(*Carlos Entrena, es melillense y preside del Club Liberal Español)
Por Carlos Entrena
Desde hace 7 años gobierna Sánchez sin respetar el valor esencial del Estado de Derecho que es cumplir la Constitución en cuyo art. 9 dispone que “Los poderes públicos y los ciudadanos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico”. Como ejemplo de incumplimiento recuerdo que el Tribunal Constitucional anuló, en sendas sentencias, los dos Decretos del gobierno declarando el estado de Alarma para confinar al pueblo español por el COVID y, además, declaró ilegal el cierre del Congreso de Diputados.
Ahora, el presidente tiene abiertos dos frentes que le deberían hacer reflexionar y mover a su cumplimiento. Por un lado, desde el 1 de octubre de 2024, está sin cumplir la obligación de presentar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2025, por lo cual, desde el 1 de enero, están “biprorrogados” los de 2023. Por otro lado, debe cumplir el acuerdo de la Unión Europea que exige a España diseñar un Plan Nacional de rearme. Ambos temas se reducen a uno: cumplir inmediatamente con la obligación de presentación del proyecto de Presupuestos del Estado para 2025, incluyendo los previstos para el Plan de rearme, para su examen y debate parlamentario.
Su falta de mayoría en el Congreso de Diputados le ha hecho perder a Sánchez 100 votaciones a lo largo de 2024 y 2025. En 2024 no se atrevió a presentar el proyecto de presupuestos para 2025 como ordena el art.134 de la C.E. porque temía su rechazo, y ese fracaso, en su mundo de propaganda, transmitiría a Europa su debilidad en el Parlamento español. Ahora, ha decidido seguir incumpliendo la Constitución no presentando el proyecto de Presupuestos a las Cortes y una ministra ha declarado con toda desfachatez que el gobierno no quiere que los representantes de los ciudadanos en las Cortes “pierdan su tiempo”. No cabe mayor insulto a la democracia porque impide a las Cortes ejercer su competencia de debatir y, aprobar o rechazar, los Presupuestos que debe presentar el gobierno (art. 66 CE). Esta omisión produce un conflicto constitucional y los grupos parlamentarios de la oposición deben requerir por las vías que conocen la presentación inmediata del proyecto de presupuestos para 2025, sin esperar al de 2026. Esta situación no es tolerable en una democracia.
Por este miedo a perder, Sánchez mareará la perdiz “presupuestaria” en España y en Europa, con excusas, dilaciones… que conllevará retrasos para el Plan de Rearme en España ante una situación geopolítica que angustia en muchos países y exige mejorar la defensa en Europa y en España pues el rearme es un factor esencial de disuasión frente a amenazas de países vecinos y antieuropeos. La aspiración del gobierno es, sin embargo, mantener el actual derroche del gasto público, progresista, social y opaco, donde poder encajar privilegios para sus apoyos separatistas a pesar de que la “barra libre” del gasto público presenta un déficit anual próximo a los 50.000 millones de euros y España acumula una deuda pública de 1,7 Billones de euros.
La necesidad de rearme exige, y los españoles debemos saberlo, que, para cumplir con los acuerdos de la Comisión Europea, en su fase inicial, el presupuesto anual militar español debe pasar del 1,3 % del PIB, al 2 % del PIB, hasta alrededor de 30.000 millones de euros cada año. Esto se pagará con reducción de otros gastos (muchos administrativos), con subidas de impuestos o con emisiones de deuda pública.
Sánchez ha intentado que el rearme lo pague la Unión Europea, lo que denomina mutualizar la deuda, pero no ha colado. Los demás países se las arreglan cada uno, por su cuenta, e incluso Alemania ha modificado la Ley Fundamental de Bonn para poder superar el déficit permitido.
Vemos a Sánchez desorientado, dando palos de ciego, atemorizado a perder la votación presupuestaria en las Cortes e incapaz de defender un Plan de Rearme concreto y cuantificado, que no quieren sus socios. La imagen del presidente empieza a parecerse a la de Zapatero cuando convocó elecciones generales huyendo del control de las cuentas públicas. En efecto, lo que no son cuentas, son cuentos.