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IN MEMORIAN

A Joaquín Rodríguez Puget

El pasado día 15 de noviembre falleció el Excmo. Sr. D. Joaquín Rodríguez Puget. Para unos, D. Joaquín o Puget; para otros, Joaquín y, para los suyos, Quinín, Papá o Abuelo… Muchos melillenses lo han conocido en sus múltiples facetas profesionales, artísticas e intelectuales pero otros muchos, los más jóvenes, no habrán podido conocerlo ni tratarlo como persona ni como personaje público.
Joaquín nació hace 85 años en Caldas de Reyes, un pequeño pueblo gallego del interior de la provincia de Pontevedra. Y, eso, junto a las enseñanzas de su abuelo, Joaquín como él, de sus padres y la convivencia con sus seis hermanos forjó su carácter.

De chico corría por los prados y los montes que rodeaban su pueblo y casi asilvestrado compartía sus juegos con los demás chicos de su aldea. Hizo el Bachillerato estudiando “por libre” en su casa, en la bien surtida biblioteca que su culto abuelo había ido abarrotando de libros. Allí, además de los libros de texto, devoraba todo lo que caía en sus manos (Julio Verne y Emilio Salgari, fueron sus favoritos) y gracias a ellos viajó por casi medio mundo sin moverse de su Caldas natal. Anualmente, él y su hermano mayor se desplazaban a la capital a hacer los exámenes en el Instituto y una vez aprobado el curso, siempre con magníficas notas, volvía a disfrutar de sus andanzas en el campo, chapoteando en el Río Umia e inventado artilugios, maquinando bromas para hacer rabiar a sus hermanas y haciendo experimentos en su laboratorio “Pinchitos”… Feliz infancia, a pesar de la dura época en que transcurrió.

Ingresó en la Academia General de Zaragoza, llegando a ser Sargento Galonista (los que habéis pasado por allí sabéis lo mucho que ello significa) y obteniendo el despacho de Teniente en la Academia de Ingenieros en Burgos. Sus aspiraciones a no conformarse con ser más que un militar como sus compañeros de la IX Promoción y su verdadera vocación, la ingeniería, le llevaron a opositar a la Escuela Politécnica Superior de Ingenieros de Armamento y Construcción en la que estuvo los seis años necesarios para obtener la cualificación de Doctor Ingeniero en Construcción y Electricidad.

Con ese bagaje llegó a Melilla a principio de los años 60, ya casado con María Mercedes y dos hijos de muy corta edad, Carmen y Quino. En Melilla, nacieron sus otras tres hijas, Rocío, María y Marta. Como Capitán, se incorporó a la Comandancia Militar de Obras en la que desarrolló muchos de los proyectos de obras que se hicieron en los acuartelamientos de Melilla, las Islas Chafarinas y los Peñones en sus más de 25 años de destino en los que fue ascendiendo en el escalafón hasta que fue nombrado Teniente Coronel.

A los pocos años, fue asignado a la Junta Coordinadora de los Servicios de la Administración de Melilla como Técnico. Y con el tiempo, pasó a compartir el mando de la Comandancia Militar de Obras con el cargo y las responsabilidades como Ingeniero Jefe del Ayuntamiento de Melilla. Muchas obras públicas, la creación y desarrollo de nuevas barriadas, la mejora de la potabilización y de la red de suministro de aguas, nuevos viales y saneamientos, alumbrados públicos, instalación de los primeros semáforos y otras tantas actuaciones urbanísticas salieron de sus cálculos y de sus planos… Por sus manos, durante años, pasaron todas las obras civiles y militares que se realizaban en Melilla. De su honradez o probidad pueden dar testimonio sus subordinados, sus jefes y todas aquellas empresas contratistas y proveedores que tuvieron relación con él de alguna manera u otra.

A mediados de los 80 aprobó las oposiciones a Técnico de Administración General de Corporaciones Locales para mantener su plaza de Ingeniero Municipal con habilitación de carácter nacional pero tuvo que elegir entre seguir en el Ayuntamiento o renunciar al Ejército. Lamentablemente para nuestra Ciudad, ganó la milicia y ella le llevó a otros destinos: primero Sevilla y, posteriormente, Madrid. Pero como buen gallego, jamás perdió su acento…
Pero Joaquín Rodríguez Puget no sólo ha sido un prestigioso militar, condecorado en múltiples ocasiones (la que más le gustaba era la muy preciada y exclusiva Orden de África) y que llegó a la cúspide del Cuerpo de Ingenieros Politécnicos alcanzando el grado de General de Brigada como Subdirector de Infraestructura del Mando de Apoyo Logístico del Ejército de Tierra. Como colofón, para finalizar su carrera militar, fue nombrado Director del Museo del Ejército. Tampoco ha sido sólo un prolífico y magnífico ingeniero. Como curiosidad, tuvo a su cargo la Dirección Técnica de la construcción de la Esfera Bioclimática símbolo de la Expo-92 de Sevilla.

Además de Ingeniero y General, este gran señor en todos los sentidos, era un artista. Tenía talento musical y siempre animaba las fiestas en familia con sus “gallegadas” y acompañaba los bailes de sevillanas como si se hubiese escapado de Triana… Y, con unas cuantas décadas en su haber, se propuso y consiguió dominar todos los palos flamencos con las seis cuerdas de su guitarra. Especialmente, las “colombianas”, inspiradas en las “habaneras” y con ritmo de “tango”, le retrotraían a su infancia y a la íntima y triste vinculación de su Galicia con las Américas en los años de la posguerra.

Pero con sus manos, no sólo supo arrancar acordes y arpegios, sino que un buen día – y sin pedir permiso a nadie- se puso a “manchar” con acuarelas un papel tras otro. Autodidacta, como casi siempre en su vida, de sus pinceles salieron cientos de `pinturas: paisajes de pueblos gallegos, campos y alamedas de Castilla, marinas y “dornas”, edificios y lugares de Melilla… Nadie como él entre sus coetáneos igualó el color y el calor de las Medinas y las morunas “carreras de la pólvora” de su admirado Mariano Fortuny, ni la calma o la turbulencia de las aguas de Turner. Sus “blancos” (las nubes, las olas, la luz…) nunca se pintaban sino que ya estaban allí cuando el papel dejaba de estar inmaculado y se llenaba de manchas ocres, sienas, azules, bermellones… y se convertía en una imagen llena de color y sentimiento. Expuso en Melilla, en la Toja, en la prestigiosa Galería “Grifé & Escoda” de Barcelona, Sevilla, Bilbao, Madrid y en otras tantas colectivas.

Su inquieto espíritu y su vocación como investigador e historiador le llevó, por iniciativa propia, a disponer el rescate en los archivos de la Comandancia Militar de Obras de una colección de documentos y mapas originales sobre las fortificaciones militares y la evolución de la ciudad de Melilla en sus varios siglos de existencia. Sus investigaciones y búsqueda de documentos sobre la verdadera Historia de Melilla dieron lugar a distintas publicaciones que han permitido a otros historiadores posteriores (con mayor publicidad que la que él nunca pudo tener) hablar con fundamento bibliográfico sobre Melilla. Durante su etapa en Sevilla como Coronel Jefe de la Comandancia Obras de la IX Región Militar colaboró como ponente en la Cátedra General Castaño
Entre sus obras publicadas destacan: “Crónicas de una fortificación. Melilla siglos XVI-XVII” prologada por el insigne D. Carlos Seco Serrano y con una impresionante cartografía de confección propia (y ayuda de su hijo Quino) con trasposición de antiguas medidas como “varas” y “toesas” al sistema métrico decimal, el “Ensayo sobre la evolución del cuarto recinto de Melilla . S. XVIII”, otro con el título “El agua de Melilla: aljibes y pozos en los tres primeros recintos fortificados” y el libro “De los "quarenta hombres de la mar" de Melilla a las Compañías de Mar (1497 – 1997)” en conmemoración del 5º centenario de este Cuerpo militar tan ligado a Melilla y del que también fue el autor de su portada. Y otras colaboraciones como “Historia de Melilla a través de sus fortificaciones”, “Arquitectura militar y ciudadelas”, “Bases urbanísticas para el desarrollo de Melilla modernista”, “Consideraciones acerca de la defensa de la plaza de Melilla y su campo exterior a finales del s. XVII, que sirven de base para el análisis de la evolución del cuarto recinto defensivo de Melilla, siglo XVIII”.

De todo ello, siempre nos quedará el recuerdo de este gran hombre, de sus aptitudes y de sus obras.

Amante de su profesión, orgulloso de su tierra natal y de Melilla, su tierra adoptiva. Excepcional esposo, padre muy querido y una buena persona para los que tuvimos la suerte de compartir una parte de su vida. Todo un señor se nos ha ido….

Que Dios te tenga en su Gloria y descanses en paz.

Gracias por todo.

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