Durante las vacaciones de Semana Santa, más de 900.000 niños y niñas de primaria han perdido el acceso a la beca comedor que normalmente reciben durante el curso escolar. Así lo denuncia cada año la ONG Educo, especializada en infancia y educación. “Son muy pocos los menores que reciben algún tipo de ayuda para cubrir su alimentación durante estas fechas, y además es complicado acceder a ellas. Resulta incomprensible que no exista una alternativa que garantice este apoyo durante las vacaciones, porque siguen necesitando comer igual que cuando están en clase. Las dificultades económicas de sus familias no desaparecen en Semana Santa”, afirma Pilar Orenes, directora general de la organización. “Estos niños y niñas tienen derecho a una alimentación completa, sana y nutritiva todos los días del año”.
La situación, advierte Educo, se agrava en verano, cuando las vacaciones escolares se extienden hasta casi tres meses. “En verano no hablamos de una semana, sino de 80 días. Es muchísimo tiempo para familias que ya hacen malabares para llegar a fin de mes y garantizar que sus hijos coman lo que necesitan”, añade Orenes. Según los últimos datos de la Encuesta de Condiciones de Vida, en España hay más de medio millón de menores —un 6,9%— que no pueden comer carne, pollo, pescado o una fuente equivalente de proteínas vegetales al menos cada dos días.
Además de asegurar una comida equilibrada, el comedor escolar ofrece un entorno seguro y protegido durante el mediodía, donde los niños no solo se alimentan, sino que también están cuidados, continúan aprendiendo, juegan y disfrutan de su tiempo libre. “Eso también debería garantizarse durante las vacaciones”, subraya la ONG.
Pero no solo está en riesgo la alimentación. Muchos menores viven en situaciones de pobreza que afectan a su bienestar general y a su desarrollo. En España, 1 de cada 3 niños y niñas crece en situación de pobreza, una cifra que apenas ha cambiado en la última década. “Cuando llegan las vacaciones de Semana Santa, el verano o la Navidad, muchos tienen que quedarse en casa, a veces solos, porque sus familias no pueden permitirse ir de vacaciones ni pagar actividades como colonias o campamentos. Algunos viven en pisos muy pequeños o incluso comparten vivienda con otras familias”, explica Orenes. “Por eso, además de la beca comedor, es fundamental que puedan acceder a actividades fuera del hogar”.
La oferta gratuita de actividades para estos menores es limitada: no cubre todos los días necesarios y muchas veces no incluye alimentación. Aunque existen ayudas de distintas administraciones —ministerios, comunidades autónomas, ayuntamientos, diputaciones— y de entidades sociales, no hay una visión clara del alcance real de estas medidas. “Falta coordinación. Es difícil saber a cuántos niños llegan las ayudas o cuántos días cubren. Lo que está claro, por nuestra experiencia con las familias más vulnerables, es que no es suficiente. Todas las administraciones, desde los ayuntamientos hasta el gobierno central, deberían facilitar el acceso de la infancia más vulnerable a estas actividades durante todas las vacaciones”, concluye Orenes. “Estar encerrados en casa, muchas veces en una habitación, comiendo lo que haya —que no siempre es lo más sano— no son vacaciones para nadie”.