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En la red

Son ya cincuenta y cinco años unidos

Existen tres formas de mirar y las tres son necesarias. La primera es mirar hacia atrás, con ella se consigue que el recuerdo se resguarde entre nosotros; la segunda es hacerlo hacia delante e intentar descubrir el futuro que nos espera; y la tercera, la que ofrece más dificultad, es tomar los ojos en nuestras manos, darles la vuelta y mirarnos hacia adentro buscando un no sé qué que dé sentido a toda nuestra existencia.

Hoy es una fecha significativa para Rosi, mi compañera, y para mí, pues hace cincuenta y cinco años que nos unimos en ese extraño vínculo matrimonial en el que se comparten tristezas y alegrías. Lo vamos a celebrar mirándonos de otra forma: frente a frente y comiendo y descorchando algo más de lo normal, aunque sin pasarnos no sea que la dicha se convierta en indigestión; no serán las bodas de "oro" que ya quedaron atrás, sino de todos los metales, ya que en este devenir una amalgama de ellos ha acampado entre nosotros.

Si miro hacia atrás me veo en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de Melilla introduciendo con tino la alianza en el dedo anular de ella. Si lo hago hacia delante observo que los surcos de nuestros rostros van formando arroyos por donde se van a deslizar los años, pocos o muchos, que nos quedan de existencia, años duros, de silencios, miradas de ternura, pérdida de memoria, ayuda mutua y de hombros donde reclinar nuestras cabezas cuando sentimos la soledad; será un tiempo difícil, pero creo que estamos preparados para ello.

Ahora bien, si tomo los globos oculares, y a modo de linterna, los introduzco en el espacio temporal de este montón de años vivido con ella, puedo visualizar con nitidez aquellas alegrías y tristezas a las que prometimos hacer frente y de las que hemos salido vivos, aunque a veces heridos en profundidad; por ahí pasan el nacimiento de nuestra hija, la muerte de nuestros padres, el milagro de las nietas, el trabajo conjunto en el mundo de la enseñanza, enfermedades de todo calibre, alegrías y risas, silencios aplastantes, momentos difíciles de convivencia, el respeto a la intimidad de cada uno y la tolerancia como basamento del edificio que hemos construido.

Haremos una sencilla y agradable fiesta en común unión con cualquiera que coja a mano por aquí, y con vosotros, los lejanos en la distancia, pero cercanos en este mundo extraño para celebrar que ya no es necesario hablar de amor o decir te quiero para que sepamos que estamos más unidos que cuando nos prometimos hace veinte mil setenta y cinco días, pues una mirada de complicidad será suficiente.
(Artículo publicado en el Diario Digital Siglo XXI que por su interés reproducimos)

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