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Rumbo adecuado

Una apuesta realmente interesante que ha dejado ese regusto agradable a los cinéfilos y con esa guinda con que aderezó el pastel una de las galas más conseguidas de esta última etapa del evento cinematográfico melillense. Un acierto, la presentación de Domi del Castillo con su visión promocional de a y el toque de emotividad a cargo de un grupo de directores y actores que quisieron arropar con su presencia el homenaje que Melilla brindaba a sus queridas compañeras

Entre la definición de Cine que nos ofrece cualquier diccionario como "arte de representar imágenes en movimiento en una pantalla mediante la fotografía", hasta la concepción de Ricciotto Canudo como "artes rítmicas en movimiento rítmico, artes rítmicas en cuadros y esculturas de luz", o el mismo Orson Welles que lo define como "una cinta de sueños", existe todo un espectro de conceptos y modos de entender el cine.

De lo que no cabe duda es que el cine es un elemento de gran importancia para la difusión actual de la cultura, la creación de actitudes públicas y de ideas sobre la ciencia y sociedad en general. El cine permite observar la vida como un todo. Moviliza al intelecto, al afecto y a varios sentidos a la vez, y a través de la empatía que se construye entre el espectador y las vivencias de los actores, es capaz de facilitar una mejor comprensión del ser humano.

Acaba de finalizar la séptima edición de la Semana de Cine de Melilla, un evento que a pesar del humilde presupuesto de 90.000 euros aportados por la Consejería de Cultura, que comparados con los cerca de tres millones que se invierten en la de Málaga, nos retrotrae al recuerdo de David y Goliat y, por lógica, ni podemos ni pretendemos lograr el prestigio de la muestra cinematográfica malacitana, un proyecto de ciudad que se ha catapultado tras San Sebastián en lo más granado de los festivales que se ofertan en el país.

En su modestia, Melilla va asentando su espacio en el panorama nacional y este año a pesar de no disponer aún de cifras de taquilla, no parece que sea la que ha contado con mayor respuesta de público. Posiblemente por causas externas al propio festival, como la coincidencia con la etapa preelectoral y la convulsión generada ante la incertidumbre política de los próximos comicios. No obstante, se han producido positivas singularidades. Una más que correcta selección de títulos en una parrilla que aunaba calidad y actualidad y que ha permitido al melillense optar a cintas realmente interesantes y punteras. Pero en una ciudad como Melilla y en base a su lejanía geográfica y lo que eso conlleva, adquieren gran importancia las secuencias complementarias, que proporcionan la oportunidad de conocer de una forma más cercana a directores y actores a través las mesas redondas programadas por el equipo sabiamente dirigido por el cineasta melillense Moisés Salama. Una edición en la que no ha primado a la hora de elegir a sus protagonistas, el fenómeno fans que aportan actores como Mario Casas o la rabiosa actualidad y éxito como el obtenido en la pasada edición por Dani Rovira, protagonista de “Ocho apellidos vascos”, sino que´se ha apostado por la trayectoria y la profesionalidad de las que ya se han introducido en el plantel de grandes estrellas del universo cinematográfico español como son los casos de Maribel Verdú y Ángela Molina, dando muestras continuas de esa sencillez que caracteriza a los “grandes”. Una Maribel nominada a los Goya en diez ocasiones, convirtiéndose en la más requerida de la historia de estos premios. Una Maribel que ha alcanzado la meta de rodar con directores tan consagrados como Francis Ford Coppola en “Tetro”, película de drama-suspenso de 2009 o o de la mano del director mexicano Guillermo del Toro con su intervención en 'El laberinto del fauno', 2006, un rodaje que la rescató de una etapa de "desilusión" con el séptimo arte que se prolongó durante dos años y medios de ausencia de la gran pantalla. Una Maribel que continúa representando,, al margen de su indudable capacidad interpretativa, ese amor platónico para tantos y tantos amantes del cine y esa Maribel,perspicaz, divertida, natural y radiante que tuvimos la oportunidad de disfrutar en una mesa redonda acompañada por Ángela Molina, que ha sido una de las pocas agraciadas del plantel español en hacer cine con ese otro monstruo de la dirección como Luis Buñuel, en “Ese oscuro objeto del deseo” una película franco-española, que fue la última dirigida por el terulense exiliado en México y fallecido en 1983. En este caso una Ángela que, si bien brilla en la pantalla, irradia un luz casi cegadora en el cara a cara, como demostró con su espontaneidad, personalidad y estilo, tanto en el encuentro mantenido en la sala de ensayos del Kursaal con el público asistente, como sobre las tablas del foro teatral que besó, sin dudar en arrodillarse, para mostrar su agradecimiento por la concesión del Premio Ciudad de Melilla que ambas acababan de recibir. Un gesto que pocos puedan realizar con la naturalidad que lo hizo la actriz.

Una apuesta de la Semana de Cine realmente interesante que ha dejado ese regusto agradable a los cinéfilos y con esa guinda con que aderezó el pastel una de las galas más conseguidas de esta última etapa del evento cinematográfico melillense. Un acierto, la presentación de Domi del Castillo con su visión promocional de Melilla y el toque de emotividad que aportó un grupo de directores y actores que quisieron arropar con su presencia el homenaje que Melilla brindaba a sus queridas compañeras. Un más que correcto prólogo a “Felices 140” de Gracia Querejeta a modo de broche de oro a las proyecciones de la “semana grande” del cine melillense.

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