¡Siempre en mi corazón! (Al doctor Carlos Pantoja)

Maribel Pintos

Por Maribel Pintos Mota

 

Nunca habría imaginado que escribir unas líneas sobre mi querido amigo Carlos iba a ser tan difícil para mi.

Me hubiese gustado hacerlo por un motivo especial; un reconocimiento a su labor profesional, por ejemplo. Pero no, el destino no lo ha querido así y entre lágrimas y con el corazón roto por su pérdida tan repentina como inesperada, quiero decir públicamente que el doctor Carlos Pantoja además de ser un excelente médico era, sobre todo y por encima de todo, una grandísima persona.

Le conocí por su amistad con mis hijos Alejandro y Elena, pero no tardó en convertirse en un hijo para mí por el cariño que me profesaba. Realmente era mutuo, porque era muy fácil querer a Carlos.

Este domingo, 16 de marzo quedará señalado con el calendario de mi vida con el negro de la tristeza; un día doloroso y aciago.

 

Querido Carlos:

Hoy el sol, de pronto, ha dejado de brillar y todo se ha tornado oscuridad cuando he tenido noticia de que te habías ido para siempre. Que habías emprendido ese último viaje, sin despedirte y sin poder decirte “adiós”.

¡Cuánto dolor sentimos quienes gozamos de tu amistad, quienes hemos tenido el gran privilegio de conocerte y de forma parte de tu vida, y tú de las nuestras!

Conociéndote se que te has ido con una pena inmensa al tener que dejar a tu maravillosa mujer, Vanesa, y a tus adorables Jimena y Carlota. Pero no te preocupes yo  seré para ellas una madre y una abuela.

Parte tranquilo al Padre, querido Carlos, porque ellas tendrán en nosotros, en toda mi familia, el mayor de los apoyos.

Nada ni nadie podrá llenar el vacío que dejas en sus vidas… ¡es imposible! Pero te aseguro que procuraremos cada día ser ese bálsamo que les ayude a calmar el dolor y a cicatrizar lentamente la herida que les ha producido tu marcha.

Tu huella, en esta ciudad, que muy pronto hiciste tuya, donde formaste una preciosa familia, es el mejor de los legados. Y te aseguro ¡Amigo mío! que el tuyo es bien grande.

Muchos lloramos tu partida; no podemos dar crédito a lo que ha ocurrido. El dolor nos atenaza el corazón con demasiada fuerza.

Carlos ahora desde la eternidad, sigue velando y luchando por los tuyos, como has hecho siempre.     De ser un Ángel en la tierra, has pasado a serlo en el Cielo.

Cuando miremos al firmamento, y observemos las estrellas que lo pueblan, pensaremos que la que brilla con más fuerza, la que destaque entre las demás, serás tu que nos mandas un mensaje de amor, cariño y tranquilidad.

Descansa en paz, Carlos. Sabes que tu recuerdo vivirá siempre en mi corazón y en el de toda mi familia, como el hijo, hermano y tío que fuiste para nosotros.

Mi fe me dice que nos volveremos a encontrar en la eternidad en la que ahora habita tu alma. Por eso no puedo, ni quiero decirte “adiós”, me despediré de ti con un “hasta siempre”.

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