Si algo caracteriza al sanchismo es su escaso interés: político, cultural, legislativo y hasta humano. La mediocridad es su característica principal, sólo frena la espontaneidad social y es pródigo en actuaciones extravagantes.
La última ha sido, esta semana, la excursión presidencial a Vietnam y China, al servicio de una operación de propaganda destinada a vender la imagen de un supuesto protagonismo internacional.
Ha sido propio de un manifiesto adversario de la democracia, como es Pedro Sánchez, haber rendido homenaje en Hanoi al tirano comunista Ho Chi Min, fundador de una dictadura que todavía pervive y responsable de una guerra que causó más de un millón de muertos. La ocupación comunista de todo el país en 1975 provocó el éxodo masivo de los “boat people”, la gente de los botes, que huían de la opresión.
Esta desvergüenza es paralela a la descalificación sanchista de Francisco Franco, cuya ejecutoria fue incomparablemente superior a la del tirano vietnamita, les guste o no a Sánchez y su banda. En definitiva, se trata de otro recurso a la mentira del personaje, que se cuentan por centenares, si no por miles.
Y luego está lo de China. Tres visitas oficiales en los últimos tres años, lo que carece de sentido. Las relaciones económicas se caracterizan por un gran desequilibrio: en 2024 España importó de China por valor de 45.174 millones de euros y sólo exportó por una suma de 7.467 millones, lo que supone una raquítica tasa de cobertura del 16,53 por100.
La capacidad de Sánchez para mejorar ese índice es ninguna. Si se fortalecen las relaciones económicas siempre será a favor del gigante chino, cuyos recursos son considerablemente superiores en todos los órdenes, desde la producción de mercancías a la productividad y los medios financieros.
Los intercambios se han visto además perjudicados por una de las majaderías del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, cuando efectuó una apuesta por energías renovables que incluyó la garantía de una rentabilidad a inversores extranjeros y la adquisición masiva en China de placas solares que estaban prácticamente obsoletas. Esa compra le permitió a China desarrollar una nueva generación de placas, oportunidad que perdió España por las sandeces de Zapatero. Este último parece ser ahora un interlocutor privilegiado con Pekín, lo que nos ha costado nuestro dinero. Después de Venezuela, el ex presidente socialista ahora va de dictadura en dictadura y todavía se atreve a proponer un referéndum en Cataluña.
Una vez más, sólo hay propaganda, seguida por unos medios serviles al poder cuya sumisión resulta vergonzosa. Ya la hubo el año pasado cuando Pedro Sánchez intentó favorecer la venta de coches chinos en la Unión Europea. Las instituciones comunitarias lo descartaron con la sola abstención española, lo que fue una muestra de la nula influencia del sanchismo en Bruselas. También arruinó su pretendido liderazgo en las relaciones con China, camelo que ahora ha pretendido repetir. Y sobre todo esa política estaba en contra de los intereses españoles. ¿Qué ganábamos facilitando la importación masiva de vehículos chinos cuanto España es el segundo productor europeo, después de Alemania? Sólo habría servido para desequilibrar aún más la balanza comercial.
Las relaciones con el gigante asiático serán establecidas, como es natural, por la Comisión de la Unión Europa, sin que España tenga otra opción que decir amén. Visto lo visto, además, a los españoles nos favorecerá mucho más lo que decida Bruselas que una política sanchista pródiga en ocurrencias.
La excursión a Hanoi y Pekín tampoco nos favorece en las relaciones actuales con los Estados Unidos, en plena locura de la guerra de aranceles desatada por el presidente Donald Trump, aunque también en este caso tengamos el paraguas de Bruselas.
Este gobierno no da más de sí. Podrá continuar por inercia, sumiso a los chantajes de sus socios de investidura, pero cada medida que anuncia es un nuevo disparate. Espero que no sea cierta la expectativa de que Melilla tenga que acoger más menores que Cataluña. ¿Qué dicen los socialistas locales? Todavía no les he oído.
(*El melillense Miguel Platón fue director de Información de la Agencia EFE España, consejero de Radiotelevisión Madrid y director de Multimedia)