Carta del Editor
MH,1/9/2024
Enrique Bohórquez López-Dóriga
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. Es uno de los más conocidos pasajes de ese libro inmortal del que todo el mundo habla y… pocos lo han leído, según dicen los numerosos descreídos.
El valor de un Estado (se puede aplicar también a una ciudad, digamos que Melilla, por ejemplo) a la larga, es el valor de los individuos que le componen
Empiezo a leer “Sobre la libertad”, un corto ensayo de uno de los grandes economistas de la historia, John Stuart Mill (1806-1873). Empiezo a leerlo en internet y me cuesta seguirlo. Saco de la Librería Pública de nuestra ciudad el libro en papel… y leerlo es un placer.
Dice Mill que el mal comienza cuando, en lugar de fomentar la actividad y fuerzas de los individuos y grupos, los sustituye (el Estado) con su propia actividad; cuando en vez de informar, aconsejar y, en ocasiones, denunciar les hace trabajar encadenados, o les ordena que se mantengan apartados y hace su trabajo por ellos.
Recuerda que “el valor de un Estado (se puede aplicar también a una ciudad, digamos que Melilla, por ejemplo) a la larga, es el valor de los individuos que le componen; y un Estado que propone los intereses de la expansión y elevación mental de sus individuos, a un poco más de perfección administrativa o a la apariencia que de ella da la práctica en los detalles de los asuntos, un Estado que empequeñece a sus hombres, a fin de que puedan ser más dóciles instrumentos en sus manos, aun cuando sea para fines beneficiosos, hallará que con hombres pequeños ninguna cosa grande puede ser realizada; y que la perfección del mecanismo, a la cual todo lo ha sacrificado, terminará por no servirle para nada por falta del poder vital que, en aras de un más fácil funcionamiento de la máquina, ha preferido proscribir” Lo que más odiaba y temía Mill era la mezquindad, la uniformidad, el efecto destructor de la persecución, la opresión de los individuos por el peso de la autoridad, la costumbre o la opinión pública.
No son los políticos, sino los empresarios, los que crean riqueza. Una ciudad en la que la aspiración máxima es ser funcionario público es una ciudad que no crea riqueza, es una ciudad económicamente muerta
La costumbre, o segunda naturaleza. La sanción de la ley o de la opinión… Los grandes escritores, a los cuales debe el mundo la libertad religiosa que posee. La costumbre, subsistente todavía, de ver en el Gobierno el representante de un interés opuesto al público… La única parte de la conducta de cada uno por la que él es responsable ante la sociedad es la que se refiere a los demás… La humanidad sale gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera en vez de obligándolo a vivir a la manera de los demás. Estar seguros de habernos acercado a la verdad todo lo posible en nuestro propio tiempo es toda la certidumbre a que puede llegar un ser falible (todos lo somos).
Por cierto, John Stuart Milll, siglo XIX, fue un gran defensor de la emancipación, la liberación de la mujer y de su incorporación a la sociedad civil en condiciones de igualdad con el varón. “El sometimiento de la mujer”, otro de sus ensayos, compuesto y publicado en 1861, fue un gran paso en ese camino de la liberación de la mujer.Hasta aquí he citado a Miguel de Cervantes y a John Stuart Mill, con la libertad como fondo. Si me circunscribo a lo económico, con énfasis en la microeconomía, la economía familiar, esa que sabe que no puede gastar eternamente más de lo que se ingresa, he de volver a recurrir -pensando muy especialmente en Melilla- en una pregunta muy sencilla… y muy poco practicada: ¿qué hace que la economía funcione? La respuesta, casi siempre olvidada: no son los políticos, sino los empresarios, los que crean riqueza. Una ciudad en la que la aspiración máxima es ser funcionario público es una ciudad que no crea riqueza, es una ciudad económicamente muerta.
Otro ejemplo más del intervencionismo público desmedido: culpables de las últimas subidas de precios, no miremos a los tenderos, sino a nuestros políticos y banqueros centrales por haber hundido el valor de nuestra moneda (Juan Ramón Rallo, en La Razón, el 29 de agosto).
Feria en Melilla
Ya ha empezado nuestra larga Feria. El primer paso, curioso y preocupante, ha sido lo de las entradas para los espectáculos públicos melillenses. Empezó con Los Morancos y el siguiente episodio ha sido lo de la “Indignación, caos e incivismo ciudadano en la cola para conseguir una entrada de concierto de feria en el punto de información”, como publicamos el pasado jueves.
Si la oferta de espectáculos es buena, en una ciudad tan necesitada de expansión como Melilla -especialmente entre los jóvenes- el resultado es que la demanda supera a la oferta, la compraventa crece y el malestar también. Y, efectivamente, nunca llueve a gusto de todos
Aunque la consejera Fadela Mohatar es la encargada de ese área de Festejos, el que da la cara es Francisco Díaz, que está ahí “ayudando”, según me dice. Un poco desesperanzado, cuando le acusan de “caos” en lo de la venta de entradas para espectáculos y conciertos, responde con ese conocido refrán, vocalmente transmitido generación tras generación, de que “nunca llueve a gusto de todos”. Y es verdad. La aspiración, tan frecuentemente repetida por muchos políticos, de contentar a todos es un imposible…afortunadamente.
La venta online, me comentaba Paco, tiene un destino desconocido, o poco controlable, algo que, como ocurrió con lo del voto por correo, puede originar muchos problemas y alimentar muchas suspicacias. Pero la venta presencial produce aglomeraciones e incivismo, como ocurrió el miércoles pasado con grupos saltándose las colas y la policía teniendo que intervenir y practicar, creo, más de una detención.
Si la oferta de espectáculos es buena, en una ciudad tan necesitada de expansión como Melilla -especialmente entre los jóvenes- el resultado es que la demanda supera a la oferta, la compraventa crece y el malestar también. Y, efectivamente, nunca llueve a gusto de todos, es inevitable, pero deberíamos centrarnos, en estos días de fiesta local, en intentar disfrutar y relajarnos. Eso es lo que deseo a los melillenses en esta larga semana festiva local.
Posdata:
Se acerca el inicio del curso escolar. Conviene recordar, y actuar para evitarlo, que la fotocopia de libros de texto, que enriquece a algunas empresas locales, es un fraude de ley… no perseguido en Melilla.