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El rincón de Aranda

Se despide de usted, que besa su mano

melillahoy.cibeles.net fotos 1177 Juan Aranda web

Hoy, martes 14 de abril, (bonita fecha), he leído en las páginas de este periódico, los nombres de los políticos de la ciudad que dejan sus puestos, y también los que los sustituyen. Y la verdad es que no soporto decirle adiós a uno de ellos, que más bien es señora.
Tampoco pega cantarle lo que Joaquín Sabina: “Estos labios que saben a despedida, a vinagre en las heridas, y a pañuelo en la estación”. Ni mucho menos: yo solo la despido con todos los respetos, habidos y por haber, mayormente por esa actitud silente, como si pasara un ángel, que tenía, cada vez que yo, insolente empedernido, le rogaba que retirase a Napoleón de una de nuestras calles.

También sabía que como Dios siempre anda muy ocupado en sus infinitos dominios terrenales, arreglando cosas que nosotros, los mortales, no sabemos hacer: estaba el Hombre como para fijarse en reprender a una política que se hacía la sorda, ante una reclamación tan absurda, que le hacía un vulgar ciudadano de a pié, como era la retirada del nombre del general que invadió nuestro país, y que tantas desgracias causó en la sangrienta Guerra de la Independencia. Y para ilustrarnos un poquito deben leerse los llamados “Decretos de Chamartín”; unos Decretos firmados el 4.12.1808 por el señor, de chaleco ombliguero, que se encuentra en esa calle, perpendicular a la escalera del Barrio de la Victoria; que nada más haber conseguido la rendición de Madrid, por los que abolía el Antiguo Régimen en España. Llamados así por la localidad donde fueron sancionados: Chamartín de La Rosa, hoy un distrito de Madrid. Estos Decretos sólo tuvieron vigencia en la España afrancesada, que era la que estaba bajo la autoridad de José I Bonaparte (Pepe Botella, o Pepe Plazuelas), y del Ejército francés, y no se aplicaron en la España patriota en la que las Cortes de Cádiz, detentaban el poder en nombre de Fernando VII (otra alhaja), ¿cautivo? en Francia, único rey al que reconocían. José de Espronceda, poeta del Romanticismo, escribió un largo poema poniendo verde a aquéllos afrancesados, que muy bien debemos leer algunos versos: “…Y vosotros ¿qué hicisteis entre tanto,/ los de espíritu flaco y alta cuna?. /Derramar como hembras débil llanto / o adular bajamente a la fortuna; / buscar tras la extranjera bayoneta / seguro a vuestras vidas y muralla / y siervos viles, a la plebe inquieta / con baja lengua apellidar canalla. / ¡Héroes de Mayo, levantad las frentes! / sonó la hora y la venganza espera: / de sangre de Bailén y Talavera. / Id, saludad los héroes de Gerona / alzad con ellos el radiante vuelo, / ceñid que aumente el esplendor del cielo. / Mas ¡ay! ¿por qué cuando los ojos brotan / lágrimas de entusiasmo y de alegría, / y el alma atropellados alborotan / tantos recuerdos de honra y valentía……..”.

Bueno, como esta pincelada de Historia, y versos patrióticos, creo que viene que ni pintada yo, Juan J. Aranda, como una vulgar mosca cojonera, o mangangá, a esta señora, como despedida, no le voy a cantar aquéllo: “Adiós con el corazón, que con el alma no puedo….”; no señor, solo le deseo, mucha felicidad, y todo lo mejor, en su nueva andadura.

Y al que va a recoger el testigo, y a colocar su culo en la poltrona vacante, le recuerdo que eso de la hipoacusia o cofosis, lo que vulgarmente llamamos sordera, en nuestro rico castellano existen muchas frases atrevidas e insolentes como: “Al sordo, para que lo oiga bien, hay que soltarle un buen pedo gordo”.

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