Leo un libro maravilloso llamado ‘¿Por qué fracasan los países?’ De Daron Acemoglu y James A. Robinson. La conclusión de los autores, después de un riguroso estudio de decenas de países, es que el desarrollo económico sólo ha sido posible en países donde se han instaurado instituciones políticas y económicas, como los autores definen, inclusivas. Es decir, países en los que el poder lo tiene la mayoría de la gente, es decir, la gente controla al gobierno, en los que se crean los incentivos y oportunidades necesarias para promover la acción, creatividad y el espíritu empresarial en la sociedad, y en los que imperan unas normas/leyes comunes impuestas desde un Estado centralizado.
El condicionante principal para que Europa occidental se desarrollase mucho más que la Europa Oriental se puede explicar por lo ocurrido tras la peste negra de finales del siglo XIV. En esa época, el feudalismo estaba vigente en Europa. El rey era el que poseía la tierra, y se la concedía a los señores feudales a cambio de servicios militares. Estos señores, a su vez, le entregaban la tierra a los campesinos, quienes eran forzados a trabajar sin remuneración, estaban sujetos a multas e impuestos, y no podían abandonar la tierra de sus señores. La peste se deshizo de la mitad de la población de aquellos países a los que golpeaba, y eso creo un nuevo marco económico que fue clave para explicar la diferencia en cuanto a nivel de desarrollo de los países de la Europa Occidental frente a la de la Europa Oriental. La escasez de mano de obra trajo, en países como Inglaterra, mucho más poder de negociación a los campesinos, quienes no dudaron en pedir mejoras en sus condiciones de trabajo. No sólo sus sueldos aumentaron, sino que también se desquitaron de trabajos obligatorios y de las obligaciones que tenían con sus señores. Pese a los múltiples intentos del gobierno por frenar el cambio, los campesinos lograron su objetivo. El efecto de la peste fue similar en la Europa Oriental, y las instituciones económicas y sociales eran las mismas, pero tras la peste los terratenientes aprovecharon para aumentar sus posesiones de tierra. Los campesinos no tenían tanto poder negociador, no se les dio, y por tanto, no sólo no llegaron a ser más libres, sino que las pocas libertades que tenían se vieron amenazas.
Tras esta pandemia tendremos que decidir entre ser uno de esos países que decidan por una mayor libertad, menores impuestos, y un menor gasto público discrecional, o uno que limite aún más la libertad, aumente impuestos, y amplíe los privilegios de la única élite que existe en España, el gobierno y sus amiguetes. De momento Reino Unido ha optado por lo primero, y esperemos que España también. Las consecuencias de no hacerlo pueden llegar a ser irreversibles para una economía como la nuestra.