Sensibilidad a flor de piel

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En el problema de la inmigración se necesario mirar el fondo del problema y dejarse de debates y falsas alarmas, provocados en muchas ocasiones por quienes quieren mover los hilos y pescar muchos peces en un río revuelto de forma interesada Melilla vive tan de cerca el problema de la inmigración, que todo lo que se mueve alrededor de este asunto corre el riesgo de herir susceptibilidades o, al menos, provocar debates inagotables como los que se pueden presenciar en cualquier foro. Ya sea a través de las redes sociales o los comentarios de la prensa digital que se hace eco de las noticias relacionadas con la inmigración, los puntos de vista son muy diversos en este ámbito, pero como suele ocurrir siempre por desgracia, muchas de las opiniones tienen como punto de partida el desconocimiento, la lejanía y la falta de empatía. Unas declaraciones de la ultraderechista Marine Le Pen, cuyo partido cada vez gana más adeptos en Francia, ha avivado las llamas del debate acerca de la forma de terminar con la inmigración ilegal. Esta responsable política cree que lo mejor es dejar totalmente desamparados a los inmigrantes cuando consiguen entrar en Melilla, negarles asistencia sanitaria, social o educativa para no crear un efecto llamada.

El mensaje de Le Pen no puede ser más cruel e inhumano, aunque muchos ayer la corearan en determinados foros. Es cierto que atender a los inmigrantes cuesta a las arcas públicas mucho dinero que, a buen seguro, en estos momentos sería muy necesario para no dejar desasistidos a españoles en aprietos por la crisis económica. Pero muchos de los que ayer seguían los pensamientos de la ultraderechista francesa deberían reflexionar antes de aplaudir ideas extremas que parecen más propias de épocas pasadas que parecían ya enterradas.

Dejar de prestar asistencia sanitaria a los inmigrantes o de cualquier otro tipo, como propone la presidenta del partido Frente Nacional de Francia, podría acarrear más problemas que soluciones. Porque si no se diera atención médica a los inmigrantes, lo más probable es que los problemas de salud pública en Melilla estuvieran a la orden del día. Hace apenas dos semanas se dio un caso de meningitis en el CETI. ¿Qué habría pasado si no se hubiera dispensado asistencia sanitaria al joven subsahariano enfermo ni a ninguno de sus compañeros? Seguramente, los melillenses se habrían visto afectados y no solo por una alarma o preocupación en la que al final parece haber quedado todo. Si no se le dispensara alimentos o techo a los inmigrantes, lo más probable es que la mayoría recurriera a la delincuencia para subsistir al verse sin más posibilidades. Y de nuevo, los melillenses también sufrirían las consecuencias.

La inmigración clandestina no va a terminar eliminando la asistencia social a los inmigrantes como dice Le Pen, que hábilmente ha desviado la atención de este problema cuya solución corresponde a toda Europa. También a su país, Francia. Los inmigrantes no saltan la valla para dormir o comer en el CETI, sino para buscarse la vida en otros países y huir de la desesperación y la incertidumbre que sufren en los suyos. Por eso la llegada de pateras o saltos a la valla no se va a frenar con esta propuesta disparatada. En el problema de la inmigración se necesario mirar el fondo del problema y dejarse de debates y falsas alarmas, provocados en muchas ocasiones por quienes quieren mover los hilos y pescar muchos peces en un río revuelto de forma interesada.

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