Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

El rincón de Aranda

“Señor mi patria llora”

melillahoy.cibeles.net fotos 1530 Juan Aranda web

Hace unos días paseábamos mi mujer y yo por las calles de Pedregalejo, barrio cercano al de El Palo, y vi en la placa de una de sus calles, el nombre de Gabriel y Galán. Un poeta de la Generación del 98, que durante mi estancia en Barcelona, me gustaba leer, y escuchar en un modesto “bar cultural”, donde se reunían escritores y músicos de varios estilos y técnicas, …

…intentando comunicar sus ideas a los demás contertulios. Yo, con apenas 19 años, y mi trombón de varas bajo el brazo, gozaba participando en todo lo que iba aprendiendo de aquéllos talludos intelectuales, los que más tarde se vieron sus nombres en tebeos y en los escaparates de librerías. Había veces que los comentarios sobre las obras recitadas de autores, no presentes en esas reuniones, en vez de ser unas críticas constructivas, eran muy negativas, pronunciándose todos al mismo tiempo. Pero todo quedaba amigablemente cuando se repartían las entradas de la “clá”, para acudir gratis al teatro a ver una zarzuela, u otra obra.

Los poemas de Gabriel y Galán, apartados de todo modernismo, con su profunda fe católica, en defensa de la tradición familiar, la estirpe, y el dogma católico, me parecían ricos en palabras, transmitiéndonos usos y costumbres de épocas pasadas. La poesía que van a leer a continuación creo que aunque no concuerda, en su totalidad, con lo que ocurre en la actualidad en nuestro país, él la escribió con auténtico dolor por los españoles que veían a su Patria postrada y malherida:
“¡Señor! ¡Mi patria llora!/ La apartaron, ¡oh Dios!, de tus caminos,/ y ciega hacia el abismo corre ahora/ la del mundo de ayer reina y señora/ de gloriosos destinos./ Hijos desatentados,/ que ya la vieron sin pudor vencida,/ la arrastran por atajos ignorados…/ ¡Señor, que va perdida!/ ¡Que no lleva en su pecho la encendida/ luz de tu Fe que alumbre su carrera!/ ¡Que no lleva el apoyo de tu mano!/ ¡Que no lleva la Cruz en la bandera/ ni en los labios tu nombre soberano!/ ¡Señor! ¡Mi patria llora!/ ¿Y quién no llorará como ella ahora/ tremendas desventuras,/ si fuera de tus vías/ sólo hay horribles soledades frías,/ lágrimas y negruras?/ ¿Quién que de Ti se aleje/ camina en derechura a la grandeza?/ ¿Ni quién que a Ti te deje/ su brazo puede armar de fortaleza?/ Solamente unos pocos pervertidos,/ hijos envanecidos/ de esa Madre fecunda de creyentes/ pretenden, imprudentes,/ alejarla de Ti: son insensatos;/ olvidan tus favores: son ingratos,/ desprecian tu poder: están dementes./ Pero la patria mía,/ por Ti feliz y poderosa un día,/ siempre te ve, Señor, como a quien eres,/ y en Ti, gran Dios, en Ti solo confía;/ que es grande quien Tú quieres,/ fuerte quien tiene tu segura guía,/ sabio quien te conoce,/ ¡y feliz quien te sirva y quien te goce!/ ¡Señor! ¡Mi Patria llora!/ Ebria, desoladora,/ la frenética turba parricida/ la lleva a los abismos arrastrada,/ la lleva empobrecida…,/¡la lleva deshonrada!…/ ¡Alza, Señor, tu brazo justiciero,/ y sobre ellos descarga el golpe fiero,/ vengador de sus ciegos desvaríos!…¡No son hermanos míos/ ni hijos tuyos, Señor! ¡Son gente impía!/ ¡Son asesinos de la patria mía!/ ¡Señor, Señor; detente!/ ¡No hagas caer sobre la impura gente/ el rudo golpe grave/ de la iracunda mano justiciera,/ sino el toque suave/ de la mano que funde y regenera!/ Y a Ti ya convertidos,/ los hijos ciegos a tu amor perdidos,/ aplaca tus enojos,/ la noche ahuyenta, enciéndenos el día/ y pon de nuevo tus divinos ojos/ en los destinos de la patria mía./ ¿No es ella la que hiciera/ con los lemas sagrados/ de la Cruz y el honor una bandera?/ ¿La que tantos a Ti restituyera/ pueblos ignotos de tu fe apartados,/ que con sangre de intrépidos soldados/ y con sangre de santos redimiera?/ ¿Y Tú no eres el Dios Omnipotente/ que quitas o derramas con largueza/ gloria y poder entre la humana gente?/ ¿No eres prístina fuente/ de donde ha de venir toda grandeza?/ ¿No eres origen, pedestal ingente/ de toda fortaleza?/ ¿No es toda humana gloria/ dádiva generosa de tu mano?/ ¿No viene la victoria/ delante de tu soplo soberano?/ ¡Señor, oye los ruegos/ que ya te elevan los hermanos míos!/ ¡Ya ven, ya ven los ciegos!/ ¡Ya rezan los impíos!/ ¡Ya el soberbio impotente/ hunde en el polvo, ante tus pies, la frente!/ ¡Ya el demente blasfemo, arrepentido,/ cubre su rostro, el pecho se golpea/ y clama compungido:/ “«¡Alabado el Señor; bendito sea!»/ Y los justos te aclaman,/ alzando a Ti los brazos, y te llaman;/ y porque España sólo en Ti confía,/ al unísono claman/ todos los hijos de la Patria mía:/ ¡Salva a España, Señor; enciende el día/ que ponga fin a abatimiento tanto!/ ¡Tú, Señor de la vida o de la muerte!/ ¡Tú, Dios de Sabaot, tres veces Santo,/ tres veces Inmortal, tres veces Fuerte!…”
No sé si a ustedes les ha agradado; a mí me encantó la primera vez que la escuché, recitada por un señor de barba blanca, que más tarde leí, que me pareció sublime.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€