Pasadas las nueve de la noche se llevaba a cabo a las puertas del Palacio de la Asamblea la quema de la sardina con la que se ponía ayer el punto y final a una cabalgata de carnaval tomaba por los pasacalles locales y las decenas de melillenses ataviados para la ocasión con disfraces originales y divertidos. La kilométrica cabalgata, que ocupó en su desarrollo toda la Avenida de Juan Carlos I, concitó a un numerosísimo público que disfrutó de la música, diversión y espectáculo visual que ofrecía una Melilla vestida de carnaval pero azotada por el viento y las bajas temperaturas. Desde la Ciudad Autónoma se afirma que la falta de incidentes fue el hecho más destacado. Con veinte minutos de retraso sobre la hora prevista se ponía en marcha la cabalgata de carnaval de este año. El viceconsejero de Festejos, Francisco Díaz, temía que la climatología pudiera jugar una mala pasada, pero por fortuna sólo hubo viento, con rachas no demasiado fuertes y el frío clásico de un mes de febrero en Melilla.
Por lo demás, los melillenses no dudaron en echarse a la calle para vivir esta fiesta y aunque su número fue inferior al registrado en la impresionante cabalgata de Reyes, sí que la afluencia fue más que considerable. Entre el público, adultos abrigados y numerosísimos niños disfrazados acompañaron el desfile de pasacalles, gigantes y cabezudos y de carrozas, siguiendo con el cuerpo la fuerza de los ritmos brasileños.
Desarrollo
La cabalgata ocupó una superficie lineal de 275 metros y no pecó de lenta como el pasado año, porque sí que se llenó de contenidos, gracias principalmente a los pasacalles. En esta ocasión tomaron parte 16, de los que tan sólo cuatro eran de la península y el resto, integrado por melillenses entregados al cien por cien. Se estima que más de 300 personas tomaron parte en la actividad como figurantes.
No faltó tampoco la música, tanto enlatada como en directo gracias a una banda de jazz, así como los disfraces, dejando patente que los melillenses se están convirtiendo en todo unos profesionales en la confección de trajes aparatosos, vistosos y de gran calidad. Así se pudo comprobar con el desfile de los numerosos participantes en los concursos de adultos e infantil.
La seguridad fue también otra nota a destacar de la planificación de este año, no sólo por el vallado que recurrió toda la Avenida evitando que los transeúntes pudieran ser atropellados por las carrozas, sino también por los treinta custodios, personas encargadas de proteger el desarrollo de cada batea y carromato. Estos gestos, sumados a la importante presencia policial, hicieron posible que la cabalgata se desarrollara sin incidentes, según se apunta desde la Ciudad Autónoma.
En cuanto al contenido, este año se apostó por lo visual, con carrozas tan originales como la que ocupó el grupo Mirrolde con la representación de los siete pecados capitales, o los insectos gigantes que provocaron más de un llanto a los niños pequeños. A las carrozas, con diseños de África o el fondo del mar, hubo que sumar el arte de los pasacalles, con sus coreografías y trajes, así como la implicación y participación no sólo de los ganadores de los concursos de disfraces, sino de la gente joven en general, que se sumó con sus propuestas también originales, para disfrutar de la fiesta.
Con la quema de la sardina, rodeada de las plañideras y alborotadoras viudas, se cerró ayer el Carnaval de Melilla, pero no así las ganas de diversión, que de seguro continuará al menos hasta el inicio de la Cuaresma en el Miércoles de Ceniza.
El viceconsejero de Festejos, Francisco Díaz, felicitó ayer a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, Policía Local y protección civil por el desarrollo de la cabalgata, al tiempo que agradeció al personal del área el importante y desconocido trabajo desarrollado. Díaz confía en que los melillenses lo hayan pasado bien y disfrutado de una programación carnavalera diseñada sólo con ese motivo.
