparnos, porque apenas nos recuperemos (se lo dijo Rajoy a Obama en el despacho oval), lo podremos admirar, otra vez, por todas partes. Su poder adquisitivo es menor y también sabido por todos. Por eso hay que hacer un llamamiento, en espera que con la plataforma Pro ojanoso, se pueda salvar a esta gente tan peculiar, y pintoresca”.

Ante eso yo me adhiero al salvamento del ojanoso pintoresco, (más bien pinturero), reiterando mi postura, de que es muy importante, no confundir al elegante y buen ciudadano con el ojanoso. El buen ciudadano debería ser “patrimonio inmaterial de la humanidad” por su forma de ver la vida, que trabaja para poder vivir, y no el que vive sin dar un palo al agua; que hace que se les vea como lo que siempre fueron, unos pelotas, gandumbas y haraganes. Yo creo que aquél anciano, con su retranca y guasón que fue en vida, ahora se estará partiendo de la risa junto a su esposa que yo, con un inmenso amor y cariño, les dedico a los dos; y puede que algún día, cuando nos encontremos en algún lugar del más allá, o quizás del más acá, ellos me preguntarán si esto ha sido una ojana, una ojaneta, o una de mis “cosas”. Pero seguro que Mariquita me dirá: “¡Ay!, Juanito, qué cosas tienes, hijo; ¡cómo eres!”, … y nos reiremos los tres, como siempre. Y el que se moleste: ajo y agua, … por ojanoso y pamplinoso.

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