Alguien dijo de mi en cierta ocasión:" Ese que se ha creído. Si tiene cara de tonto" Y tenia razón. A medias. A medias, porque no solo tenía cara de tonto, sino también todo el cuerpo. Era tonto total. Y además, con un notable defecto: Creer que era listo. Lo cual acrecentaba más mi tontería. Adulterándola y desacreditándola, ya que la despreciaba minusvalizándola, al darle a entender, que mi listeza era preferida a ella, cuando en realidad era todo lo contrario. Yo era tonto y no quería ser otra cosa. Solo tonto. Pero las amistades. La vanidad. La adulación… todas esas manifestaciones sociales que suelen darse a los listos, haciendo de la mentira la verdad mas camuflada que existe- si es que algo existe- fueron las culpables de tamaña confabulación y atentado, anulando e intentando desterrar de mi, esa maravillosa, placentera e inocente sensación que ofrece la vida, cuando esta solo se ejercita, con la misma simpleza que se recibe. Serenamente tonto. Que equivalía a decir, lo que con tanta sencillez decía Tano.
"El TANO", Aquel muchachote, bien formado y parecido, que compartía con nosotros, los años mas inolvidables de nuestras vidas, y que por ser- eso decían- un poco retrasado, en esa dinámica mental que el mundo exige, sus amigos, le solíamos decir a veces en plan de broma cariñosa: ¡Tano, tu tonto" A lo que el respondía siempre sin un átomo de recriminación ni ofensa: ¡Tano, no tonto¡ ¡Tano bueno¡. Y los demás sonreíamos, haciéndole carantoñas y gestos amigables, pero emocionados, con esa emoción que era posible tener con 17 años, al comprobar en el, algo diferente a nosotros mismos, por lo cual, siempre solía estar en nuestra compañía y cuando no estaba, lo buscábamos, porque presentíamos, que sin el, algo nos faltaba.
- Tano…tu tonto.
- TANO TONTO NO. TANO BUENO.
Para qué hablar más.
