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Atril ciudadano

A propósito de Alberto González, escritor

…Y aparecieron potentísimas palabras: Dioniso, Camus, voluntad de poder, escritor, actor… y un tipo alto muy alto y con disfraz para la ocasión: era "el hombre del sombrero" en "La isla mínima" (dirigida por Alberto Rodríguez), uno de los actores más prometedores de entre los conocidos en el panorama teatral y cinematográfico malagueño, ahora autor de una novela: "El escritor sin historias". También estaba presente mi compañero Eduardo Duro.

…Y entonces me acordé de Gorgias de Leontini, el sofista, el mago de la palabra, el autor, entre otras obras de "Sobre la naturaleza o Sobre el no-ser"; porque el poderoso actor pacense es un gran seductor dueño de la palabra, la entonación, el ritmo, la velocidad, la intensidad, la dicción, la mímica del rostro… las emociones y sensaciones corporales de agrado y desagrado, los gestos (¡Ay, los gestos). En definitiva, amo y señor de un autodominio admirable en situaciones difíciles, como la presentación de su primer libro, ni más ni menos. Pero se explica en la medida en que el escritor vive en relación simbiótica con el actor que ama re-presentar. De ahí sus gestos transgresores tan magníficamente encajados en el contexto protocolario de este tipo de actos. Porque Alberto se levantó, al menos en dos ocasiones, para abrazar en público al otro escritor que apadrinaba su presentación: Pablo Bujalance… y para reír… y para leer fragmentos de su obra. Era evidente su apuesta por el dinamismo y no la seriedad, tan próxima al aburrimiento, a lo mortecino… al es hierático cuando es tocado por Tánatos (Ortega y Gasset).

Fue una suerte estar presente y dejarse llevar, si bien discrepo en la concepción del escritor como alguien que busca poder ser lo que es (o al menos me pareció que el escritor sostenía esta tesis); porque no hay ser, Alberto, eso es pura ilusión. Lo que hay es mas bien no-ser. Tú nada tienes que ver ya con aquel niño gordito, pedante y gafitas que describías en clave autobiográfica. Es el "horror vacui" lo que nos impulsa a construirnos de manera imposible (Pico della Mirandola) y a deconstruirnos permanentemente (Derrida) gracias al magnífico descubrimiento de Gorgias: el poder del lenguaje, de la palabra. Eros, sí; impulso, "motus", camino, comedia, risa, movimiento… ¿hacia dónde, hacia la Idea de Belleza platónica? No… hacia Tánatos; posada, tumba, puerto, espíritu de la seriedad, muerte en definitiva. Es el tránsito del escritor, es la ausencia de sentido (Camus) de ser, lo que te llevará a habitar personajes como Hamlet, Cyrano, Hitler, Sade, Marat… a escribir una obra y otra y otra intentando llegar a descubrir (si acaso el escritor no se degenera en el camino) lo que nunca podrá descubrir: su ser; porque no hay ser. El "cogito ergo sum" cartesiano es pura ilusión, ya lo dejó claro Inmanuel Kant: es un nóumeno, no un fenómeno; no se puede experimentar, ¿dónde está tu ser, Alberto?, ¿dónde está tu yo? Ilusión y silencio y, en ocasiones, sólo esto último (Samuel Beckett). Estoy de acuerdo contigo, Alberto: todo está relacionado.
… Y "forrarse" sí, ¿por qué no?, ¿acaso los sofistas no amaban el dinero como medio suficiente para llevar una vida acorde con su concepción relativista y escéptica frente a otros valores menos tangibles, menos pragmáticos, frente a las entelequias (en el sentido de irreales) defendidas por otros?
En fin, Alberto, salud, mucha suerte en tu nuevo personaje y prometo leerte, compañero.

P.D.: Me temo que en el concepto de "actor" que expusiste había implícito cierto reproche hacia algún que otro director o directora que, en algún momento, tal vez, no supo reconocer tu talento. Es solo un pre-sentimiento, ya sabes.
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