Me permito contestar a su artículo del lunes 13, los Idus de marzo, día en que asesinaron a Julio César, (de ahí que la tradición romana considere gafe a ese nº), que como latinista trae a mi mente aquello de Virgilio en la Eneida: “ longum esse ennumerare omnia”…
Le voy a contestar por varias razones. A saber:
La polémica me encanta, no sólo porque da vidilla a los periódicos, como en épocas pasadas, sino porque de ella se puede ver un poco la verdad, la verdad, fíjese, el Maestro se preguntó: ”Quid est veritas? En toda mi vida, y en mis largos años de enseñanza, he pretendido seguir a Cicerón en el tratadito De Amiquitia: “Amicus Plato, sed magis amica veritas”, pero como humano y conocedor un poco de la Filosofía, ahora, y cada día, cada vez estoy más convencido de la frase de de Horacio, creo, o de Terencio, ahora la contestación me puede ofuscar: “homo sum, et nihil humanum a me alienum puto”. Pero Sr Aranda, citas a mí, jajaja, podríamos aburrir a unos lectores e ilustrar a otros, varios serán los botones de muestra…
Por eso, entre sus escritos y los míos, el lector puede sacar un poco de verdad, pensando en Kierkegard; “ en todo error hay un punto de verdad que le da consistencia”, más o menos. Ahora vamos al escrito de su respuesta, y lo primero que tengo que decir, que sí, que lo escrito queda, no se lo repito en latín por no pasar por pedante ni aburrir al paciente lector, que lo difícil y peligroso, por raspar el error, es la intencionalidad que todo escrito encierra. Me explico, intuyo, con posibilidad de error, que en su respuesta hay un poco de malestar por mi escrito, buscando intencionalidades mías que a lo mejor no las hay, o tal vez le empuja la ranquina, como dicen los italianos.
No estoy de acuerdo con los de Oír, pero no por eso, porque los pobres no sabemos si no aceptan la diversidad, parece que no, se les tiene que insultar. Yo no he visto en ningún sitio que la condenen. A mi parecer ,(como decía Cicerón), Vd. se equivoca confundiendo opinión con condena. No hace falta insultar a nadie por manifestar lo que piensan, aunque crea que condenan la realidad. Y me sumo a su frase final, que clava un cuchito en su modo de expresarse: “que no comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Si a los católicos, que no usan anticonceptivos, los protestantes, los agnósticos ( que ahora está de moda manifestarse como tales, como hace años ser de izquierdas), los ateos, le sale un hijo o hija así, pues tendrán que aceptarlo, como es de rigor y de humanidad, como dice Vd. Yo lo aceptaría sin lugar a sentirme desgraciado, pero comprendo y comprenda, que el tema es propenso a discusión, y no lo podemos evitar, ni Vd. ni yo. Ya puede haber millones de firmas en contra, no podemos evitar que piensen así, y tenemos que aceptarlo o aguantarlo, como guste.
En ningún momento ha pasado por mi imbecilidad ( en origen, debilidad mental o física, como la cojera de Claudio, cojo, “claudus”, impedido), querer ofenderle, sino puntualizarle, como dice en el título del artículo. Finalmente, en cuanto a la lectura del gran Quevedo que amablemente me recomienda, he de manifestarle, que entre los clásicos, admiro mucho y soy seguidor del manchego, porque he leído bastante de él. Yo a mi vez, le recomiendo, si no lo ha hecho, que lea al tan nombrado Marco Tulio, sus tratados de Senectute, o de Amiquitia, son cortos. Que me desea que lo pase bien, pues gracias, hombre, que sea feliz, también, se dice mucho ahora esa frase, creo que porque hay mucha falta de ella en nuestra sociedad presente, y un gran olvido de la esperanza, que es el fuerte del cristianismo y, por tanto del catolicismo, y demás religiones monoteístas. Todo se lo digo sin acritud, ( diría un clásico del socialismo) como intuyo, con gran posibilidad de error, claro, en su respuesta. Y ya sabe que la polémica me encanta, por aquello del esclarecimiento de la verdad. Suyo seguidor de sus escritos, Jesús Zan, soberbio servidor.
