Estos días estamos asistiendo al espectáculo denigrante y vergonzoso de la corrupción de los dirigentes madrileños, como antes habíamos asistido a la de los murcianos, valencianos, baleares, castellanos, catalanes o andaluces. Aderezado por la descomposición de los estamentos gubernamentales de los Ministerios de Justicia e Interior del gobierno del PP que presuntamente actúan influyendo en jueces, fiscales y procedimientos.
Bien es verdad que como positivo, la sociedad, los ciudadanos, aunque con dificultades y retrasos, vamos conociendo el lodazal en el que nos han sumergido nuestros gobernantes que habían creído que eran inmunes a tanta inmoralidad.
Considerarán con nosotros que de los hechos que más o menos conocemos en Melilla del comportamiento político de nuestros gobernantes y los procedimientos judiciales abiertos en la ciudad (Ópera, Tosca, abogados, libros, alfombras, dádivas para favorecer contratos,…), no nos aíslan del comporta-miento general. Más bien al contrario. Aunque, como en otras latitudes, se hayan creído que han sido, son y serán inmunes. Y que no les pasará nada. Acostumbrados como están durante muchos años a que no les pase nunca nada y a poder hacer todas aquellas irregularidades que han querido, con la anuencia de quienes debieran controlar tanto desmán.
Independientemente de la podredumbre que se desprende de la ciénaga política local y que el poder judicial debería atajar cuanto antes -con la actuación decidida también de los melillenses- lo más preocupante son las formas de comportamiento de la casta política de nuestra ciudad. No deja de sorprendernos que se continúe actuando con total impunidad como si aquí alguien hubiera paralizado el futuro y hayan llegado a pensar que las cosas no cambiarán nunca. Y las maneras mafiosas de actuar con cualquier discrepante aunque sea de su propio partido, o las diversas varas de medir con según que acciones (véase la actuación de la Delegación del Gobierno por ejemplo, o las instituciones de aquellos que quieren ejercer derechos democráticos).
Que no se dejen enredar porque se sabrá todo, más pronto o más tarde, y la historia suele ser cruel con los perdedores. Y como dice Pedrerol algunos que-darán «retratados» para siempre y para la historia. Y posiblemente con las responsabilidades a las que haya que responder. Así ha pasado siempre y en todos los lugares. No hay, hoy en día, excepciones.
Los partidos de la oposición tienen en esta película una responsabilidad im-portante también. La de propiciar con su entendimiento el cambio radical que Melilla necesita si son capaces de proponerlo.