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Si yo lo digo, es cierto. Soy el elegido

El populismo, atentado al razonamiento. Este era el título que pensé parar este artículo hasta que, unos minutos después, decidí que, si otros podían repetir ad infinitum lo que ahora es el título, y millones de personas le creerían, por qué no iba a ser ese mi caso.


Si algunos, o muchos, de ustedes creen que lo que acaban de leer no tiene justificación racional alguna, es sencillamente una estupidez, lamento decirles que, en muchas ocasiones y en muchos países, estarían, o podrían estar, en minoría. Y, si afirmamos ser demócratas, entonces debemos creer que lo justo es lo que la mayoría piense. Es más adecuado que escriba ‘opino’ porque, en mi humilde y quizás minoritaria opinión, decir ‘piense’ me parece un contrasentido.
En España tenemos un presidente mantenido en el cargo por comunistas, separatistas y filo-etarras. Si preguntáramos individualmente a los españoles qué piensan sobre cada una de esas tendencias políticas, específicamente, me atrevo a asegurar -quizás nací y moriré inocente- que la inmensa mayoría de los españoles renegaría de ellas, las consideraría inaceptables. Pero cuando preguntamos a esas mismas personas qué opinan del presidente actual y de sus políticas, un número muy elevado -dependiendo de las encuestas que se consulten- lo apoyan tanto personalmente, como a su gestión.


Ese para mi inexplicable ‘milagro intelectual’, poder negar o afirmar, con la misma rotundidad y al mismo tiempo, una cosa o su contraria, se está dando en buena parte del mundo, cada vez con mayor frecuencia e intensidad. Y no estamos hablando solamente del uso de la mentira como arma política, aunque también, sino de la ceguera voluntaria, de la negación del propio yo como ser ético y pensante, para en cambio aceptar y hacer nuestras, como base inamovible de nuestro bagaje ético y mental, las mentiras que se nos están alimentando por parte de nuestros explotadores -nuestros líderes carismáticos- (in)morales e (in)intelectuales.
A nivel local, podemos observar el seguimiento que los miembros del PSOE hacen a su líder nacional, en algunos casos bordeando o alcanzando el fanatismo. Seguimiento que extraña, aún más, cuando una de las seguidoras es, por otra parte, una persona que consideramos inteligente, honesta y trabajadora. Pero que está dispuesta a ignorar la voluntad manifestada por el pueblo de Melilla, que desea en su mayoría conservar el Monumento a los Héroes donde está, quizás retirando el águila. Todo ello en cumplimiento, casi mesiánico, de una ley manifiestamente impulsada por aquellos grupos marginales, no democráticos, que mantienen en el sillón a Pinocho. Se enfrentan la supuesta aplicación democrática de una ley impulsada por no demócratas, contra la voluntad democrática del pueblo de Melilla.


El caso del mesianismo de Pinocho a nivel nacional, creemos, tan solo aplica ahora a un parte de bienintencionados mal informados y, en su mayoría, a los que dependen de su adherencia al sistema para comer, o para comer mucho mejor de lo que lo harían si las circunstancias fueran otras. Unos mediante subvenciones, compras de votos, y otros porque cobran, directa o indirectamente, de la buena voluntad del partido. Insisto, del partido, no del gobierno español, víctima de la situación actual. Les sugiero pensar en qué harían, cuánto cobrarían, los que dependen del PSOE, en caso de que este pierda las elecciones.
Si el caso de España es claro, el de Rusia es nítido. Putin ha metido a su país en una guerra que iba a durar, según él, unos días. Su propósito manifestado era liberar a Ucrania de un régimen nazi ¿nazi? que oprimía a su pueblo y que iba a recibir, con vítores y flores, a las tropas rusas. Tras casi seis meses de enconada resistencia por parte de un pueblo ucraniano que, ahora más que nunca, no solo no quiere ser ocupado por Rusia, sino que en su inmensa mayoría odia a los rusos por los crímenes de guerra cometidos y por los miles de muertos y generalizada destrucción que ha ocasionado, Putin y su guerra siguen contando con el apoyo del 80% de la población rusa.


Si creemos las encuestas rusas, debemos pensar que las decenas de miles de soldados rusos muertos, los enormes gastos militares, las graves sanciones internacionales, la unión de Finlandia y Suecia a la OTAN, no son más importantes para el pueblo ruso que el ‘sueño zarista’ de Putin. Todo ello en medio de una guerra que, según los analistas internacionales, va a durar como mínimo otros seis meses. Y que, acabe como acabe, ya ha supuesto un grave daño para los intereses geoestratégicos de Rusia. Yo me atrevo a aventurar que, si continúa el apoyo occidental a Ucrania, a pesar de que algún país OTAN siempre ha dado muestras de debilidad, podría acabar con una situación muy desfavorable para Rusia, al menos en relación con sus objetivos iniciales en Ucrania.


No encuentro calificativo para definir la situación de la democracia en Estados Unidos. El expresidente Trump dijo, hace ya unos años, que, si le disparaba a alguien en la principal avenida de Nueva York, el pueblo americano se lo consentiría. En su momento pareció una bravuconada, casi un chiste. Pero los hechos se han encargado de darle la razón.
Para entender la situación, o para no entender nada, dependiendo del punto de vista que se utilice, debemos conocer algo de la idiosincrasia ideológica del pueblo americano. Se supone que el pueblo americano aprecia al máximo la verdad, la honestidad en los negocios, la fidelidad a la pareja y a la familia, la religiosidad cristiana, el ser un pueblo de inmigrantes que alcanzan el llamado ‘sueño americano’.


Prácticamente la mitad del pueblo americano sigue apoyando a alguien que, durante su presidencia, ha registrado decenas de miles de mentiras y lo sigue haciendo; ha declarado bancarrota cuando le ha convenido, dejando sin cobrar a sus acreedores; creó una universidad, que hubo de cerrar por estafa; ha afirmado que las mujeres se dejan manosear simplemente por ser él; parece ha pagado a mujeres para acallar sus aventuras extramatrimoniales; se ha casado con extranjeras bellas y ha nacionalizado a sus padres, pero ejerce una política terriblemente dura contra la inmigración; todo apunta a que instigó una rebelión antidemocrática para no reconocer su derrota electoral, pero insiste en que ganó las elecciones. En los últimos días se ha sabido que el FBI lo está investigando por su posesión indebida de documentos altamente clasificados. Su partido lo ha seguido apoyando ciegamente y su comité de acción política ha recibido, en estos días, millones de dólares en donaciones.


Sean Illing, autor del libro “La paradoja de la Democracia”, escribió: «La historia del declive democrático es una historia de demagogos y autócratas, que explotan la apertura de las culturas democráticas para movilizar a la gente contra las mismas instituciones que sostienen la democracia».

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Gonzalo Fernández

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