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Rusia ya perdió la guerra. El español, y lo español, están en peligro en Cataluña.

Rusia perdió la guerra.

El Arte de la Guerra es una obra ya conocida en la mayor parte del escenario chino hacia el siglo IV a.C. (antes de Cristo). La edición considerada más verídica fue llevada a cabo por Ts´ao  Ts´ao  hacia el siglo II a.C. sobre una recopilación de fuentes realizadas por Sun Tzu hacia el siglo VI a.C.

En el siglo I tuvo lugar en Pekín una reunión de expertos economistas, eruditos, militares y políticos con el fin de mejorar las finanzas imperiales, así como la administración del gigantesco Estado. A partir de la citada reunión, la obra sirvió de pauta para los proyectos comerciales con una base económica y bélica. En el siglo X, con un edicto del emperador Cheng Tsun, se convirtió en un texto obligatorio para todo el que aspirara a oficial del Ejército.

El Arte de la Guerra se publicó en París en 1722, en Inglaterra en 1905, fue traducida al ruso e incluso fue libro de texto obligado en las academias militares de la antigua Republica Democrática Alemana (tiene gracia que se autodenominase “Democrática” cuando era una dura dictadura comunista).

Es increíble que un texto de hace tantos siglos (antes de Cristo) tenga plena vigencia en la actualidad y que los consejos y tácticas militares que transmite, para ser un buen general o ganar una guerra, puedan ser aplicables a cualquier conflicto bélico del siglo XXI.

En base al libro y sus enseñanzas, Rusia ha perdido la guerra con Ucrania (o la perderá). Algunos consejos del libro que las tropas de Putin no han seguido: 1) “Si el ejército emprende largas campañas, los recursos del Estado serán insuficientes”; 2) “Nunca hemos oído hablar de una operación inteligente que se prolongase”; 3) “Nunca se ha visto que una guerra prolongada haya beneficiado a ningún país”; 4) “Un general competente busca que sus tropas se aprovisionen del enemigo, porque una carretada de víveres arrebatado al enemigo equivale a veinte de los propios”; 5) “Los prisioneros capturados deben ser bien tratados y cuidados”; 6) “Lo que es esencial en la guerra es la victoria, no las largas campañas prolongadas”; 7) “En el caso de una fuerza de invasión, la regla general que hay que aplicar es que cuanto más se ha penetrado en el territorio enemigo, más se ha de mantener el ejército unido, así el país que se defiende no puede triunfar sobre él”; 8) “La peor política es sitiar las ciudades”; 9) “Por regla general, en la guerra la mejor política es la de tomar el país enemigo intacto; destruirlo no es ventajoso”.

Rusia/Putin se ha metido en una guerra larga, está destruyendo las ciudades, tiene a una gran parte de la comunidad internacional en contra (con sanciones que se irán incrementando y que empobrecerán cada vez más a su pueblo durante años) y, gracias al suministro externo de armamento cada vez más pesado a Ucrania, no va a poder avanzar más y, probablemente, tendrá que retroceder. En resumen, perderá la guerra, pero, tal y como dice el libro, hay que darle (a Putin) una salida honrosa que pueda vender en su país como una pequeña victoria, porque no debemos olvidar que un animal herido (que tiene armas nucleares), que no tiene nada que perder, siempre es muy peligroso.

El español en peligro

El Gobierno de Cataluña prevé eliminar el 25% de enseñanza en español en las aulas (pocas ya) donde se aplica. No piensa aplicar la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) que obliga a implantar un 25% de castellano en todas las escuelas de Cataluña y, además, quiere que en las 47 aulas donde se respeta la Ley se suprima la cuota y sólo se utilice el catalán.

Amenaza, de forma clara, a los docentes que quieran dar clases en castellano: “Los docentes no pueden optar por un uso de la lengua diferente al previsto en cada proyecto lingüístico y son los responsables últimos de su cumplimiento a todos los efectos” reza la orden rubricada por el consejero de Educación de la Generalitat.

Solo nuestro gobierno Sanchista, si presentara recurso, podría suspender automáticamente el decreto de la Generalitat, pero todos sabemos que España y los españoles no le importamos nada a Pinocho Sánchez y compañía y que, aunque el español muera en Cataluña, preferirá seguir en el sillón a oponerse a sus socios nacionalistas.

Todo lo malo suele tener una cara buena. Lo malo: los catalanes serán en el futuro españoles de segunda porque no podrán trabajar en el resto del país (no dominarán el idioma); lo bueno: Sánchez lo va a pagar en las elecciones andaluzas (al tiempo) y, previsiblemente, en las próximas generales.

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