El cinismo es una de las lamentables características de algunos de los «investigados» en el no menos lamentable «caso» (Salander). Y los daños colaterales para el actual Gobierno de nuestra Ciudad van a ser inevitables, me parece. Repito, ya casi nada puede seguir siendo, queramos o no, como hasta ahora ha sido. He estado un día, solo uno, en Dubai, que es, según declaración propia, un estado-ciudad islámico cuya riqueza empezó con el petróleo y más tarde, hasta ahora, se basa en una situación geográfica privilegiada desde el punto de vista económico y una política de libertad económica y de atracción de capitales que ha llevado a un desarrollo realmente impresionante y a un crecimiento espectacular. Obviamente no soy, ni puedo ser tras una visita de un día a la ciudad, un experto en asuntos de Dubai. Tampoco aspiro a ser uno de esos tertulianos que son legión en las radios y televisiones españolas y que emiten constantes juicios de valor y afirmaciones categóricas sobre cualquier cosa que pueda surgir, intentando hacer creer que son expertos en todo, algo imposible por sí mismo y cuya evidente falsedad queda demostrada al oír lo que, con tan evidente desconocimiento, esa multitud de tertulianos afirma y sobre lo que sentencian con tan aparente seguridad y atrevimiento, haciendo bueno el dicho popular de que la ignorancia es muy atrevida. Pero sí creo poder afirmar que soy un observador atento y que, al intentar ver el desarrollo de Dubai versus el subdesarrollo de Melilla, para poder obtener alguna conclusión que pudiera favorecer a nuestra ciudad, llegué a algunas conclusiones que me parece interesante transmitir.
Dubai era un desierto, sobre el que se han construido gigantescos edificios compitiendo en altura (se jactan de tener el más alto del mundo, el Mahaba, con más de 800 metros de altura) e innumerables hoteles, a cual más lujoso y más grande. Algunos de ellos, rememorando estilos antiguos, como el hotel Jumeyrah Zabeel Saray, de muy bien logrado estilo otomano, otros muy parecidos a los de la Marbella lujosa de sus inicios. También los periódicos de la ciudad compiten en cantidad, lujo y número de páginas, y en un sólo hotel vi, y me regalaron, tres periódicos en inglés: The Gulf Today, GN Weekend y Khaleji Times, además de otros tantos en árabe. Compiten asimismo en lujo y tamaño los famosos Mall, los enormes centros comerciales en los que están muchas de las más famosas y caras marcas del mundo, centros que coexisten con el tradicional mercadillo del oro dubaití, como coexisten los burkas -por las calles- con los escuetos bikinis -en las espectaculares piscinas de los hoteles y las numerosas playas dubaitíes-. El resultado es que hoy los ingresos por turismo han superado, en mucho, los derivados del petróleo. Otra conclusión evidente es que burkas y estado islámico pueden coexistir con desarrollo económico. ¿Para siempre o sólo circunstancialmente?. Eso no lo sé, sólo el tiempo lo dirá. Dubai, en resumen, impresiona y deja una sensación de insostenibilidad (¿es sostenible tanta riqueza tan rápidamente creada y tamaña inversión realizada y todavía realizándose – siguen construyéndose en gran número-?. La respuesta sigue siendo que sólo el tiempo lo dirá, pero la conclusión que obtengo, desde el punto de vista melillense, es que, como han hecho en Dubai, hay que intentar el desarrollo y que -eso es más que evidente- el turismo en Melilla está claramente subdesarrollado. Llegar al nivel de Dubai no es fácil, probablemente es imposible para nuestra ciudad, pero permanecer en el nivel turístico de Melilla es inexcusable y salir de él sí es perfectamente posible.
También he estado un sólo día en Singapur, que ha tenido un desarrollo económico enorme, parecido al de Dubai, con la visible diferencia de que Dubai es una ciudad árabe (con muchísimos turistas) mientras que Singapur es herencialmente británica y ahora mayoritariamente malaya y china, con una gran multiculturalidad. En ambos casos la situación geográfica es su gran ventaja competitiva y la existencia de gobiernos de economía abierta el secreto de su éxito. No se puede decir que el Gobierno de Singapur sea liberal, más bien es autoritario, pero sí es abierto hacia los inversores extranjeros, atrae a un gran número de trabajadores y alienta, con bajos impuestos, el establecimiento de todo tipo de empresas en su ciudad-estado. Un ejemplo, para nosotros, españoles, próximo y alentador: una cadena de restaurantes de origen catalán, CaFocsentosa, con una oferta de comida mediterránea en el Sudeste asiático, con un director de operaciones gaditano (Juan Álvarez), que nos obsequió con una espléndida comida y que nos demostró tener un gran éxito en ese lejano país asiático. Una analogía con Melilla: Vía barco, Singapur exporta inmensas cantidades y variedades de mercancías a su vecina India, algo similar, a mayor escala, de lo que Melilla hace con Marruecos.
Posdata. Resulta difícil descubrir y profundizar desde Australia, donde me hallo a la hora de escribir esta Carta, sobre el sucio y repelente Caso Salander, que tanto daño hizo a nuestra ciudad, que tanta calumnia e insultos derramó sobre muchos melillenses, yo incluido. La Justicia, con su habitual lentitud, va avanzando en el caso. Eso está bien y que se concluya lo más pronto posible, con el correspondiente castigo a los culpables, procedentes de diferentes ámbitos de nuestra sociedad (funcionarios/as de justicia, políticos, ex políticos/as, etc., incluidos) también sería muy positivo. Ahora lo destacable es el espectáculo lamentable -no podía ser de otro modo, dada la «calidad» de muchos de los investigados- de las acusaciones mutuas que se cruzan entre sí los que antes tanto colaboraban ilícitamente, amparados en perfiles falsos de la red. «Yo admiro mucho al Sr. Bohórquez», decía una de las principales imputadas en el caso Salander en el transcurso de un juicio por calumnias contra mí, muy similares a las que más tarde se difundían vía Salander. El cinismo es una de las lamentables características de algunos de los «investigados» en el no menos lamentable «caso». Y los daños colaterales para el actual Gobierno de nuestra Ciudad van a ser inevitables, me parece. Repito, ya casi nada puede seguir siendo, queramos o no, como hasta ahora ha sido.