El Domingo de Ramos es siempre un día de alegría, pero Melilla llevaba privada de este sentimiento desde hacía tres años en el arranque de la Semana Santa. El mal tiempo o la falta de portadores habían impedido que desde 2011 nuestra ciudad pudiera evocar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén acompañado de su Madre. Hasta ayer, día en que un sol de justicia, el cielo despejado y una suave brisa se confabularon para que Melilla reviviera un Domingo de Ramos por todo lo alto. El Parque Hernández y la Avenida Juan Carlos I rememoraron por fin las preciosas imágenes de Nuestro Padre Jesús del Soberano Poder a su Entrada en Jerusalén con María Santísima de Gracia y Esperanza a su espalda, arropados por cientos de melillenses y mecidos con dulzura por los hombres de trono de la Cofradía de la Flagelación. Pero eran pocos hombros los que lo hicieron posible. Menos de los necesarios. Por eso la Virgen, vestida con su manto verde, bordado con hilo de oro y cubierta con su palio blanco, a punto estuvo de tener que quedarse en la Parroquia de la Medalla Milagrosa.
Poco antes de las diez de la mañana, la hora a la que estaba programado el inicio de la procesión, el Hermano Mayor de la Cofradía de la Flagelación, Andrés López, hacía público su temor de que la Virgen podría verse obligada a no salir a la calle, como ya le ocurriera en 2012, por la falta de portadores. Hubiera sido el tercer año consecutivo. La preocupación en los rostros de los cofrades se tornó en alegría cuando minutos después llegaron varios hombres de trono, a los que se sumaron otros melillenses dispuestos a aportar sus hombros aunque no fueran vestidos con las túnicas rojas y capirotes blancos de la Flagelación.
Y así fue cómo la Cofradía de la Flagelación pudo salir en procesión al completo, repartiendo los portadores disponibles entre los tronos de la Pollinica y María Santísima de Gracia y Esperanza, y restando las figuras de San Juan Evangelista y una hebrea del conjunto escultórico de la Pollinica para quitarle peso, como ya hizo en 2012. Esto obligó a poner la palma en las manos de Jesús en vez de en las de San Juan, como manda la tradición.
Puntual en el Parque Hernández
Los dos tronos estaban ya en la calle 20 minutos después de la hora prevista, un ligero retraso que no impidió que la procesión luciera como nunca por las calles de Melilla y llegara puntual a las 12.30 horas al Parque Hernández. Cientos de melillenses de todas las edades esperaban allí sin moverse para rememorar imágenes de las que se habían visto privados los años anteriores, y ser bendecidos por la mano derecha de la Pollinica.
Las palmeras del recinto natural, junto con las palmas trenzadas y las ramas de olivo que llevaban muchos niños, permitieron evocar en el Parque Hernández la entrada de Jesús en Jerusalén. Y fue triunfal, como ocurrió entonces, porque los melillenses arroparon la procesión con sus aplausos, los cofrades elevaron al cielo los tronos y los legionarios no dejaron de entonar “El Novio de la Muerte”, un himno que también cantaron a voz en grito los portadores y que puso la banda sonora a un Domingo de Ramos inolvidable.
Tal era el gozo por tener en el Parque Hernández a la Pollinica y la Virgen de la Esperanza, que la procesión se quedó prácticamente paralizada acumulando un importante retraso en su entrada a la carrera oficial en la Avenida Juan Carlos I. Allí también había muchísimos ciudadanos, que no quisieron perderse otro de los momentos más emotivos del Domingo de Ramos, como es la estación de penitencia ante la Iglesia del Sagrado Corazón. Allí, nuevamente, Jesús y su Madre fueron elevados al cielo ante el fervor de los melillenses, a los que faltaban manos para aplaudir a rabiar a los portadores, ya cansados por el enorme esfuerzo que supuso el primer tramo de la procesión con menos de los 160 hombres que necesitaban los dos tronos.
Seis horas de procesión
Pasaban las dos de la tarde cuando la Cofradía de la Flagelación empezó a enfilar el camino de vuelta a Batería Jota, adonde llegaron cerca de las cinco, seis horas después de que empezara la salida procesional.
Algunos de los portadores fueron sustituidos por otros melillenses, e incluso legionarios que se prestaron a ayudar para poder completar el regreso, que llegó a su punto de máxima emoción con el Reencuentro entre Nuestro Padre Jesús del Soberano Poder, subido a la borriquilla, y María Santísima de Gracia y Esperanza, adornada con docenas de claveles blancos que los fieles habían donado en la víspera del inicio de esta Semana Santa tan espectacular y prometedora para Melilla.